El Tribunal de Estrasburgo condena a Bélgica por no proteger a una víctima de la eutanasia
La persona a la que fue practicada la eutanasia estaba físicamente sana y el psiquiatra que le había tratado durante más de 20 años dudaba de que cumpliera con los requisitos de la ley de eutanasia belga.

Agencias AyL
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictado una sentencia contra Bélgica por haber autorizado la aplicación de la eutanasia a Godelieva de Troyer, quien murió por inyección letal en 2012, a los 64 años.
La víctima había sido diagnosticada de una depresión «incurable» y fue llevada a la muerte sin que lo supieran sus familiares, empezando por su hijo, Tom Mortier, que es quien ha llevado el caso ante la justicia.
Según el tribunal, Bélgica violó el Convenio Europeo de Derechos Humanos, que establece que el derecho de toda persona a la vida debe estar protegido por la ley, y a pesar de ello no examinaron adecuadamente las alarmantes circunstancias que condujeron a esta muerte provocada.
La persona a la que fue practicada la eutanasia estaba físicamente sana y el psiquiatra que le había tratado durante más de 20 años dudaba de que cumpliera con los requisitos de la ley de eutanasia belga. Sin embargo, ni el oncólogo que le administró la inyección letal ni el hospital donde se llevó a cabo la eutanasia informaron a su hijo ni siquiera de que estaba considerando inducir la muerte de su madre.
Éste se enteró el día después de que pusieran fin a la vida de Godelieva de Troyer cuando el hospital le pidió que hiciera los arreglos necesarios para hacerse cargo del cadáver y los efectos personales de su madre.
En el juicio se ha descubierto que el mismo médico que le administró la inyección letal también es copresidente de la Comisión Federal encargada de aprobar los casos de eutanasia, incluido este, lo que demuestra un claro conflicto de intereses.
En Bélgica mueren legalmente unas siete personas diarias por eutanasia.
Se puede percibir cierto gnosticismo incipiente en la conferencia de la teología mística sobre el pseudo Dionisio del Pbro. Dr. Ignacio Andereggen (Centro Pieper) con la cuál no podemos menos que disentir pues existe un pequeño exceso en la posición intelectualista que no parecería darle la importancia debida a la teoría hilemórfica, por la cual, no sólo la parte formal o esencia es importante sino que en la creatura humana es importante la materia y el cuerpo.
En ese sentido, el alma sola no es persona humana sino que para que exista persona humana es necesario que exista cuerpo y alma por allí la relación que existe con la encarnación de Cristo y con la resurrección de Cristo y de todos los muertos después de la segunda Venida.
La materia en la teoría hilemórfica tiene una gran importancia porque permite que se multiplique la cantidad de personas, así en Dios que es inmaterial hay una sola naturaleza divina y tres Personas divinas, en los ángeles, que son inmateriales, la división de las personas angélicas se produce en la esencia pues los ángeles difieren unos de otros por la esencia que es potencia y no acto.
En Dios no hay una división de esencia existencia.
Dios no tiene esencia sino Ser aunque se habla de naturaleza divina no se habla de esencia divina.
Hay que tener presente que la esencia se relaciona con la potencia y el ser con el acto y que la potencia implica capacidad de recibir el acto, por ello, los ángeles se diferencian por la esencia y en Dios no puede haber una esencia pues supondría que en Dios es creado lo que es imposible porque Dios es Acto Primero y es Ser.
En el hombre se comparte una misma naturaleza humana y una misma esencia y lo que se multiplican son las personas humanas.
La persona es sujeto individual de naturaleza racional y es lo más elevado de la Creación.
Posiblemente Dios se ha preocupado más de crear personas que de crear naturalezas y esencias.
Lo que le interesa a Dios es la persona y el trato personal con Dios.
El trato de persona a persona se funda en el amor y en la contemplación.
Ahora, existe una cierta necesidad en las creaturas humanas de reconocer su particular constitución corporea para no rebelarse en lo que es y para conocerse a sí misma y sus límites.
Si se señala la Eucaristía como el sacramento principal, lo principal del mismo es su recepción y no puede ser recibido más que corporalmente, los accidentes de la Eucaristía hacen que parezca pan y vino pero la sustancia es Cristo mismo.
De allí, que Santo Tomás de Aquino haya señalado que lo principal en la Eucaristía es manducar o comer el cuerpo de Cristo.
Los sacramentos son lo que significan, o sea, cuando se señala que hay que comer la Eucaristía para recibir el cuerpo de Cristo eso significa que hay que comerla para recibir el cuerpo de Cristo y a Cristo mismo.
La contemplación no sustituye la acción misma de manducar o comer, no puede hacerse una comunión por medio de la contemplación y de lo intelectivo sin aceptar comer el cuerpo de Cristo.
La Eucaristía es algo que tiene un cuerpo y que debe comerse de la misma manera que a Cristo le fue dado un cuerpo para el sacrificio en la Cruz y que no fue una cuestión contemplativa sino principalmente amorosa, nadie ama más a sus amigos que el que da la vida por sus amigos.
Por lo que en la santa Misa cuando se actualiza el sacrificio incruento de Cristo en la Cruz no es principalmente una cuestión contemplativa sino amorosa.
El sacrificio no es un acto de conocimiento de Dios sino un acto de amor de Dios.
Recibimos el ser creado no por un acto de conocimiento sino por un acto de amor de Dios y la salvación es un acto de amor de Dios y el poder participar de la vida divina y conocerlo es un acto de amor de Dios.
