Funeral de Benedicto XVI: cómo el Papa Ratzinger despejó la niebla. Por Andrea Cionci

Por Andrea Cionci
Para Adoración y Liberación
Traducción autorizada Maria Luisa Perez Gherlone
06 de enero de 2023
Estos últimos nueve años han estado salpicados de fenómenos atmosféricos extremadamente sorprendentes que, desde la perspectiva de la fe, parecerían manifestaciones inequívocas de lo Divino. Desde el rayo que cayó sobre la cúpula de San Pedro el día de la Declaratio, pasando por el viento que censuró a Bergoglio cuando dijo que Dios se mancha con el pecado y que destapó la tiara papal en la (mal entendida) despedida desde Castelgandolfo AQUÍ , hasta la extraña cruz luminosa que apareció en el cielo (la foto parece auténtica) y la densa niebla -bastante inusual en Roma- que envolvió la basílica de San Pedro durante el funeral del Papa. Para la mayoría de los fieles, la Magna Quaestio sigue envuelta en la niebla de la duda y la ambigüedad. El arzobispo Gaenswein está “estresando” el código Ratzinger volviendo locos a los una cum con frases super anfibológicas como:
“La renuncia era válida, Benedicto no podía dirigir la Iglesia”.
Es decir, la renuncia a “hacer” el papa fue efectiva, (y esto desde luego no le hizo dejar de “ser” papa).
“Algunas personas hacen polémica aferrándose a las palabras y esto fue una ofensa al Papa Benedicto”.
Las polémicas sobre las palabras son los que pensaban que ministerium podía ser sinónimo de munus y que la renuncia de Benedicto podía valer como abdicación. Esto condujo a la afrenta de un cónclave inválido y a la elección de un antipapa con nueve años de trono petrino usurpado.
“El Papa se llama Francisco”.
Al papa se le llama Francisco, se le señala, pero no lo es.
“Benedicto ha renunciado al pontificado”.
Benedicto ha renunciado al pontificado, según el otro significado de la palabra, como encontrará en el Treccani: no al “cargo” de papa, sino al período de ejercicio del poder papal. Exacto, el ministerium mismo.
No es casualidad que el arzobispo Gaenswein tuiteara hace unas horas las palabras de Benedicto: “Permanece firme en la fe, ¡NO SE DEJEN CONFUNDIR!”. Sin embargo, tantos han sido desestabilizados por estos “patrones” puramente conocidos del código Ratzinger.
Sorprendentemente, el Papa Benedicto pidió explícitamente que Joe Biden, el turbo-abortista (no casualmente) amigo de Francisco que incluso recibió permiso de él para recibir la Eucaristía, no fuera invitado a su funeral.
Sin embargo, es el ACTO NOTARIAL que fue encerrado en la urna del Papa, preparado con toda probabilidad por el propio Benedicto, a hablar clarísimo, especialmente a través de lo no dicho: el habitual “dum tacet clamat” .
El texto recorre la biografía del Papa Ratzinger hasta llegar al punto crucial: “En la mañana del 11 de febrero de 2013, durante un Consistorio convocado para las decisiones ordinarias sobre tres canonizaciones, tras la votación de los cardenales, el Papa leyó en latín la siguiente declaración: “Bene conscius sum hoc munus secundum…”. A continuación figura el texto íntegro de la Declaratio, en latín. Entonces, la hazaña continúa: “En la última Audiencia General del pontificado, el 27 de febrero de 2013, al agradecer también a todos y cada uno el respeto y la comprensión con que había sido acogida su decisión, aseguró: «Seguiré acompañando el camino de la Iglesia con la oración y la reflexión, con esa entrega al Señor y a su Esposa que he tratado de vivir cada día hasta ahora y que quisiera vivir siempre». Tras una breve estancia en la residencia de Castel Gandolfo, vivió los últimos años de su vida en el Vaticano, en el monasterio Mater Ecclesiae, dedicándose a la oración y la meditación”.
¿Alguna mención a la renuncia al papado? ¿Sobre la abdicación?
No, nada, cero.
Sólo se cita la Declaratio como tal, en latín, precisamente porque en ella ya está todo escrito, a saber, que el Papa Benedicto, en una sede totalmente impedida (c. 335) se dedicaría a la oración y a la meditación, continuando ejerciendo su ministerium sólo de modo inmaterial, espiritualmente, “sufriendo y rezando”, como escribió en la Declaratio. Esto fue permitido por el canon 333.2 donde dice que el papa puede ser papa de cualquier manera que elija.
