Examen para seglares, párrocos u obispos, para discernir si padeces de avaricia, envidia o de soberbia. (Por Padre Ricardo Ruiz)

Extraído de la "Práctica del amor a Jesucristo." de San Alfonso María de Ligorio

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Por Padre Ricardo Ruiz

Para Adoración y Liberación

 

 

 

San Alfonso María de Ligorio.

“Práctica del amor a Jesucristo”

 

 

 

 

Cuatro señales para saber si tu trabajo por la Iglesia es por amor a Dios o por tu sola vanidad. 

 

 

I – Quien actúa sólo para Dios no se perturba en caso de fracaso, porque si Dios no lo quiere, él tampoco. 

 

II – Se alegra con el bien que hacen los demás, como si lo hubiese hecho él mismo. 

 

III – Sin preferencias para trabajos, acepta de buena voluntad lo que Dios le pide. 

 

IV – Teniendo cumplido su deber, no espera alabanzas ni aprobaciones de los demás. Por eso no se pone triste o critica si lo desaprueban, alegrándose sólo contentando a Dios.

Si acaso recibe algún elogio del mundo, no se envanece, sino que aleja la vanagloria, diciéndole: sigue tu camino, llegaste tarde porque mi trabajo ya está todo dado a Dios. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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1 comentario
  1. Alberto Ramón Althaus says

    Es completamente cierto lo que señala el santo, ahora, cuidado con extraer de ahí conclusiones que no corresponden.
    A la persona que hace el bien por otro se le debe agradecimiento porque sino uno es un desagradecido, se le debe reconocimiento porque sino uno se está comportando injustamente y, por otra parte, se puede estar apropiando de lo que Dios dio a otro como si fuera propio, sea ideas, sea trabajos.
    A los que hacen las cosas bien gobernando y dirigiendo a los hombres se les debe honor por allí viene el tema de honorarios porque antes no se le pagaba a los pretores pero se les debía reconocimiento.
    Que la persona no deba hacer las cosas más que pensando en el prójimo y en Dios no implica para nada sacar la conclusión de que el prójimo puede ignorar la condición del justo.
    Esto entra dentro de la religión, la piedad y el respeto.
    En materia de religión no hay forma como dice Pieper de pagar lo adeudado a Dios de manera que uno pueda decirle a Dios no te adeudo nada siempre va a existir esa desigualdad y no podemos hablar propiamente de justicia.
    La religión guarda cierta y señalo cierta relación con la justicia.
    Luego, está la piedad que implica una deuda que excluye toda posibilidad de compensación como se da en los hijos con los padres y que por ningún motivo se deja cancelar por ningún género de contraprestación.
    Los hijos deben ser agradecidos y obedecer a sus padres y honrarlos, honrarás a tu padre y a tu madre según los mandamientos.
    Después de Dios a quién más se debe es a los padres y a la patria y hay que rendir un culto a la patria que corresponde a la piedad.
    Y aquí volvemos al tema tratado y que desarrolla Josef Pieper siguiendo a Santo Tomás de Aquino y dice: debemos respeto interiormente vivido y exteriormente manifestado a aquellas personas que se distinguen por un cargo y una dignidad especial si no la han transformado en fuente de injusticias sino en fuente de justicia.
    Un ciudadano no puede pagar la virtud de administrar rectamente un cargo entendiendo por ello la facultad moral como espiritual de administrar rectamente un cargo.
    Por ejemplo, al juez, al catedrático, etc. se le debe cierto reconocimiento en honor que se le rinde porque su tarea se relaciona íntimamente con el bien común político o religioso.
    Hay prestaciones que no pueden ser objeto de coacción pero ello no implica que haya que dejar de demonstrar agradecimiento y reconocimiento porque sino uno se vuelve un ingrato y un bruto.
    Por lo cuál si bien la actitud del santo con respecto al mundo es tal como se señala anteriormente eso no significa que de ella debamos deducir la actitud del católico con respecto al santo deba ser de no reconocimiento ni agradecimiento.
    Ello no lo enseñan muchas veces pero vuelve a los hombres indiferentes y brutos en la expresión y comprensión de la conducta debida al otro.
    El católico debe agradecer y reconocer a: I. Quien actúa sólo para Dios.
    Agradecer y reconocer a quién II – Se alegra con el bien que hacen los demás, como si lo hubiese hecho él mismo.
    Agradecer y reconocer a quién III – Sin preferencias para trabajos, acepta de buena voluntad lo que Dios le pide.
    Agradecer y reconocer a quién IV – Teniendo cumplido su deber, no espera alabanzas ni aprobaciones de los demás. Por eso no se pone triste o critica si lo desaprueban, alegrándose sólo contentando a Dios.
    Agradecer y reconocer a quién: Si acaso recibe algún elogio del mundo, no se envanece, sino que aleja la vanagloria.
    Es decir, la santidad del santo no exime al resto del respeto debido y reconocimiento debido al santo.
    No es que el católico actúa bien si no se interesa ni reconoce la labor del otro sino que actúa mal y puesto que hoy no hay muchos hombre justos es conveniente que para que existan más hombres justos empiecen por ser agradecidos y reconocer lo que el otro ha dado a la comunidad no sólo por amor al otro sino principalmente por amor a Dios y a sí mismo.
    El agradecimiento y reconocimiento de lo bueno en el otro es una acción que puede ser buena y hecha por amor a Dios es meritoria.
    Puede ser la palabra de aliento dada oportunamente y la actitud paternal de quién sin sobreproteger sabe permitir por medio del amor y el don de la prudencia que surja la palabra adecuada en el momento indicado para ayudar al hermano y colaborar en la formación de una comunidad que es capaz de mostrar respeto y colaborar en la obra de salvación de Dios porque Dios quiere que colaboremos en la obra de salvación.
    La indiferencia es una injusticia y una crueldad que el santo deba soportarla no exime de culpas a aquellos que han generado tan grave injusticia contra él y contra Dios, que Dios haga que de este mal el santo saque un bien no dice nada en contra de la injusticia cometida y quiénes la llevaron a cabo.
    Por eso hay que enseñar todo y no una parte.

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