Es evidente que a un acto de amor debemos responder en primer lugar con otro acto de amor, una vez que hemos respondido con amor al Amor de Dios recién estamos en condiciones de participar de la visión beatífica, por la santidad participaremos de la visión beatífica en el Cielo que será nuestra felicidad perfecta.
Pero es el amor a Dios y el amor de Dios el que abre las puertas al conocimiento experiencial de Dios.
Esto es un misterio pero lo principal para el crecimiento de la santidad no está dado en este mundo por la parte contemplativa sino por la parte afectiva, es el crecimiento en el amor de Dios y al prójimo el que va a permitirnos conocer a Dios y contemplarlo.
Por supuesto, que para crecer en este amor es necesario crecer en el conocimiento pero el amor es la base sobre la que crece el conocimiento.
¿Qué es primero amarte o conocerte? Se pregunta san Agustin.
Lo primero es ser y somos por el amor de Dios a la creatura y somos llamados a conocer a Dios pero porque fuimos amados por lo que primero es el amor y, luego, el conocimiento y, luego, ir creciendo como lo hizo Cristo en amor y conocimiento de Dios si bien Cristo tuvo la visión beatífica desde un principio tuvo que crecer como hombre.
Para crecer en la contemplación es necesario crecer en el amor pero también para crecer en el amor es necesario crecer en el conocimiento experiencial.
En esta vida terrenal es superior amar a Dios que conocerle porque por la gracia uno puede llegar a amar lo que todavía no se conoce más que en la oscuridad, es más el crecimiento de la santidad se da principalmente por el amor.
No se pide una comunión más contemplativa sino más amorosa si es más amorosa será más contemplativa pero la contemplación la da Dios como un don y no la produce el hombre pero puede el hombre predisponerse para la contemplación y la forma de hacerlo es principalmente por el amor.
La contemplación es el fruto de los dones del Espíritu Santo de inteligencia y sabiduría que exige el crecimiento del amor porque el Espíritu Santo es Amor del Padre al Hijo y por el Hijo a quiénes son hechos hijos adoptivos del Padre pero la contemplación como los dones de sabiduría e inteligencia, no son de moción humana sino de moción divina, no son algo que el hombre decide hacer en un preciso instante sino algo que Dios hace en el hombre cuando considera adecuado hacerlo que generalmente es cuando el hombre está ya amorosa y ardientemente ordenado a Dios y ha comenzado el camino de los aprovechados.
Aunque puede haber una contemplación incipiente en el iniciado o el remiso como señala Andereggen.
Este conocimiento experiencial de Dios que se da por los dones de sabiduría e inteligencia no es un conocimiento racional y por medio de ideas, porque las ideas son entes de razón, son creaturas y no el Creador, por lo que la contemplación de Dios si bien puede ser buscada sólo Dios puede darla cuando quiere, o sea, cuando es conveniente para el hombre recibirla.
La contemplación de Dios no es algo que se recibe a fuerza de razonar, de estudiar o de buscar conocimientos sino que es algo que Dios da en cuanto el hombre se santifica y ama, no tiene que ver con ideas humanas y conocimientos humanos sino con el organismo sobrenatural de la gracia que si bien es creatura divinizada no es el alma del hombre sino que forma como una segunda naturaleza en el hombre que ha sido dispuesta para que por ella el hombre pueda participar muchas veces en germen de la vida divina en la tierra, o sea, de la visión beatífica.
Frente a los dones lo que debe hacer la persona es no interferir y esperar y pedir sabiendo que la contemplación no depende de ella sino que es de moción divina, mientras, que en el caso de la virtud sobrenatural del amor hay mociones meritorias humanas por las que puede ir creciendo en santidad.
Entonces, si en esta vida es mejor amar a Dios que conocerlo es evidente que la contemplación es un correlato del amor, por lo cuál, la contemplación de Dios que no tiene que ver con la capacidad de razonar ni con los conocimientos sino que se relaciona con inteligir o leer dentro, es algo experiencial y no ideas o entes de razón y depende de la decisión de Dios de darse a conocer y de la disposición amorosa de la creatura humana que se abre al conocimiento experiencial de Dios o personal de Dios.
Por lo cuál la forma de acercarse a la Eucaristía tiene más relación con el amor que con el conocimiento de Dios.
El hombre se dispone más a este conocimiento experiencial por el amor, por los sacramentos y la santa Misa que por la lectura y estudio de libros sin que cierto catecismo sea necesario para amar a Dios, un catecismo que le es dado al hombre como le es dada la vida gratuitamente pero que debe perfeccionarse en los sacramentos sin los cuales la contemplación sería imposible y sin que ello signifique que el estudio y profundización en la mística y la guía espiritual no sean convenientes en el camino del amor y de la santidad.
Pero el amor intenso puede suplir la falta de conocimientos y no sucede a la inversa.
Por ello Santo Tomás de Aquino enseña que un buen teólogo puede ser un mal hombre.
Por supuesto, que un teólogo que se despreocupa del estudio no puede ser un buen hombre con lo que un mal teólogo o un obispo o sacerdote ignorantes que han cedido a la pereza en el estudio ya son malos hombres pues tiene pereza.
Pero lo que falta en el natural puede ser suplido por Dios cuando habiendo sido removido el pecado y pasada la noche oscura de San Juan de la Cruz existe una conducta amorosa intensa y en crecimiento constante en un ser humano.