Bergoglio acepta la renuncia del Cardenal Robert Sarah sin opción a prórroga y con sus 75 años recién cumplidos. La demolición de la Iglesia medianamente tradicional sigue imparable. De nada sirvieron a Sarah los favores a Bergoglio y sus recientes gestos complacientes para con el destructor argentino.
Vicente Montesinos
Director de Adoración y Liberación
“Hoy el Papa ha aceptado la renuncia a mi puesto de Prefecto de la Congregación para el Culto Divino después de mi septuagésimo quinto cumpleaños. Estoy en las manos de Dios. La única roca es Cristo. Nos veremos muy pronto en Roma y en otros lugares”, ha escrito el cardenal africano.
Bergoglio, como siempre hace con todos los obispos y cardenales que no le gustan, ha fulminado a Sarah sin anunciar siquiera un sucesor para el puesto. Son sus venganzas. Calculadas. Frías. Impalcables. De los prefectos de las distintas Congregaciones curiales, Sarah no es el de más edad; ni mucho menos. Beniamino Stella, por ejemplo, prefecto de la Congregación del Clero, tiene 79 años y los cardenales Versaldi y Sandri -al frente de otros dicasterios- tienen 77. Pero no le molestan. Con razón le llaman “the dictator Pope”.
A pesar de ser de los más jóvenes entre los que ya tenían la renuncia presentada, ha caído fulminado por la crueldad de monseñor Bergoglio, quien siempre disfruta de estas jugadas al más puro estilo matón.
El Vaticano ha anunciado también la aceptación de la renuncia del cardenal Angelo Comastri como Arcipreste de la Basílica de San Pedro, pero en su lugar si que se ha anunciado un sustituto: Mauro Gambetti, Custodio del Sagrado Convento de Asís y uno de los purpurados creados por Bergoglio en el último Consistorio, el pasado noviembre. Vamos, “uno de los nuestros”, como se dice en el argot mafioso.
