Luchando como el trigo, enredando como la cizaña…(Por Victoria Villar)

Por Victoria Villar
Adoración y Liberación
Cuánto teatro y “novedad” en un cisma que no puede ser tal desde el momento en que se basa en las máximas bergoglianas.
Con ese “Sínodo de la sinodalidad”…¿ Qué más cisma se necesita?
Entre la bestia de la tierra (falso profeta, religión única) en perfecta sintonía con la del mar (NOM…de donde habrá de salir el AC) se va perfilando el cuadro que profetizó, hace unos 2000 años, San Juan apóstol en el último libro del Evangelio.
El panorama es el deseado por el príncipe de este mundo. Su objetivo lo conocemos y por qué Dios lo permite también, al menos en gran medida.
Ayer mismo salía en la TV, o sea, en una de las “diademas de la bestia” -la del mar anima a la de la tierra y viceversa- un “pobrecito Francisco” que tantea tempestades como puede y que se muestra rígido ante la “apertura” deseada desde Alemania:
“Aún así el Papa Francisco es reacio y, aunque duda sobre lo apropiado o no del celibato en los ministros de la Iglesia, se muestra firme en la tradición ante las propuestas de la incorporación femenina al sacerdocio…”, decían.
Más adelante saldrá que ha cedido y lo presentarán como un “gran reformador desde la caridad y la misericordia”, como uno que sabe adaptarse a los tiempos y rescata así a la Iglesia, la cual se arriesgaba a quedarse obsoleta…
Lo que no dirán es que esa “iglesia rescatada y actualizada” ya no es la Iglesia Católica sino más bien una centrifugadora de la Nada donde no hay más dios que el hombre sin Dios.
Sembremos trigo y no cizaña…para poder serlo. Seamos trigo dorado y fresco, alto y firme, porque ya han crecido ambos, el uno junto a la otra, suficientemente…
y van a ser pronto separados.
Como dice la parábola:
“Deja que crezcan juntas, que el cuidador del campo no arranque aún la mala hierba, no siendo que con ella se dañe también al trigo”…
Se diría que han crecido ya tanto ambas partes y que la cizaña es tan robusta…que esta última será pronto apartada para que el trigo luzca al Sol de Cielos y Tierra tanto como Dios lo haga posible.
Que en la cosecha seamos trigo y no hierba enredada buscando sofocarlo. Lo queremos dorado y reluciente, trigo de la Iglesia Católica sobrevivida, dorado y aspirante a lucir (al menos en la medida que Dios lo permita) como la Corona del Rey de Reyes, Nuestro Señor Jesucristo.
+¡Laus Deo!
¡Adelante con María!+