Pero lo que salta a la vista con lapidaria claridad es que si efectivamente hubiera realizado ese acto de abdicación raro y sin precedentes en siglos, obviamente se habría explicitado en la escritura con letras claras: “El 11 de febrero de 2013 renunció al papado”. Obvio, ¿no? ¿Le parece que en un texto biográfico tan conciso se puede dejar a la posteridad que se devane los sesos sobre lo que significó la Declaratio?
Llama la atención, pues, la elección de las lecturas de la misa, que no son las del día, sino que fueron elegidas por el propio Papa Benedicto, según confirma Repubblica De hecho, no forman parte ni del Leccionario de Difuntos ni del ordo Exequiarum.
En primer lugar, la primera lectura es de Isaías, el libro que es citado junto con Jeremías por Benedicto a través del arzobispo Gaenswein en uno de los códices Ratzinger más sensacionales hace unos meses en Lumsa. En Jeremías, como recordarás, leemos “Yo soy impedido”
En esta lectura de Isaías dice en cambio:
“Todavía un poco de tiempo, y el Líbano se convertirá en un huerto, y el huerto será considerado como un matorral. Aquel día los sordos oirán las palabras del Libro; liberados de la oscuridad y las tinieblas, los ojos de los ciegos verán”.
Y el salmo: “Delante de mi preparas una mesa ante los ojos de mis enemigos.
A continuación, la Segunda Lectura del Apóstol San Pedro: “…ahora es necesario que, por un poco de tiempo, seáis afligidos con diversas pruebas, para que vuestra fe, puesta a prueba… retorne para vuestra alabanza, gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo.
Por no hablar del Evangelio, también elegido ad hoc, donde leemos: “El velo del templo se rasgó por la mitad”.
Todo apunta a un cambio radical de situación, (el huerto pasa a ser bosque, y viceversa) tras un periodo de sufrimiento que pone a prueba la fe, gracias a una revelación que rasga el velo. Todo esto está al alcance de la comprensión de cualquiera.
También Bergoglio le ha dado su propio giro -como siempre- para hacernos entender la verdad. De su sermón, recitado a regañadientes de forma incomprensible -al menos desde la plaza-, Tg1 dijo que algunas partes estaban tomadas de las encíclicas de Ratzinger, pero Bergoglio no lo citó. Confirmado por Repubblica: “Francisco citó cuatro veces a Benedicto -la encíclica Deus Caritas est, la homilía de la misa crismal y la de la misa de inicio de pontificado- SIN NECESIDAD DE EXPLICITAR LA REFERENCIA”. ¿Cómo se llama la cita no explícita de palabras ajenas? En nuestra casa es un “copy paste” abusivo para contentar a los amigos de Benedicto presentes. Resulta humillante, pues, que de las 4.874 líneas de homilía, sólo 168 (el 3,4%) estuvieran explícitamente dedicadas al Papa Benedicto. Otro paso en falso para el antipapa que, habiendo tenido que ceder ya en los últimos deseos del Pontífice respecto a las exequias papales, estratégicamente, debería al menos haber fingido un gran afecto y devoción por él. En cambio, era visible toda la intolerancia, hostilidad y miedo -bien fundada- hacia el difunto Vicario de Cristo. El Santo Padre Ratzinger tenía razón al hablar de su “amistad personal” con Francisco: personal, unidireccional, sólo suya y no compartida.
No queremos parecer irreverentes, pero de hecho hemos pasado del Secreto de Fátima al Secreto de Pulcinella: todo el mundo lo sabe, todo el mundo lo ha entendido, incluso muchos blogs “una cum” que ahora se afanan por encontrarse en el lado correcto, aunque conservando los habituales tonos despectivos hacia el escritor. Sólo falta que los pobres periódicos y telediarios corten y cosan las entrevistas de monseñor Gaenswein para intentar anular sus códigos Ratzinger, por ejemplo cuando le hacen decir “el papa es Francisco” recortando lo que había antes, probablemente algo así como “No hay duda de que…” o “Todo el mundo sabe que…” expresiones que dan sentido anfibológico a la frase.
El mainstream presiona como un desesperado sobre la ya agotada narrativa del papa abdicatario, pero todo será en vano: muchos, demasiados, se han dado cuenta de que está a punto de producirse un cataclismo. Por fin.