“La muerte es fea”: el anti magisterio de Bergoglio. Benedicto XVI en cambio era feliz. Por Andrea Cionci

La muerte sólo asusta a los que no tienen la conciencia tranquila, sólo a los que están cargados de pecados mortales. 

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Por Andrea Cionci

Para Adoración y Liberación

 

Traducción autorizada Maria Luisa Perez Gherlone

 

2 de Abril del 2023

En efecto, recordemos las palabras de San Francisco, patrón de Italia: “Alabado seas, Señor mío, por nuestra muerte corporal, de la que ningún hombre vivo puede escapar…”.

Ya hemos expresado feroces dudas sobre esta hospitalización del autodenominado “papa Francisco”, que no es papa porque Benedicto XVI nunca abdicó, sino que él mismo se hizo colocar por los cardenales en sede impedida. Todo el asunto resumido en los breves documentales “Dies Irae’ e ‘Intelligenti pauca”.

¿Qué tuvo Bergoglio?

Las versiones ofrecidas por los medios vaticanos y por el propio Bergoglio han ido haciendo las rondas del manual de enfermedades del MSD: primero las revisiones periódicas normales, luego la oclusión intestinal, después el infarto, después la bronquitis-que-no-es-Covid, al final, el propio Bergoglio sacó una quinta versión: “El miércoles pasado me dolía el estómago, me sentía mal, así que vine al hospital”. Dolor de estómago que se le pasó pronto, puesto que ya había cenado una rica pizza la noche del 31, (según informaron los periódicos) no precisamente la comida más adecuada para alguien con semejante malestar.

La sospecha -muy fundada- es que la supuesta hospitalización fue un medio montaje para justificar ante la opinión pública que el antipapa no celebrará misas de Semana Santa. Como ya hemos investigado aquí, Bergoglio no es católico en absoluto, sino que sigue su personalísima religión gnóstica que se nutre de una serie de espantosas herejías, desde el neo arianismo al neo luteranismo, pasando por el neopaganismo, la apocatástasis, etc.

“La muerte es fea”

Sin embargo,   dado de alta milagrosamente, “Francisco” charló con los periodistas y, con su habitual talante arteramente jovial, contó una anécdota: “Se me ocurre que una vez un anciano, mayor que yo, me había dicho en una situación como ésta: 《Padre, yo no he visto la muerte, pero la he visto llegar. ¡Es fea!》. Y hubo  risas incomprensibles, con los habituales periodistas untuosamente complacientes.

El sentido de la anécdota no está muy clara (no la he visto, pero la he visto venir), sin embargo, el sentido último sobre el horror de la muerte, es totalmente anticatólico.

Para un cristiano, la muerte es hermana, no es más que el nacimiento a la verdadera vida, a la visión beatífica de Dios. El destino último hacia el que se proyecta la vida humana, una gran aventura que promete la inmortalidad. Durante siglos se ha meditado sobre la muerte, con el “memento mori” como momento de toma de conciencia del destino último del hombre. En las iglesias barrocas, los esqueletos alados están por todas partes, evocando la seriedad más profunda de la aventura terrenal.

Para un cristiano, la muerte es  hermana

No hay que temer en absoluto a la muerte, ni a ningún ajuste de cuentas si las cuentas están en orden.

Como antídoto a la horrible broma del antipapa, carente de esperanza y de toda enseñanza católica, citamos las palabras del verdadero Vicario de Cristo: 《Tengo, sin embargo, una disposición feliz porque confío firmemente en que el Señor no es sólo el juez justo, sino también el amigo y el hermano que ya ha sufrido por mis faltas, y es por tanto también mi abogado, mi “paráclito”. A la luz de la hora del juicio, la gracia de ser cristiano se me hace aún más clara. Me da a conocer, e incluso me hace amigo, del juez de mi vida, y así me permite atravesar con confianza la oscura puerta de la muerte》.

¿Leen qué inmensidad de pensamiento y qué profundidad espiritual? Aparte de los chistes malos  del falso Papa. La muerte sólo asusta a los que no tienen la conciencia tranquila, sólo a los que están cargados de pecados mortales. En ese caso, para la fe católica, el alma está destinada a un destino de eterno sufrimiento y desesperación: el rechazo de Dios se ha hecho irreversible y continúa, por voluntad propia del individuo, después de la muerte. El alma vivirá en un lugar real llamado Infierno, donde sufrirá eternamente, sin posibilidad de retorno.

Recordemos, en efecto, las palabras de san Francisco, patrón de Italia: “Alabado seas, Señor mío, por nuestra muerte corporal, de la que ningún hombre vivo puede escapar: ¡ay de los que mueren en pecado mortal!”.

Pero si mueres en gracia de Dios, no tienes nada que temer. Al contrario.

 

 

 

 

 

 

 


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