¿Quieres obtener un favor especial y necesario para ti en una grave necesidad de un pariente o amigo?

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Por Padre Ricardo Ruiz V.

 

 

II DOMINGO DE EPIFANÍA

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN II, 1-11.

«Al tercer día hubo unas bodas en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Jesús también fue invitado a estas bodas, como asimismo sus discípulos. Y llegando a faltar vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le dijo: “¿Qué (nos va en esto) a Mí y a ti, mujer? Mi hora no ha venido todavía”. Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga”. Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, que contenían cada una dos o tres metretas.

Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua”, y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: “Ahora sacad y llevad al maestresala”, y le llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, cuya procedencia ignoraba –aunque la conocían los sirvientes que habían sacado el agua–, llamó al novio y le dijo:“Todo el mundo sirve primero el buen vino, y después, cuando han bebido bien, el menos bueno; pero tú has conservado el buen vino hasta este momento”. Tal fue el comienzo que dio Jesús a sus milagros, en Caná de Galilea; y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él.»

Jesucristo comienza su vida pública y lo hace con el milagro del agua convertida en vino. Es invitado a las bodas.

Obedece a la petición de su Madre, les auxilia en su apuro cuando se han quedado sin vino y eso a pesar de que antes le dice a la Virgen que no tenía que ver con ello. Bendice y alienta el matrimonio.

Jesucristo es invitado a las bodas, no se ‘auto-invita’. No olvidemos que Dios es todo un caballero, no vendrá a nuestras familias, a mi casa ni a mi alma si no le invito a venir. Él no fuerza a nadie, respeta nuestra libertad.

En una familia sin oración, sin respeto de los diez mandamientos, donde se blasfema y se respira rencor y orgullo: se le está pidiendo a Jesucristo que se retire de ese hogar.

En una ocasión, después de una masacre perpetuada en un colegio público de los EEUU, un hombre indignado contra Dios, preguntó a un letrado con fe:

“¿Cómo es posible que Dios permita semejante crueldad en los colegios públicos y en otros stios también?” El letrado respondió con gran acierto: “¿Cómo puede usted preguntar esa barbaridad, como si Él fuese el culpable de las masacres, ¿cuando sabe usted muy bien, que desde hace mucho tiempo Dios ha sido expulsado de los colegios, escuelas y de la sociedad!?” No culpemos pues a Dios de los crímenes que hemos provocado por haberle tirado literalmente a la basura y haberle expulsado de la sociedad con el pretexto de la libertad.

A pesar de que en ocasiones la causa parece perdida y sin esperanza en un drama desesperado, la Virgen María es capaz de mover la voluntad de su Hijo aunque sea en el último instante para arreglar un grave problema o salvar un alma. Es el caso de la madre judía del P. Cohen, judío converso, que provenía de una gran familia de rabinos y se convirtió al catolicismo a causa de la impresión que le provocó la Adoración al Santísimo Sacramento. Fue contemporáneo del Sto. Cura de Ars.

El P. Cohen había logrado la conversión al catolicismo de más de 20 miembros de su familia, pero no la de su madre que murió sin aceptar la religión de su hijo sacerdote católico. El P. Cohen lleno de dolor y temiendo por la perdición su alma, decide ir a consultar al Santo Cura de Ars, dada su fama de santidad y por su don de ver las conciencias y las cosas ocultas.

El Santo no le dio ninguna explicación ni respuesta, pero sí una profecía: “En la fiesta de la Inmaculada, dentro de cuatro años, recibirás un consuelo”.

Así fue, cumplidos los cuatro años, una piadosa mujer de la Adoración del Ssmo. Sacramento, precisamente en la Fiesta de la Inmaculada Concepción, vino a ver al P. Cohen con la misión de entregarle una carta sobre una visión que tuvo cuando se encontraba en Adoración del Santísimo.

El sacerdote abrió el sobre y leyó lo siguiente: “Vi cómo en los últimos instantes de la agonía de la Sra. Cohen, de religión judía, la Virgen María se puso de rodillas ante su Hijo Jesucristo, le imploraba diciendole: “ESE ALMA ME PERTENECE, MI HIJO SACERDOTE LLEVA AÑOS PIDIENDO POR SU CONVERSIÓN, ME LA HA CONSAGRADO. ¡SOLO UNOS INSTANTES MÁS Y ESTARÁ PERDIDA PARA SIEMPRE. NO DEJES QUE SE CONDENE!” Inmediatamente vi cómo la judía antes de expirar, se dirigió a Dios en una plegaria interior, sin que nadie se percatase de lo que estaba sucediendo, suplicándole : “Señor Dios, si la Iglesia Católica es la verdadera religión, yo estoy dispuesta a aceptarla y a guardar todas sus leyes en tu servicio”. Y así murió, haciendo un acto de fe y por lo tanto, recibiendo el bautismo de deseo. La profecía del Santo Cura de Ars se había cumplido.

