Hubo un gran combate en el cielo. (Por Ángel Ortega)
Así comenzó todo. San Miguel Arcángel y su ejército vencieron a todos los que se habían revelado contra Dios y fueron expulsados del Cielo, eran y son los ángeles caídos.

Por Ángel Ortega.
Apocalipsis 12, 7-10.17
Y hubo un combate en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón, y el dragón combatió, él y sus ángeles. Y no prevaleció y no quedó lugar para ellos en el cielo. Y fue precipitado el gran dragón, la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el que engaña al mundo entero; fue precipitado a la tierra y sus ángeles fueron precipitados con él. Y oí una gran voz en el cielo que decía: «Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche. Y se llenó de ira el dragón contra la mujer, y se fue a hacer la guerra al resto de su descendencia, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús.
Así comenzó todo. San Miguel Arcángel y su ejército vencieron a todos los que se habían revelado contra Dios y fueron expulsados del Cielo, eran y son los ángeles caídos.
La mujer, la Iglesia, como venganza de Satanás, fue, es y será perseguida hasta que Dios ya no lo permita, porque los que guardan los Mandamientos, deben ser probados en la Tierra.
Aquella batalla liberó al Cielo de todo pecado el que cometieron los caídos en su afán de sustituir a Dios, porque todos los acusadores fueron expulsados de él.
Si el hombre iba a ser probado en su Mundo, tenía que existir el pecado, la ausencia del bien, comenzando con la eterna condenación de los caídos y terminando el día del Juicio Final, donde a ellos se unirán todos los que lo hicieron en el Mundo y no se arrepintieron.
La gran apostasía se inició con la gran caída del Cielo, el pecado original que todos tenemos en el principio, por eso es necesario convertirse en hijo de Dios a través del Bautismo, el agua lava la mancha y Dios te recibe con Amor.
Este simple y trascendental proceso cumple con toda la Escritura desde el primero de los profetas hasta nuestro apocalíptico y bellísimo desenlace.
Mientras se llega a él, el hombre va conociendo el sentido real de su existencia, la celestial metamorfosis de su cuerpo a la que todos estamos llamados, el adquirir la eterna gloria de nuestra resurrección y la condenación del mal y de la muerte, casados desde el principio de los tiempos.
Nuestra esperanza no viene de este Mundo, ya estaba sembrada la cizaña cuando vinimos a él, porque la soberbia se encargo de esparcirla desde el Cielo, hasta hundirla, conformando nuestras primeras raíces, en espera de ser regados con el agua viva del Bautismo y transformados en trigo por Cristo Jesús.
Qué alegría cuando se nos diga, “vamos a la Casa del Señor”, estarán cruzando nuestros pies, tus umbrales Nueva Jerusalem.
Qué maravilla de artículo. Gracias, hermano.