La Edad Media: del mito a la realidad (III). Por Antonio R. Peña

Antonio R. Peña
Doctor en Historia
Para Adoración y Liberación
En la segunda entrega de esta serie planteaba que la burguesía decimonónica, con sus masónicos valores liberales, fue ocupando todos los ámbitos de poder y decisión política, económica, cultural; extendiendo al “populacho” los modelos y formas masónicos (liberales y socialistas) dentro de un proceso descristianización por ellos dirigido. Ello les permitió generar una continua propaganda de supuestas abominaciones de la Edad Media, para ser consumida acríticamente por el común.
Un ejemplo es el cinturón de castidad. Tal artilugio jamás existió en la Edad Media ni en la Edad Moderna. Fueron los iluministas del siglo XVIII los primeros en hacer correr el bulo de dicho cinturón como cosa propia de la barbarie del medievo. Diderot y Voltaire lo dejaron “establecido” como verdad incuestionable. La Enciclopedia dedicó una entrada al “cinturón de castidad”: instrumento medieval “tan infame como lesivo a la sexualidad”. Un mito más convertido en arma cultural para programar las mentalidades del común contra el Antiguo Régimen y a favor de la masónica revolución liberal burguesa. Sin embargo, a lo largo y ancho de toda Europa nadie había podido encontrar uno sólo de esos cinturones. Da igual, la cuestión fue apropiada para endosarle a la Edad Media tal cinturón “vendiéndolo” como la bárbara y oscurantista costumbre medieval de torturar a las propias esposas para que conservasen su virtud y fidelidad. En 1846 el British Museum de Londres exhibió uno de esos cinturones con el cartelito de “medieval”. Grande fue la expectación y más grande aún el fraude. Tal fue el escándalo que “el British” tuvo que retirar el cinturón de marras.
Los primeros cinturones de castidad fueron fabricados a principios del siglo XIX. Surgidos de los húmedos sueños y calenturientas mentes de los degenerados revolucionarios burgueses. Eran utilizados por estos degenerados en el ámbito de las prácticas sadomasoquistas y aparecieron en los primeros cuadernillos de fotografías pornográficas del último tercio de aquel óprobo siglo. La cosa no tiene más recorrido, pero ha quedado en la mentalidad del hombre contemporáneo como ejemplo de la supuesta brutalidad medieval contra las mujeres.
Otro ejemplo es el de la “ius primae noctis”, el famoso mito del derecho de pernada. No hay registro (por lo menos en los reinos hispanos) de tal derecho de pernada. Apenas hay breves citas en algunas legislaciones -como las Partidas- sobre ofensas al novio o a la novia. Sin embargo, tales referencias aluden a la ofensa verbal de cualquier tipo, especialmente contra la virtud de la novia, y se establecen penas muy severas para quien profiera contra la virtud de una novia.
La cuestión también aparece en el Proyecto de Concordia (1462) donde los remensas catalanes exigen eliminar los “malos usos”. De la larga lista de “malos usos” figura el “ius primae noctis”. Pero éste se refiere a los tributos (derechos) que se debían pagar (dar) al señor para la realización de una boda en su territorio. Los señores de remensa contestaron que aceptaban la retirada de tales tributos. Esto queda refrendado en la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486) donde quedan abolidos los “malos usos” impuestos por los señores a sus vasallos campesinos, entre ellos el derecho de “ius primae noctis”.
Para entender este “pecho e derecho” debemos situarnos en la crisis bajomedieval. Una época de malas cosechas, lo que afecta a la alimentación de la población y a la debilidad ante la enfermedad (especialmente la peste negra), todo lo cual hace más fácil la muerte. Una época de baja demografía. Una época en la que los reinos de España estaban en guerras civiles (en Castilla y en Aragón) y, mientras, por la Cristiandad se extendía la guerra de los cien años. Lógicamente las personas movilizadas -por sus señores y el rey- para ir a la guerra eran, precisamente, las más sanas y en edad de procrear y trabajar. Todo esto repercutía más aún en la reducción de la natalidad europea y extraía manos al campo y a los molinos, talleres, etc.
