TE LO CUENTO (1): Ni el capitalismo ni el comunismo son acordes a la doctrina católica. POR VICENTE MONTESINOS

Entonces, ¿qué alternativa ofrece la doctrina católica? Desde mi punto de vista la respuesta se encuentra en el concepto de la "economía social de mercado", que combina los beneficios de la propiedad privada con la necesidad de regular la economía en función del bien común

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Vicente Montesinos

Director de AyL

 

 

En el mundo actual, el capitalismo y el comunismo son los sistemas económicos más populares y ampliamente implementados. Sin embargo, te cuento que ni uno ni otro es acorde con la doctrina católica. En este artículo, exploraremos cómo el capitalismo y el comunismo pueden ser contrarios a los valores cristianos y cómo la doctrina católica ofrece una alternativa más justa y equitativa.

El capitalismo, a menudo visto como el modelo económico más libre y competitivo, se basa en la propiedad privada y la búsqueda del beneficio personal. Se dice que el capitalismo fomenta la innovación y el progreso al permitir que los individuos busquen sus intereses y busquen maximizar sus ganancias. Sin embargo, la doctrina católica enseña que la propiedad privada no es un derecho absoluto, sino un medio para lograr el bien común. La doctrina social de la Iglesia ha sido siempre crítica con el capitalismo, argumentando que promueve la desigualdad y la exclusión social, y ha llamado a un sistema económico más justo y humano.

Por otro lado, el comunismo (atendiendo aquí únicamente a los aspectos económicos) se basa en la abolición de la propiedad privada y la igualdad económica. En teoría, el comunismo busca eliminar las desigualdades económicas y sociales y promover una sociedad justa y equitativa. Sin embargo, la doctrina católica también rechaza el comunismo, ya que niega la libertad y la dignidad humanas al imponer un sistema colectivista. La Iglesia católica sostiene que la propiedad privada es un derecho natural y que los individuos deben tener la libertad de buscar su propio bienestar y el de sus familias.

Entonces, ¿qué alternativa ofrece la doctrina católica? Desde mi punto de vista la respuesta se encuentra en el concepto de la “economía social de mercado”, que combina los beneficios de la propiedad privada con la necesidad de regular la economía en función del bien común. La economía social de mercado se basa en el principio de subsidiariedad, que establece que las decisiones deben ser tomadas por la autoridad más cercana al problema en cuestión. Además, la economía social de mercado se preocupa por el bienestar de todos los miembros de la sociedad, no solo de los más ricos o poderosos.

En conclusión, ni el capitalismo ni el comunismo son acordes con la doctrina católica. La Iglesia católica siempre ha buscado una alternativa que promueva la justicia y la equidad económica mientras se respeta la libertad y la dignidad humanas. La economía social de mercado es una alternativa que tiene en cuenta estos valores, al tiempo que reconoce la necesidad de regular la economía en función del bien común.

Como cristianos, debemos buscar un sistema económico que refleje nuestros valores y se esfuerce por crear una sociedad más justa y equitativa para todos. Y creo no estar muy equivocado al afirmar que uno de los modelos económicos que más se acercó lo que la doctrina católica exige fue el del mandato en España del General Francisco Franco.

Durante el franquismo, tanto la Iglesia como el Estado abogaron por una economía social y corporativa, en la que se buscaba equilibrar los intereses de los trabajadores y de los empresarios.

El modelo económico del franquismo compartía ciertos principios con la doctrina social de la Iglesia. Ambos defendían la importancia de la propiedad privada, el valor del trabajo y la solidaridad entre las diferentes clases sociales. Además, se promovía la subsidiariedad, es decir, la intervención del Estado en la economía cuando fuera necesario.

A lo largo del mandato de Franco, la Iglesia ejerció una influencia significativa en las políticas económicas implementadas. A través de su red de organizaciones y su apoyo ideológico, la Iglesia respaldó medidas del Estado como la protección de la familia y la promoción de la iniciativa privada. También se impulsaron políticas de bienestar social que buscaban mitigar las desigualdades.

Una no sencilla forma de compaginar la libertad de mercado con la justicia social; pocas veces vista en los sistemas políticos contemporáneos.

Se puede dirigir la economía de un país y respetar la doctrina católica. Aunque hoy, tal cometido, nos parezca imposible.

 

 

 

 


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