Segugio.it se burla de la Última Cena: ahora una ley para defender lo Sagrado del incivismo de los consumidores. Por Andrea Cionci
Cada vez es más necesaria una ley que proteja seriamente los símbolos religiosos (de cualquier culto) de usos distorsionados y comerciales, disfrazados de "libertad de expresión".

Por Andrea Cionci
Para Adoración y Liberación
Traducción autorizada Maria Luisa Perez Gherlone
19 de marzo de 2023
“No hablen de ello, de lo contrario harás publicidad”: una frase insoportable que no nos pertenece. Así, discutimos abiertamente el anuncio del sitio de comparación de productos financieros Segugio.it, en transmisión desde agosto, que no hace otra cosa que burlarse de la Última Cena, mofándose de millones de católicos y explotando con fines lucrativos no sólo el episodio evangélico más dramático desde la Crucifixión, sino también la cultura religiosa nacional. AQUÍ
Después del anuncio sobre pedos en el coche, de 2021, también de muy buen gusto, siguió el nuevo truco exquisito, de nuevo sobre el tema de la “compañía equivocada”.
La cena en la que Jesús “partió el pan y se lo dio a sus discípulos” se relata así: ”Oh, ¿sientes lo cremoso que está? Esta pasta es un milagro, ¡oh!”, gime San Bartolomé (?)”. “¿Pero cuántos huevos se ponen en una pasta carbonara para 13 personas?”, pregunta otro Apóstol muy gruñón, hasta que, Judas exclama: “Sí, pero esto es tocino, no manteca, eh, vamos…”. Y San Juan concluye: “Mamma mia, Judas, ay, pásame el vino…”.
Quizá el Salvador se sintió más ofendido por la tristeza de las bromas que por la parodia firmada por la agencia H-57 Creative Station, dirigida por Saku, y aprobada por el director creativo Matteo Civaschi y el director general Marco Dalbesio.
¿Creen que algún obispo protestó? Difícil esperarlo de una Iglesia cuyo gobernante ilegítimo (el Papa Benedicto nunca abdicó, pero lo impidió AQUÍ
afirma que “Jesús se convirtió en diablo” y que acoge el concierto de Blanco en la Plaza de San Pedro. Al fin y al cabo, los tiempos han pasado desde aquel 1979 en el que el lema “No tendrás otros jeans que yo” apareció en la entrepierna de una mujer. El truco fue de Oliviero Toscani, con fotografía de Massimo Mazzucco, (que hoy habla mal de Ratzinger), y desató el Osservatore Romano hasta el punto de hacer retirar el anuncio. El comentario de Pasolini quedó para la historia: “… si el fascismo ni siquiera arañó a la Iglesia, hoy el neocapitalismo la destruye”.
El poeta es citado por Diego Fusaro en su valioso “El fin del Cristianismo” (Piemme 2023) donde leemos: “La estrategia publicitaria de la civilización del consumo, que al principio sólo profanaba lo sagrado transformándolo en una mercancía entre otras muchas, tiende ahora a pasar a una ridiculización abierta, a veces violenta, en detrimento de lo sagrado”.
La única que reaccionó ante el episodio fue la Unione di Centro – Liguria, que presentó una denuncia ante la Fiscalía de Génova el pasado mes de noviembre. Impugnamos la violación del artículo 404 del Código Penal”, explicó el abogado Maurizio Tonnarelli, “que castiga el vilipendio de las religiones y, en este caso, de la Última Cena, que representa el núcleo de la religión católica”. Aunque se trata de un fresco que podría no parecer un objeto de culto, creemos que en este caso lo es porque se encuentra en la basílica de Santa Maria delle Grazie de Milán, por lo tanto dentro de un lugar sagrado’.
Evidentemente un lavado de cara – al menos por ahora – ya que el anuncio circula libremente. El Istituto di Autovigilancia Pubblicitaria declaró que el anuncio presentaba “criticidades” evidentes, pero como el anunciante no tiene intención de responder por él, “el caso está cerrado”. Desde Oltre Tevere, el único comentario vino de Marco Tarquini, redactor de Avvenire, que, aunque molesto, respondió a un lector encogiéndose de hombros: “He decidido suprimir “Segugio” de mis opciones de consulta y compra”. (¿Y qué se podía esperar?). Ciertamente, castigar estos atropellos con el consumo consciente es lo mínimo, pero no basta. Hacen falta furibundas acciones legales y paladas de descrédito mediático. Estas empresas sólo nos escuchan cuando se trata de dinero.
Tomemos ejemplo de otras religiones. Piensen qué habría pasado si hubieran puesto un anuncio de Sidol con el rabino sacando brillo al candelabro de siete brazos, o de Scottex suministrando pañuelos a los judíos en el Muro de las Lamentaciones. O quizá del paño para limpiar el suelo de La Meca.
El anuncio de Segugio parece una auténtica escabechina contra los únicos que no reaccionan: los católicos.
Por cierto, los de Emulsio ya han utilizado el trapo antipolvo, con el cura que dice: “Polvo eres y polvo no volverás”, mientras limpia un altar; Lavazza ya ha propuesto una larga y conocida serie de anuncios con San Pedro el catador de café, y Bronchenolo, en su anuncio, ha administrado jarabe para la tos como si fuera la Eucaristía.
Siguiendo la dinámica cada vez más dinámica, la próxima vez quizá debamos esperar un anuncio con la Verónica usando XXX blanqueador sobre el Velo, o quizá el anuncio de YYY pistola de clavos para la Crucifixión.
Es suficiente, ¿no?
Cada vez es más necesaria una ley que proteja seriamente los símbolos religiosos (de cualquier culto) de usos distorsionados y comerciales, disfrazados de “libertad de expresión”.
¿Habrá algún congresista sin miedo a ser criticado y quedar como un “intolerante”?