En muchos lugares y villas bajo jurisdicción señorial, ante la falta de población el señor utilizaba el “ius primae noctis” para obligar a los novios a pagar un tributo y a celebrar la boda y la primera noche (consumación del matrimonio) en su territorio. El acto de pago de tributo a un señor ya era un reconocimiento legal de que la persona o personas en cuestión estaban ligadas a ese señor. Pero es que además la realización de un matrimonio consumado en el territorio del señor ligaba al nuevo matrimonio y a esa familia a tal territorio. Era una forma de estabilizar e incluso incrementar la población en el territorio. Un territorio poblacionalmente estable o en aumento garantizaba el mantenimiento de las obligaciones del señor para con sus vasallos, y los derechos y libertades de estos en cuanto que el señor tendría la capacidad de asistir a sus vasallos y defenderlos, y ellos podrían asistir al señor. Pese a todo la cuestión no estuvo exenta de la competencia señorial -por la mano de obra- espoleados por la alta demanda de población y la baja oferta poblacional. Los señores competían entre ellos ofreciendo a los novios mejores condiciones contractuales (vasalláticas) que los demás señores. Había un pujante mercado de ofertas hacia aquellos que se querían casar o que estaban en edad casadera para que decidiesen establecerse en territorio de un señor y rechazasen ofertas de otros señores.
Pero, de nuevo, fue durante la anticristiana Ilustración que el mito del derecho de pernada se convirtió en un lugar común de la crítica contra la Edad Media, el Antiguo Régimen y la supuesta tiranía. En la Enciclopedia, Diderot y D’Alembert se dedicaron a fustigar la barbarie medieval de la pernada, sólo existente en sus lúgubres mentes. La degenerada burguesía liberal decimonónica popularizo el mito en aras de recabar el apoyo popular a su nuevo y maravilloso sistema liberal y democrático. Por lo tanto, otra invención iluminista y propagada por la degenerada burguesía liberal decimonónica.
Otro mito es el de la Edad Media como época compuesta de gente hedionda, donde la higiene brilla por su ausencia, con los núcleos urbanos convertido son un pozo negro de pestilente humanidad imbuida en detritus. Pues resulta que las gentes de la Edad Media estaban muy preocupadas por la salubridad y la limpieza. Era una cuestión de simple supervivencia. Una mala salubridad de las villas y ciudades y la peste podría hacer acto de presencia.
Para empezar, las actividades gremiales que requerían ciertos actos y elaboraciones (mataderos, talleres de curtido de pieles, tintorerías…) se situaban fuera de las murallas de las ciudades y en los lugares y villas no amuralladas se situaban en los extrarradios. Era un deber comunal mantener limpio el lugar, la villa y la ciudad y se establecían multas para los que ensuciasen las calles. Las legislaciones municipales establecían los lugares donde los talleres debían depositar sus residuos. Los barrios de los núcleos urbanos se estructuraban según gremio y cada gremio era responsable de mantener limpias las calles del barrio. Hay multitud de ejemplos. Las ordenanzas de 1245 de Aviñón establecían multa de dos florines a quienes tiraran basura o vertieran agua sucia en las calles. Por lo tanto, nada del “agua va”. Las autoridades municipales establecían lugares donde la gente podía echar la basura y los excrementos humanos. Y los orines eran utilizados para lavar y blanquear la ropa, e incluso para lavarse los dientes (por el amoníaco).
La documentación municipal recoge quejas vecinales sobre malos olores o suciedad de “tal taller” o de “tal actividad”, como los “memoranda rolls” de Londres. Es decir, que la gente estaba sensibilizada con la salubridad urbana. Las villas y ciudades tenían sistemas de canalización de aguas residuales -heredados del sistema romano, mejorados y ampliados- que acababan en pequeños arroyos pero no en la manga principal de un río. Londres y París fueron dos grandes capitales donde se permitía el vertido de las canalizaciones al Tamesis y al Sena. En la segunda mitad de 1200 las quejas ciudadanas -de londinenses y parisinos- por esta permisividad llevó a que se prohibiese dicha práctica. En consecuencia, se desviaron las canalizaciones y se llevó a cabo la limpieza de tales ríos. Las autoridades municipales incluso llevaban a cabo periódicos controles de ratas. En el siglo XIV (justo antes de la peste negra) grandes capitales como París, Roma, Londres, Viena podían tener un parque de unos 400 carros de recogida de basuras y desechos.
