“¡MENTIRA! ¡HE SIDO ENGAÑADA!”, O CÓMO BERGOGLIO LE PLAGIA LAS BLASFEMIAS A BAUDELAIRE (Cap.1)

Bergoglio: el hijo espiritual de Baudelaire. CAPÍTULO 1 (Por Álex Holgado)

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Despues del Capítulo de Introducción, les dejamos con sumo gusto en esta publicación EL CAPÍTULO PRIMERO de la nueva serie de Álex Holgado Fernández para Adoración y Liberación.
Una serie apasionante donde de manos del autor podrán ir descubriendo la inspiración directa de Bergoglio en el poeta maldito y satanista Charles Baudelaire.
Imprescindible para entender que clase de antipapa estamos sufriendo.
Álex Holgado es periodista e historiador.
Disfruten la lectura.
Vicente Montesinos

 

 

Capítulo Introducción

Capítulo 1

 

 

Por Álex Holgado

Adoración y Liberación

 

 

Tenemos comprobado que el satánico Bergoglio, como no podía ser de otra manera, detesta especialmente a la Santísima Virgen, contra la que ha desatado las más hirientes blasfemias. Una de las más impactantes fue la que profirió al inicio de su antipontificado con aquella terrible homilía en la que tuvo la monstruosa ocurrencia de poner en el pensamiento de la Madre de Dios, nada menos que al pie de la cruz, durísimos reproches a Dios: “¡Mentiroso! ¡Me has engañado!”.

Aquí está la cita, para los desmemoriados:

“Pienso en cuantas veces [María] ha guardado silencio y cuantas veces no ha dicho aquello que sentía para custodiar el misterio de la relación con su Hijo, hasta el silencio más crudo al pie de la Cruz. El Evangelio no nos dice nada si ella dijo o no una palabra… Era silenciosa, pero dentro su corazón, ¡cuántas cosas decía al Señor! “Tú, aquel día —esto es lo que hemos leído— me dijiste que sería grande; tú me dijiste que le darías el Trono de David, su padre, que habría reinado por siempre ¡pero ahora lo veo allí!”¡La Virgen era humana! Y quizás tenía ganas de decir: “¡Mentira! ¡He sido engañada!”: (…) Pero Ella, con el silencio, ha cubierto el misterio que no comprendía y con este silencio ha dejado que este misterio pudiese crecer y florecer en la esperanza.” (Meditación en Santa Marta, 20 de diciembre de 2013. https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2013/documents/papa-francesco_20131220_misterio-publicidad.html ).

Pues bien, ni siquiera para las blasfemias es original don Jorge Mario. Habla por boca de otro, que ya sabemos quién es el autor de todo insulto a lo sagrado. Pero en el plano humano, y tal y como estoy viniendo a demostrar con la hipótesis sobre Las flores del mal -recordemos que es su libro favorito-, Bergoglio es hijo espiritual de Baudelaire y en este identificamos parte de la ponzoña de aquel.

Así, la blasfemia que soltó Bergoglio en la citada homilía se encuentra recogida en el poema que abre Las flores del mal y que se titula “Bendición”. Ahí está, cualquiera puede consultarlo y comprobarlo. No es una imagen parecida o asimilable. Es exacta, tal cual. Fascinante, ¿verdad?

En este poema -como explican los críticos literarios, no es una interpretación mía- Baudelaire traza una provocadora analogía de los dos protagonistas, el poeta y la madre, con Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen. De hecho, cualquier lector que esté mínimamente familiarizado con la lista de barbaridades prorrumpidas por Bergoglio, ante los primeros versos del poema en cuestión, le viene a la mente como un fogonazo la blasfemia referida. Y es que ¡aquí está la fuente!

Leámoslo con detenimiento (las negritas son mías): “Cuando, por un decreto de potencia suprema,/ el poeta aparece en este mundo hastiado,/ espantada la madre, dolorida, blasfema, /crispa el puño hacia Dios, que la mira apiadado.// ‘¡Ah!, un nido de serpientes mejor haber parido,/ antes que amamantar esta pobre irrisión./ Maldita sea la noche de placer fementido / en que mi propio vientre concibió la expiación“.

¡No hay más que sustituir al poeta por Nuestro Señor Jesucristo -dualismo con el que juega solapadamente el autor, como queda dicho- y tenemos la esencia de la blasfemia bergogliana! La madre, que por antonomasia es la Virgen, está dolorida y es blasfema y crispa su puño hacia Dios, y se lamenta de haber dado a luz y amamantar a la expiación concebida. ¡Terribilísima escena, propia de una mente enfermiza!

Del mismo modo, resulta espeluznante la segunda estrofa citada (¿cómo puede ser aceptable que uno que pretende ejercer de papa base las meditaciones que dirige al pueblo fiel en un poemario no solo profano, sino de matriz satánica?) y, particularmente, el tercer verso, donde se blasfema contra la concepción de Jesucristo, que se dice fruto del placer del acto sexual y, además, calificado de “fementido”, término con doble acepción, la de engañoso y que niega la fe. La perversidad tiene aquí un refinamiento auténticamente luciferino.

Y Bergoglio no hace sino seguir esta estela, pues ha insinuado en varias ocasiones que Jesucristo fue concebido no por obra del Espíritu Santo, sino por relación carnal con san José (https://youtu.be/zvKTYYhk28g ) o incluso con un desconocido centurión romano.

