El Poder del Mundo. (Por Ángel Ortega)
Todo comienza en el lago de azufre, embrión del mal: "Apunta sus armas mortíferas, prepara sus flechas incendiarias. Mirad: concibió el crimen, está preñado de maldad, y da a luz el engaño." (Salmo 7, 14-15)

Por Ángel Ortega.
Para Adoración y Liberación.
La Historia que conocemos y que ha llegado a nuestros días está escrita por poderosos porque sólo la han podido plasmar los que han ganado honor y gloria. Tan sólo una de ellas ha trascendido más allá de los límites humanos, pero no ha sido escrita por ningún ganador de esos honores, sino por personas que le han dejado sus manos a Dios para escribirla.
Los perdedores de este mundo nunca han tenido plenos derechos ni verdaderas libertades; lo que el Mundo ve escrito por la pluma de uno que fue viviente es, lógicamente, el producto de un permiso del dueño del poder, que le ha ofrecido su honor.
Por mucho que se quiera ir a la fuente para beber verdad, el chorrillo que destila no tiene buen color y menos aún, buen sabor. Es parte de la contaminación a la que estamos expuestos.
Todo lo del mundo ha sido y es producto del maléfico poder de la época ¿Porqué muchos, incluso mentes muy preparadas para enseñar las reglas del buen hacer, caen en el engaño? Habrá que preguntárselo al mismísimo Dios, que siempre tiene respuesta para lo que tenga a bien contestarnos. Y, en este caso, como en todos, lo hace de manera sobresaliente, contundente, benévola y justa.
He aquí, pues, las letras que conforman su divina palabra y dispuestas en el bendito y correcto orden, nos traen Su celeste mensaje, el “a Dios lo que es de Dios”.
Todo comienza en el lago de azufre, embrión del mal: “Apunta sus armas mortíferas, prepara sus flechas incendiarias. Mirad: concibió el crimen, está preñado de maldad, y da a luz el engaño.” (Salmo 7, 14-15)
Esas flechas humeantes tienen una dirección y un destinatario, un administrador de ciertos asuntos, es un juego de valores, los del mundo o los del cielo. Y así, “con frecuencia, incluso a muchos de los que ejercen el poder, la influencia de los amigos a los que se les ha confiado la administración de los asuntos, los han empujado a desgracias irreparables, haciéndolos cómplices del derramamiento de sangre inocente; tales amigos manipulan la nobleza pura de los gobernantes con los falaces engaños que brotan de su maldad” (Ester 8, 12e-12f)
Ya tenemos el caldo de cultivo donde se realizan semejantes menesteres y la pringá del suculento y poderoso obsequio que se va a recibir a cambio.
Desafortunadamente hay muchas personas buenas que están agarradas por los tentáculos del poder satánico y que están intentando soltarse.
Es un trabajo épico, digno de un buen católico que quiere ir por el camino de la Verdad, alejado de las perversas flechas mundanas. Éste es uno de los trabajos que el Señor encomienda a sus vasallos, despertar a los dormidos, reintegrar en la grey a los alejados.
Porque quien todavía vea en el ser humano el camino para la salvación del mundo, debe cambiar urgentemente de parecer y, en todos los casos, necesitará la salvación de Dios a través del brazo de un hermano.
En las Sagradas Escrituras, una vez más, está presente el divino consejo del Creador, con una bellísima bienaventuranza: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras, que se extravían con engaños”. (Salmo 40 (39), 5)
Darle al César lo que es del Cesar, no se queda en la cara de la moneda, va más allá, al mismo poder que manda, y tampoco ahí el católico tiene algo que decir, porque la frase es contundente, no tiene peros ni porqués.
Nosotros no vamos buscando gloria humana ni poder ni halagos, solamente el resistir en comunidad los avatares del mundo para alcanzar la gloria que el Señor nos ha prometido.
Y, de nuevo, nuestro Dios, el único y verdadero, nos da la clave para alcanzar Su bendito favor: “El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura con engaño. Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Ésta es la generación que busca al Señor, que busca tu rostro, Dios de Jacob”. (Salmo 24 (23), 4-6)
Unamos hermanos nuestro amor en Cristo y demostremos de dónde proviene la única Verdad que debe alimentar al mundo.