Las villas y ciudades tenían baños públicos -muchos de ellos de herencia romana- y hasta siglo V solieron ser mixtos. Desde entonces, con la reconstrucción política de los estados y la acción de la Iglesia, los baños públicos quedaron separados para hombres y mujeres. Además, se acabó con la costumbre de conectar los baños públicos con los burdeles. La Iglesia recomendaba el baño y grandes santos como Santa Hildegarda von Bingen escribieron tratados sobre el baño, el cuidado del cuerpo, cuidados femeninos y la limpieza. Abundan los tratados de medicina relativos al baño o sobre el arreglo personal como el “Régimen Sanitatis” (s. XIII). Pero el baño no era sólo una necesidad de salud sino también era visto como algo agradable. En el campo y en las pequeñas villas y lugares las gentes (incluso pobres) también se preocupaban de su higiene. Se establecían lugares donde poder bañarse en tinajas, además de utilizar el arroyo (si lo había). A todo ello se añadían los lavaderos de ropa.
El Baño y el jabón son prácticamente consustanciales. La industria del jabón fue muy pujante en la Edad Media. Las ciudades tenían sus gremios jaboneros. En fechas tempranas como la centuria del 800 ya tenemos documentados profesionales reunidos en gremios específicos, tal como aparece en las “Capitulare Villis” (805).
El problema llegó con la peste negra y la guerra de los cien años, a mediados del siglo XIV. Las condiciones de salubridad e higiénicas decayeron. En la frontera entre el Renacimiento y el Barroco volvieron las pestes y las guerras (mal llamadas de religión), con lo que los niveles de salubridad volvieron a bajar.
Esta fue la imagen que les llegó a los iluministas dieciochescos y burgueses del siglo XIX. Estos degenerados sí que eran guarros, apenas se lavaban e incluso presumían de lavarse una sola vez al año. Les importó un pimiento la salubridad de las ciudades. Enriquecidos con los comercios y el desarrollo agrario del siglo precedente, pusieron sus talleres y fábricas donde les vino en gana, echaban los residuos directamente a las mangas principales de ríos como el Támesis y el Sena, el Llobregat o el Danubio. Estos desalmados, controlando el gobierno y administración de las ciudades, llevaron los alcantarillados a los cauces principales ríos. A ello se unió un descontrolado desarrollo demográfico urbano, surgiendo el fenómeno del chabolismo que en muchas ciudades llegó a ser tan extenso que se formaron auténticos distritos chabolistas (fenómeno desconocido en la Edad Media). Los baños públicos habían desaparecido y la costumbre de lavarse era apenas un vago recuerdo. Las basuras y los excrementos se esparcían por las calles. El “agua va” se hizo común. Por ejemplo, en el Madrid de los siglos XVII-XIX se extendió el uso de capa y chambergo como protección al “agua va”.
En este ambiente del siglo XIX las ratas pasaron a formar parte consustancial del paisaje urbano de la degenerada Europa masónica, liberal y socialista. Tal es así que surgió un nuevo oficio, el de cazador de ratas, el rat-catcher o el marchands de mort aux rats (oficio desconocido en la Edad Media). Incluso se publicaron tratados sobre el arte de cazar ratas como por ejemplo el “Full Revelations of a Professional Rat-Catcher” (Ike Matthews, Manchester, 1898). No es de extrañar que sea en este siglo XIX cuando surgen cuentos e historias sobre los cazadores de ratas, como el cuento de los hermanos Grimm -el “Flautista de Hamelín”- pero, ¡mira por dónde!, en vez de situar la historia en el siglo que le corresponde, siglo XVIII-XIX, sitúa la acción en la Edad Media, 1284. Ciertamente recoge leyendas de la baja Edad Media al siglo XVII, pero referidas al secuestro de “niños”, que se basan en las reclutas militares de jóvenes, desde 12-14 años en adelante, para la guerra de los cien años y las mal llamadas guerras de religión.
Con el común urbano viviendo en tales condiciones, la degenerada burguesía iluminista y decimonónica ¿cómo iba a vender las “delicias” del nuevo sistema liberal? Sencillamente, denigrando la Cristiandad y generando odio a la Iglesia por todos los medios (incluyendo cuentos infantiles). Al mismo tiempo, utilizaron los resortes educativos y culturales para presentar a las sociedades tribales islámicas como grandes avanzadas en salud, medicina, farmacia, higiene, limpieza, baño; contraponiéndolo a la supuesta mugre humana de la salvaje Edad Media.
