La crisis existencial del siglo XXI. Artículo original publicado el 13 de marzo de 2017 Dr. de Benito
Como os veo ociosos en verano, perdiendo el tiempo y descansando, me permito enviaros un artículo para la reflexión.

Por Dr. Luis M. de Benito

Como os veo ociosos en verano, perdiendo el tiempo y descansando, me permito enviaros un artículo para la reflexión. Escrito hace algunos años en un blog censurado, trae cuestiones actuales y que ahora constituyen una fuente de preocupación en ámbito espiritual y corporal.
Muchas cuestiones médicas de difícil enfoque que repercuten en el ánimo de la gente. Los enlaces del artículo amplían campos con el ánimo de que os sirvan a vosotros o a vuestros conocidos para la reflexión durante estos días.
La crisis existencial del siglo XXI
Artículo original publicado el 13 de marzo de 2017 Dr. de Benito
Vaya que me despacho a gusto con el título. Pero se debe al reciente bombardeo de pacientes que acuden a la consulta angustiados con mil procesos “orgánicos” que le repercute en las tripas e incrementan su
. Pacientes que después de contar innumerables síntomas, que no guardan apenas relación fisiopatológica unos con otros, te acaban cogiendo la mano y angustiados te preguntan “Pero ¿me voy a morir?” O los más optimistas lo dicen en plan positivo “Pero no me voy a morir ¿verdad?”Pocas cosas hay en la vida tan ciertas como la muerte. Al segundo de nacer ya estamos envejeciendo y cada minuto que pasa somos más viejos. El tiempo presente tiene valor precisamente porque no volverá: si lo que podemos hacer hoy pudiésemos hacerlo igualmente mañana o pasado, lo de hoy no cobraría demasiado sentido. ¿Para qué quieres el tiempo si no es para disfrutarlo? Vivir angustiado no es vivir con calidad. El que se preocupa excesivamente por su salud para evitar la enfermedad…no se da cuenta de que vive precisamente en medio de ella, de su hipocondria. Llevo años analizando la personalidad de los pacientes con hipocondria buscando algún factor común, algo que esté presente en ellos de forma invariable. Cada uno es muy diferente pero en todos ellos está presente la cuestión existencial: a todos les preocupa morirse, lo cual parece evidente. Y digo que parece evidente porque nos preocupa a todos, incluso a los que no nos consideramos hipocondriacos. Lo que pasa es que al que padece este trastorno, es su preocupación excesiva, su intento por huir de la enfermedad, lo que se sitúa permanentemente dentro de ella.
Por más que se desarrollen técnicas exploratorias y de vigilancia de la salud, por más que las pruebas diagnósticas afinen su
, siempre habrá un margen para la incertidumbre, lo cual es el calvario del hipocondriaco: se haga lo que se haga, no encontrará las garantías al 100% de que está sano. Y si consigue esa seguridad…le durará poco porque el paso del tiempo, cada segundo que pasa, modifica sus condiciones fisiopatológicas y…lo mismo estaba “perfectamente” sano después de ese completísimo chequeo que a la semana que viene le surge una anemia. Desde mi punto de vista lo primero que tiene que aceptar una persona con excesiva preocupación por su salud es algo de perogrullo: que somos mortales. Y sobre esto no hay mucho más que decir. O acaso sí pero al final. Lo segundo es asumir que la ciencia médica y los médicos no lo saben todo respecto a la salud: hay investigaciones permanentes, hay aproximación a la verdad desde un punto de vista estadístico (es “verdad” lo que es más probable que sea verdad) que no dejan de estar amenazadas por intereses comerciales y económicos al fin y al cabo. Y, en tercer lugar asumiendo lo anterior, que se trata de llegar a un equilibrio entre lo que desearía y lo que se puede conseguir. Porque ya se ve que si hay una excesiva preocupación, un excesivo gasto (de tiempo y recursos) en buscar un mínimo incremento de seguridad de estar sano, la relación no compensa. Pero en este análisis nos acercamos al meollo de la cuestión: el hipocondríaco da por bien empleado cualquier esfuerzo porque suele tener hipertrofiada la vida como bien absoluto. No siempre es así pero muchas veces hay un excesivo apego a algo que inevitablemente se nos escapa como el agua entre las manos.Estar demasiado pendiente de uno mismo nos lleva a sobresaltarnos cada vez que nuestro organismo emite una “señal” que se nos antoja diferente: ahora el corazón me late distinto, ahora noto que las tripas me hacen más ruido o
, ahora he visto esto o lo otro , ha cambiado mi modo de hacer la digestión, se me cae el pelo, ahora me noto un bulto o un lunar en la piel, ahora una arruga y me hago mayor… Asumir que el paso del tiempo va modificando nuestro organismo, que no somos igual con 18 que con 58 años o que procesamos los alimentos de manera diferente, es tener asumido lo que es evolucionar. La cuestión es ¿cuál de esos cambios que va sufriendo el organismo ya no es fisiológico sino patológico? ¿Qué signos me tienen que alarmar de que “no son normales” o pueden suponer un riesgo para la salud? Un riesgo, entiéndase, que la medicina pueda neutralizar. Si sale sangre por el recto pueden ser por una causa poco peligrosa como las hemorroides o por una potencialmente letal como es un cáncer de colon y . Pero, por ejemplo, hacer pruebas para anticiparse a saber por pruebas genéticas si uno tiene riesgo de padecer alzheimer cuando no existen a día de hoy tratamiento preventivo ni curativo, si no podemos hacer nada eficaz por yugular ese marcador de riesgo, no le veo demasiado sentido.Preocúpese, en su justa medida, por lo evitable y asuma lo inevitable. Con un talante estoico, con un espíritu sintoísta o de acercamiento a la naturaleza y al cosmos (a lo Schopenhauer), con un carácter existencialista o con resignación cristiana u otro sentimiento religioso. En un país como España de tradición cristina y costumbres religiosas, minada en el siglo XX por los sufridos existencialismos de Ortega y Gasset, de Unamuno, la transformación del pensamiento ha derivado en una epidemia de angustias y hay mucho debate para el ocaso de la vida. Unos creen que no podemos elegir destino. Otros que sí. Algunos se apuntan al caballo ganador de
y otros se apuntan al nihilismo. ¡Qué mal lo han hecho los vendedores de eternidad! A veces las consultas médicas dan para hablar de ello con alguno de los pacientes pero evidentemente, .
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