Delante de Dios. Por Juan Cicconi

En los evangelios encontramos con frecuencia el escándalo y Cristo llama bienaventurado a aquel que no se escandalice de Él

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Por Juan Cicconi

Para Adoración y Liberación

 

 

 

Cristo nos ha revelado una comunicación de existencia, y esta revelación debió ser gradual, pedagógica, porque el cristianismo es muy elevado para el hombre. Por ello la razón humana tiene que humillarse ante lo que no puede penetrar. De este modo la eternidad se ha asegurado de que el hombre no oponga lo divino que hay en él frente a Dios, como ha ocurrido y ocurre actualmente.

Por eso la eternidad preserva el cristianismo con tres grandes defensas: el absurdo, la paradoja y la posibilidad del escándalo.

El cristianismo nació desde lo eterno, no puede ser comprendido, debe ser creído, y algo podemos conocer acerca de él solo por revelación. La paradoja es caminar en medio de contrarios, las posiciones en el cristianismo son contrarias para la mente humana, de ahí el consejo para los hombres pasados, presentes y venideros: “El que tenga oídos para oír que oiga”.

Las relaciones con Dios y con los hombres son de amor: misericordia y justicia, porque en esto es en lo que se complace Dios.

En los evangelios encontramos con frecuencia el escándalo y Cristo llama bienaventurado a aquel que no se escandalice de Él. El escándalo llevó a matar a un hombre enviado por Dios, en el nombre de Dios y creyendo prestar un servicio a Dios; aquí se han hecho presentes el absurdo, la paradoja y el escándalo.

Las relaciones entre los hombres son de admiración o de envidia y las relaciones entre Dios y los hombres son de adoración o escándalo. O se cree en Dios o surge el escándalo, de ahí la fe.

La fe no es lo contrario de la virtud como sostienen los paganos, no lo contrario de la fe es el pecado, como enseña el Apóstol en su carta: “Todo lo que no procede de la fe es pecado” (1). Este es uno de los conceptos que precisa claramente la firmeza del cristianismo.  Esta típica oposición cristiana entre pecado y fe no es otro que el cristianamente decisivo encerrado en esta expresión: “delante de Dios”, porque se peca cuando delante de Dios y desesperadamente no se quiere ser uno mismo, o cuando también de una manera desesperada y delante de Dios se quiere ser uno mismo.

El pecado es una determinación del espíritu, por ello es una obstinación contra Dios y una desobediencia que desafía abiertamente sus mandatos divinos.

Y lo grave es la terquedad humana que insolentemente ignora o pretende ignorar que el yo humano, en lo concerniente a sus deseos e ideas más secretos le debe a Dios una obediencia profundísima, de suerte que todo él tenga que ser oídos y docilidad para captar y cumplir con absoluta prontitud la menor señal  de la voluntad divina en cualquiera de sus designios respecto de ese nuestro yo humano.

 

Lo que suele acontecer en el mundo es que el hombre empieza pecando por fragilidad o debilidad y enseguida, de una manera desesperada, convierte todo en una justificación legal, o desesperado se vuelve a hundir todavía más en el pecado. Por eso todo pecado es desesperación y todo pecado es precisamente delante de Dios.

Consideremos que el escándalo ampara al cristianismo contra toda especulación y la posibilidad del escándalo se encuentra en la siguiente realidad: que un hombre individual exista delante de Dios y en segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, que el pecado del hombre haya de ocupar a Dios.

 

Este enfrentamiento decisivo del hombre individual con Dios es algo que nunca entrará en una cabeza especulativa. Por eso la especulación no hace más que universalizar el pecado volviéndolo insignificante y quitándolo delante de Dios se ha buscado tener expedito el camino de una sabiduría inferior. Recordemos que el dominio del demonio sobre los hombres viene por el pecado.

Algunos hombres se han escandalizado, con frecuencia, del cristianismo por sus muchas oscuridades sombrías, por su enorme rigorismo, etc.  Pero en realidad lo que hace que los hombres se escandalicen del cristianismo es su gran elevación, porque su medida no es una medida humana y porque pretende convertir a los hombres en algo tan extraordinario que a estos no les puede caber en la cabeza. De manera que es insegura e inútil toda defensa del cristianismo basada en dejar fuera el escándalo.

Esto fue posible porque se olvidó por completo, necia e insolentemente, la propia enseñanza de Cristo, quien muchas veces y lleno de honda preocupación nos advirtió contra el escándalo, haciendo hincapié en su posibilidad y en su necesidad.

El cristianismo nos enseña que todo hombre individual existe delante de Dios y que puede hablar con Dios siempre que quiera, seguro de que Dios lo escuchará. Si a este hombre individual se le ofrece la oportunidad de vivir en la relación más íntima con Dios, esto nos enseña precisamente que este hombre individual existe delante de Dios, y todo esto después de que Dios vino al mundo por él, tomó carne humana, padeció y murió.

¡Y este Dios sufriente, casi poniéndose de rodillas, le ruega a ese hombre individual, que tenga a bien aceptar la ayuda que se le ofrece! Desde luego, si hay algo capaz de hacer perder la razón a un hombre es precisamente eso.

¿Quién, de no tener el coraje humilde de atreverse a creer, no se escandalizará?

Pero ¿por qué se tiene que escandalizar? Muy sencillo, porque todo eso es demasiado alto para él, no le puede caber en la cabeza.

El escándalo es una admiración desgraciada, por eso está emparentado con la envidia, pero esta es una envidia que se vuelve contra uno mismo y se ensaña contra uno mismo todo lo que puede. De manera que la estrechez de corazón, caracteríztica del hombre natural, es incapaz de someterse a lo extraordinario que Dios tenía destinado para él. Así es como se escandaliza.

El cristianismo es la religión del misterio y ser amado por Dios y amar a Dios es sufrir.

Un amor infeliz es una existencia infeliz, porque la relación con lo religioso siempre es la de un amante desgraciado, y en la nostalgia de lo religioso a veces se va consumiendo la fe.

Porque ¿Quién puede soportar humildemente lo extraordinario en lo común humano?

1-Romanos 14, 23

 

 

Nota

San Pablo escribió una breve suma teológica (1), sin embargo, en sus cartas nos manifiesta sus padecimientos: el aguijón en la carne y un ángel de Satanás que lo abofetea(2).

Y nos relata, además, lo que expresaban quienes escuchaban sus prédicas: “Sus cartas, dicen, son graves y fuertes; más su presencia corporal es débil, y su palabra despreciable” (3).  Toda una enseñanza a fin de que el hombre no oponga lo divino en él ante Dios.

 

1- Gálatas 1,11-24

2-II Corintios 12, 7-10

3-II Corintios 10,10

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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1 comentario
  1. Alberto Ramón Althaus says

    Por supuesto, estamos diciendo que la gran mayoría de los que hoy se llaman “católicos” entraron en la herejía bergogliana que consiste en apoyar por palabra, obra y omisión a la agenda 2030 y al nuevo orden global con el dinero en misa y con el apoyo de nombrarlo a Bergoglio como papa en misa entre otras cosas. Se refiere a un apoyo dado a los neo paganos de la masonería cabalistas, a la agenda para el gran reinicio y al intento de armar un imperio o gobierno global y una Iglesia global ecuménica. Señalamos como herejes a los que están unam cum Bergoglio y su jerarquía en la que puede ser parte de la última apostasía general y que, evidentemente, es ya una apostasía general y un misterio de iniquidad.

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