Con ejemplos similares podría seguir “ad aeternum”. Sirvan estas tres entregas como una pequeña aportación para la demolición del mito.
Primera entrega:
Segunda entrega:
El cambio de política eclesiástica
La Espada Espiritual BAJO la Espada Temporal.
La abdicación de la Iglesia ante el Mundo.
La adulteración de la Iglesia.
La Iglesia docente y jerárquica siempre ha sabido que el gobernante al ordenar la comunidad al bien común político según la definición de Santo Tomás de Aquino establecía el culto y la religión del Estado y de la sociedad.
Por ello, en los primeros tiempos del cristianismo y la Iglesia de las catacumbas intentó llegar a evangelizar a los gobernantes.
Con San Agustín y posteriormente San León Magno y San Gregorio Magno se toma conciencia de que la Espada Espiritual debe estar sobre la Espada Temporal, que la Iglesia santa debía estar sobre los gobiernos de índole católica.
Que la Espada Espiritual o Iglesia debe estar sobre la Espada Temporal de los gobiernos no era otra cosa que dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios que suponía que el Cesar debía dar a Dios lo que era de Dios.
No hay aquí una doble verdad de manera de que en política exista una verdad laicista y en la sociedad y en la Iglesia una verdad religiosa y moral.
Muy por el contrario, la política debía estar ordenada por la religión y la moral a Dios y no otra cosa quería decir la existencia de un derecho natural, de una ley natural y de un derecho divino sino que a los hombres y, entre ellos, a los gobernantes no les es lícito el pecado y este pecado incluye la posibilidad de irse lejos de la Iglesia y practicar otros cultos.
Transir de Cristo todas las cosas, formar una cristiandad y una cultura católica sólo es posible si no se separaba la política de la religión sino que se ordenan todas las cosas a Dios no de tal manera que no existiera cuestiones que correspondan a lo mundano y terrenal y sobre las cuales los gobernantes pueden decidir sino que esas decisiones no podía oponerse a las verdades absolutas que enseñaba la Iglesia.
No existe una doble verdad por lo que lo que a los políticos les está permitido les es prohibido al resto de los hombres como si los políticos puede dictar leyes a favor del aborto, la eutanasia y la ideología de género sin que ello los afecte en su relación con Dios y con el pecado, no son los político dioses que pueden decidir sobre el bien y el mal y el resto de los hombre animales sobre los que pueden decidir los políticos como les viene en gana.
Que existían esas verdades absolutas que se imponían a los gobernantes y poderosos de este Mundo de manera de proteger no sólo a la Iglesia sino al pueblo para que no quedaran a merced de los poderosos de este Mundo implicaba una lucha o batalle santa entre la Iglesia y los poderosos de este Mundo, batalla que debía llevarse a cabo así como todo hombre debía llevar a cabo una lucha por la ciudad de Dios en el Ejército y baja la Bandera Espiritual de Cristo y la Santa Virgen María aunque muchas veces fuera una lucha espiritual y aparentemente interior y por la oración que no rechazaba el martirio.
La destrucción de las verdades absolutas y su sustitución por verdades relativas o el olvido de la verdad sólo ha servido a que los poderosos de este mundo puedan hacen lo que quieran desde el poder sin que nadie pueda oponerles ninguna verdad absoluta para evitar abusos y barbaridades.
Se han convertido en dioses porque su poder se volvió absoluta al no existir ninguna verdad absoluta que oponerles y han reducido a la población a animales u hombres con alma animal como señala la masonería cabalista.
Desde la Revolución Francesa la Iglesia ha dejado de tener influencias sobre los gobiernos, los gobiernos fueron masones y los partidos políticos anticatólicos y anticristianos.
Los gobernantes fueron estableciendo su religión anticristiana llamándola “laicismo” sobre el pueblo y sobre la Iglesia.
