Los mártires de septiembre

AyL Redacción
La Constitución Civil del Clero del 13 de abril de 1791 fue condenada como herética, cismática y sacrílega: herética porque negaba implícitamente la autoridad del Soberano Pontífice; cismático porque separó la Iglesia de Francia de Roma y la redujo a una Iglesia nacional; sacrilegio por las reformas que pretendía imponer a la Iglesia y al clero.
Existe una estrecha relación entre la negativa a prestar juramento a la Constitución Civil del Clero y las masacres de septiembre. El honor de los sacerdotes fieles no podía corromperse con la amenaza de ser asesinados. Las facciones revolucionarias, irritadas, habían decidido eliminar a los líderes de esta resistencia. Entre el 11 y el 30 de agosto de 1792, más de 250 sacerdotes fueron encarcelados en diversas cárceles de París: algunos en el Carmelo, otros en La Force y otros en Saint Firmin.
Entre los prisioneros se encontraban tres prelados, el Superior general de los Maristas, el Superior de los Eudistas, el Secretario General de los Hermanos Cristianos, párrocos, benedictinos, jesuitas, franciscanos, capuchinos, sulpicianos y otros. Dios quiso que todas las clases del clero secular y regular estuvieran representadas en el Día del Testimonio Supremo.
Estos hombres no eran conspiradores, no habían traicionado a su país. Simplemente se habían negado a jurar una Constitución Civil del Clero que les pedía aceptar los principios de la Revolución Francesa. Para un sacerdote, firmar esta Constitución equivalía a entregar la Iglesia al Estado. Su conciencia no podía permitirles hacer eso. Y así prefirieron morir, haciéndose eco de las valientes palabras del obispo de Sens: “Si Dios nos permite perecer por tan buena causa, alegrémonos. ¡Significa que hemos sido considerados dignos de sufrir por él!
En la tarde del 2 de septiembre, turbas revolucionarias irrumpieron en estas cárceles gritando a los sacerdotes: “¡Presten juramento! Cuando se negaron, los masacraron con pistolas y espadas. La mayoría de los cuerpos fueron trasladados al cementerio de Vaugirard, donde el día anterior se habían preparado grandes tumbas. Algunos de los cuerpos fueron arrojados a un pozo del monasterio carmelita. Posteriormente se realizaron registros y se encontraron un gran número de cráneos y huesos con las marcas de los golpes recibidos, como se puede comprobar en la cripta de la iglesia del Carmelo de París donde se conservan.
Los Mártires de Septiembre no son olvidados después del Terror. En 1798, Pío VI les dio el nombre de “coro de los mártires”. El 17 de octubre de 1926 el Papa Pío XI beatificó 191.
¡Honor a este “coro de mártires”!
Recitemos para ellos una docena de rosarios o un de profundis.