Se suele sostener la tesis de que el antipapa argentino bebe del Talmud para soltar semejantes blasfemias, pero, aun siendo esto factible, no hay que excluir que se inspire asimismo en este tipo de textos más profanos y pedestres, máxime conociendo el apego a la improvisación y a la superficialidad del personaje.

Pero volvamos al poema. En las dos siguientes estrofas Baudelaire se recrea en el reproche de la madre a Dios, diciendo, entre otras reveladoras palabras, que “entre las mujeres sólo a mí me escogiste / para ser repugnada por mi propio marido”, en lo que supone una nueva alusión a la Virgen y a san José en la retorcida versión herética ‘modernísima’ y ‘tolerante’ que incide en el repudio que sopesó el esposo por creerse engañado pero que, finalmente, supo aceptar y perdonar. Nos quieren vender como progresista una moto vieja.

En la quinta estrofa baudelairiana encontramos otro verso destacado sobre la madre, de la que dice que “no puede comprender los designios eternos”, concepto que tal cual cosecha Bergoglio con un enfoque de rebeldía –de odio, dice el poema- más que de sumisión a lo divino y con el que apuntala su injuria contra lo sagrado.

Más adelante, Baudelaire da rienda suelta a su malditismo haciendo que la madre del poeta/Jesucristo hable burlándose sarcásticamente del culto que se le rendirá, con un escandaloso desenfreno inmoral que enlaza con la insistencia de Bergoglio en abajar el culto debido a la Madre de Dios y reducir a María Santísima a una simple mujer, despreciando los dogmas, los títulos de las letanías y el tradicional de Corredentora, calificándolos de “tonteras” (homilía para la celebración de la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe en la Basílica de San Pedro, el 12 de diciembre de 2019).

“Yo seré para él como una diosa antigua”, “puedo esperar, riéndome, homenajes divinos”, escribe Baudelaire, afirmaciones cínicas que, seguidas de otra serie de versos execrables que cargan directamente contra el culto de hiperdulía debido a la Santísima Virgen, testimonian la inspiración demoníaca de un escritor que, por lo visto y no es de extrañar, inspira al falso papa actual, el cual no se cansa de repetir que Ella solo es madre y discípula, que “no es diosa” (catequesis en la Biblioteca Apostólica, 24 de marzo de 2021), equívoco clarísimamente neoluterano cuando no directamente demoníaco que cultiva arteramente Bergoglio.

E impresiona al lector mínimamente informado de los desafueros bergoglianos tropezarse en la decimoquinta estrofa con la siguiente afirmación puesta en boca del poeta/Jesucristo: “¡Sed bendito, Dios mío, que dais el sufrimiento, / cual divino remedio, a nuestras impudicias, / así como el mejor, el más puro alimento / que prepara a los fuertes a las santas delicias!”.

¿Se dan cuenta? ¡Está anticipando en más de un siglo y medio la herejía proferida en varias ocasiones por Bergoglio de que la Santa Comunión (“el mejor, el más puro alimento”) no es un premio para los fuertes, para los buenos, sino alimento para los débiles, para los pecadores! El poema lo presenta formalmente a la inversa, pero en un contexto de profunda crítica que, obviamente, hace que el lector considere positivo lo contrario, equívoco retórico típico del simbolismo.

Más de soslayo toca el hecho de que el poeta que está hablando, y que se identifica con Jesucristo, se incluya en el común de los mortales que cometen “impudicias”. Pero no es desdeñable este detalle, tan del agrado de Bergoglio, quien al menos en dos situaciones ha afirmado públicamente que Nuestro Señor “faltó a la moral” y que era “sucio”, sin entrar en la directa identificación que ha hecho de Jesucristo con Satanás. Cabe aquí reseñar que, será casualidad, claro, pero, en 2013, el cantautor italiano Lucio Dalla, en su canción Controvento, utiliza dos calificativos, “pezzente” y “sporco”, para describir a Jesucristo en la cruz, los mismos que don Jorge Mario en sus profundas meditaciones teológicas…

En definitiva, este poema, “Bendición”, entra de lleno en la órbita de la espiritualidad del usurpador del Trono de Pedro y no debe distraernos ni hacernos minusvalorar este impactante paralelismo el hecho de que se trate de una obra literaria, pues es bien sabido que Baudelaire se movía en ambientes esotéricos y satanistas, como subraya con uno de los poemas de Las flores del mal, el CXX, que se intitula “Las letanías de Satán”. Que sean este escritor y este libro los preferidos de Bergoglio le confiere –más todavía- una gravedad inquietante.

Igual que los santos de Dios se reconocen entre sí, los servidores del Diablo también se identifican.

 

 

 

 


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1 comentario
  1. Luis Ricardo Costaguta says

    El autor del artículo ha leído a Baudelaire. Pero leer no significa comprender. Baudelaire, como todo gran poeta, refleja en su obra el espíritu de su época. Atención: no es que él piense así, sino que su época pensaba así. El mote de “poeta maldito” le fue impuesto por sus colegas, los románticos franceses (él no era romántico) con el fin de desprestigiarlo. También la hipócrita sociedad parisina lo llamó así. Baudelaire no era satanista ni nada parecido. Su época, la que él describía, sí que lo era. Él se metió en la podredumbre mental de la época y la describió. Está actitud lo colocaba fuera del romanticismo.
    Decía él de sí mismo: “soy incurablemente católico” (Cartas).
    Bergoglio sí que es un blasfemo: habla audazmente de cara a Dios y a la Iglesia. Baudelaire no es blasfemo: Bergoglio blasfema diariamente.

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