La Iglesia no supo y no quiso inculturar de Cristo a la democracia no de Rousseau sino de Santo Tomás de Aquino y no permitió el uso de la palabra “católico” en los partidos políticos para no quedar partida por ello quedó partida en partidos políticos anticatólicos que empezaron a ejercer presión sobre Ella y a generar herejías y cismas, lo que se llamó la suma de todas las herejías, el modernismo y su continuación en el progresismo y el conservadurismo católico que es un progresismo en cuotas y a la carta.
Se empezó a reemplazar la idea de la Espada Espiritual sobre la Espada Temporal para pasar a la posición contraria la Espada Espiritual bajo la Espada Temporal, la Iglesia sometida a los poderosos de este Mundo, la Iglesia que no quería ya dar batalla por Dios y los santos fueron vencidos no sólo por el Mundo sino por la Iglesia que falsificó, en parte, sus enfrentamientos.
Pronto la masonería gobernó el mundo y la Iglesia empezó a buscar relaciones con este nuevo poder y con esta nueva religión.
Se empezó a considerar la posibilidad de una Iglesia sierva del Mundo y de los poderosos de este Mundo.
Bajo la búsqueda de una manera de sobrevivir frente al nuevo poder global la Iglesia decidió ceder y adulterar la fe.
Trató de establecer una relación semejante con el poder político que la que tenía el protestantismo con los príncipes.
Se le dejaba al poder político hacer y dejar pasar y a cambio de ello la Iglesia cedía a la tentación de Satanás: “si me adoras te daré los reinos de este Mundo”.
La Iglesia docente o jerárquica creyó con fe mundana que adulterando su fe podría subsistir, se pondría al servicio de los poderosos de este Mundo, dejaría el poder político hacer y pasar y a cambio de esos favores conservaría su vida, no sería perseguida, evitó el martirio y la buena lucha y la buena muerte y presentó, muchas veces, una lucha católica fingida para al final retirarse como con los cristeros, ceder y traicionar.
Este poder político y esta voluntad de sobrevivir de la Iglesia terrenal a cualquier precio la llevan a concesiones que la colocan en la senda de la herejía y del alejamiento del Esposo, ya no junta, desparrama, ya no quiere ser víctima y mártir como Cristo sino victimario, ya no ama al prójimo sino que lo somete junto con los poderosos de este Mundo.
No toda Ella pero sí la parte jerárquica.
Se ha subido sobre los gobiernos bestiales para satisfacerse y satisfacer y se ha ido lejos del Esposo y ha prostituido su fe, su esperanza y su amor que no era suyo sino de Dios.
Se ha entibiado, no es seria, no sala y no sirve para salar.
Si no se enfrenta al mal y no se le opone sirve al mal y ya no sirve a Dios.
Se ha puesto en la vereda de enfrente, no es más la ciudad de Dios sino la ciudad de Satanás dentro de la Iglesia, no santifica sino que promueve el pecado.
Se ha convertido en mala Mujer, no toda Ella sino una parte, los que estaban con nosotros pero no eran de los nuestro según San Pablo, la cizaña y la Iglesia cizañera, la Iglesia de la Publicidad pero queda una Iglesia santa y un resto fiel que no conozco.
Entonces, después de doscientos años la Iglesia jerárquica se ha vuelto masónica en su jerarquía o sierva de la masonería y con ello se ha puesto no sólo contra Dios sino contra el pueblo al que no cuida en la Verdad y en el Bien sino que deja a los poderosos de este Mundo hacer y pasar y los favorece para el ejercicio de injusticias en busca de favores y peca gravemente contra Dios y contra los hombres.
No se rectifica sino que se confirma en sus pecados que son demasiados.
Así que hay que establecer nuevamente las causas principales de todos estos males que sufre el Mundo y la Iglesia y que se resumen a una apostasía gradual desde la base de una doble verdad, o sea, de que existen dos verdades unas políticas y otras religiosas y morales por lo que lo que lo que en política es bueno y verdadero puede no serlo en moral y religión, o lo que es lo mismo, dejemos a los políticos hacer lo que se les de en gana y tratemos de no intervenir en ese ámbito para no se martirizados y perseguidos, no confesemos nuestra fe en política sino más bien debemos fingir que hacemos algo hasta que cedamos a la política y a los poderosos de este Mundo no sólo el gobierno del Mundo sino de lo privado y de la Iglesia.
El negarse a ver la oposición y la maldad de los poderosos de este Mundo ha llevado a la Iglesia a la apostasía general y a la maldad de los poderosos de este Mundo pero a pesar de trabajar para estos poderosos y para la formación de la Bestia de la Tierra o la Iglesia global y ecuménica del Anticristo, la Iglesia no se convierte en Bestia sino en mala Mujer a la cuál la Bestia del gobierno global le dará muerte y se distribuirá sus vestidos.
Ya se está distribuyendo sus vestidos y comiendo sus carnes porque ha comido dos de sus miembros: la Iglesia católica china y la Iglesia católica alemana, se han visto sobrepasados por los hijos de la oscuridad que son más astutos que los hijos de la luz y han aceptado las tentaciones de Satanás no como el Inquisidor de Dostoievski porque en ese caso el imperio cristiano y los gobernantes católicos estaban bajo la Espada Espiritual y la Iglesia defendía su fe y al pueblo pero en este caso no sólo está contra el pueblo al que confirma en el sometimiento a la mentira y las injusticia sino que está contra Dios.
Ahora no defiende nada y no sirve para nada sino para desparramar.
No toda ella pero si una parte importante, la Iglesia de la Publicidad, muchos se la juegan a que Cristo no vuelve pronto y, por ello, comen y beben y aceptan esta apostasía y no dicen nada sino que son como perros mudos a los cuáles hay que cortarles la cola para que hablen pero lo cierto es que por los frutos lo conoceréis y cada uno sabe los frutos de la Iglesia de la Publicidad en los últimos tiempos y que no son buenos.
Y así como la Iglesia se sentó sobre los poderosos de este Mundo para evitar el martirio muchos se han sentado sobre esta Iglesia y han aceptado que caigan sobre ellos todos los pecados de este mundo y de la mala Mujer haciendo de la Iglesia un dios y diciendo “¿dónde más podríamos ir?” Así no han seguido el ejemplo de San Atanasio y han quedado en el templo con los herejes porque aman más el templo que la fe.
Se han creído prudentes y han sido cobardes.
Se han puesto a pensar en lo que harían dentro de diez o veinte años y Dios les dice necios esta misma noche tu alma te será tomada.
Se han ido tras la vanidad de vanidades, tras lo secundario, se han ido lejos del Esposo, han sacado el cuerpo al martirio y a cualquier enfrentamiento por Cristo y se han hecho sicarios y cómplices de la ciudad de Satanás.
Pero no estoy hablando principalmente de los pequeños de este Mundo sino de los poderosos de este Mundo en cuyo bando ha querido ponerse la jerarquía para sobrevivir.
Y, entonces, hay algunos que gritan “quién como la Bestia” y otros que gritan “quién como Dios” y muchos que toman y beben y hacen planes para el futuro porque no creen que Cristo vuelve pronto y ello porque no creen que Cristo resucitó y por ello vana es su fe y no es verdadera fe.
¿Hallaré fe a mi regreso? ¿Fe en qué? En mi regreso.
Estos que han apostado de su fe y adulterado su religión y la Iglesia misma y lo hacen porque no creen, no tienen verdadera fe en Dios y porque se han puesto en la ciudad de Satanás a trabajar para las Bestias y los gobiernos bestiales.
Esta es la verdad por los frutos los conoceréis y esto no se cura ni se sana sino por conversión pero ante la presencia del martirio y ante una Iglesia que debería aceptar ser anonadada y perseguida y ser crucificada, éstos se han amado a sí mismos más que a Dios hasta el desprecio de Dios y ésta es la apostasía general y el retiro del katejón.
El pecado mortal por obra y palabra pero principalmente por omisión.
Los tiempos de martirio son los que separan al auténtico católico del que no lo es.
Ello no significa que les diga a los pequeños salgan del silencio y vayan a la batalla, no soy general y Cristo ha dicho “Huyan y no miren atrás”, huyan al desierto y la soledad, no se expongan en los medios.
Pero todo esto pudo evitarse y debió evitarse en gran medida, la Iglesia pudo llegar a un final como Benson y “El Señor del Mundo” lo describió y no a esta abominación de la desolación o como explicó el P. Castellani “la peor de las inmundicias”.
Pero en mi caso debo enseñar el Apocalipsis y el que no cree en que Cristo vuelve pronto y niega la Verdad que se vaya al diablo porque ya ha elegido un bando.