La intercesión de la Virgen María en las bodas de Caná fue poderosa, pero cuando se trata de salvar un alma, ¡lo es aún más!

También este pasaje de las bodas con el milagro de el agua convertida en vino fue utilizado por la Providencia siglos más tarde, en el XIX, para la conversión del traficante y criminal francés, André Levé. Este hombre también era ateo.

Un día caminaba por las calles de Marsella junto con uno de sus esbirros y observó que había un sacerdote con sotana que iba pasando frente a ellos. Como no tenía ninguna formación religiosa, le asombró mucho ver a un hombre con sotana y le pregunta a su amigo: “¿Y eso qué es un hombre con vestido largo?” Su amigo le responde: “Eso es un sacerdote con sotana.” “¿Y a qué se dedica un sacerdote?” Volvió a interrogar. “Pues al culto de Dios y a confesar gente. A esos hombres les puedes contar cualquier cosa, que siempre te guardarán el secreto, sin contarlo a nadie, pues están obligados al secreto.”

André, acostumbrado a la osadía y al poco respeto, se acercó al sacerdote y le pregunta en tono irónico: “Y usted qué es, un hombre o una mujer?”

El sacerdote se volvió hacia él y mirándolo directamente a los ojos le respondió con aplomo y sin miedo: “¡Yo soy un sacerdote y me dedico sólo al servicio de Dios!” André Levé sorprendido del aplomo y la valentía con que le respondió el ministro de Dios, le causó muy buena impresión; ese hombre con “sotana” que le respondió tan directamente y sin miedo sin saber el por qué, le inspiró confianza. Y prosiguió: “Pues me he enterado, que a ustedes se les puede contar cualquier cosa y que siempre lo guardarán en secreto…” . “Así es, ¿tienes algo que confesar? le preguntó el sacerdote. Y así, lo invitó a pasar y charlar un poco en el despacho parroquial.

André, en una extraña actitud infantil, que a menudo tienen algunos delincuentes, se desahogó con el sacerdote e incluso le contó sus fechorías, presumiendo además que ya había estado varias veces en la cárcel. El sacerdote paternalmente le advirtió, “Si usted continúa con esa vida, terminará en la cárcel para siempre o puede perder la vida”. André respondió con arrogancia mostrando una pistola bajo su chaqueta, “A mí ya nadie me puede atrapar porque voy armado”.

Después de la amistosa conversación se despidió de ese “extraño señor con sotana”, que en el fondo le cayó bien y simpático y se despidieron sin más. Pero el sacerdote le preguntó su nombre al despedirse diciéndole, “Si algún día necesitas ayuda, ya sabes dónde estoy…”

Nunca se volvieron a ver durante unos pocos años, al cabo de los cuales el sacerdote se enteró que André estaba ya en la cárcel, en un antiguo Monasterio del Cister que había sido convertido en prisión por la atea República francesa. Precisamente, en el que siglos atrás, San Bernardo había santificado a sus monjes.

El sacerdote decidió ir a visitar al preso pero no pudo ayudarle mucho, ya que estaba muy rebelde y enfadado, no quería saber nada de “un Dios que no le ayudó para evitar que cayera en la cárcel…” El sacerdote le prometió sus oraciones y le regaló una Biblia.

El preso era un hombre grande, robusto y violento, considerado muy peligroso. Intentó escapar con violencia por enésima vez de la prisión, tomando a un carcelero por rehén con un cuchillo sobre su garganta. Lograron reducirlo y esta vez lo pusieron en los calabozos de alta seguridad con una doble puerta de hierro.

Desesperado ya totalmente y sabiendo que de ahí ya no podría escapar, comenzó a leer la Biblia…

Lo primero que leyó al azar, fue el pasaje de Moisés cuándo abre las aguas del Mar Rojo para atravesarlo con el pueblo de Israel. Le pareció una tontería de cuentos chinos que no tenía credibilidad alguna.

Arrojó la Biblia al suelo en un rincón de la celda para no leerla más. Pasados unos días, bajo la insistencia del sacerdote que le escribía siempre recordándole que no dejase de leer la Biblia, la volvió a tomar un día y cayó sobre el pasaje cuando Jesucristo caminaba sobre las aguas. Otra pamplina más de “las aguas”, se dijo à sí mismo, y la tiró al suelo una vez más.

Un día, finalmente ya muy desesperado volvió a tomar la Biblia por tercera vez y cayó sobre el pasaje de las bodas de Caná, Jesucristo convierte el agua en vino. Muy enfadado se decía, ”¡este libro está lleno de fantasías y de mentiras, todo son historias en las aguas y de aguas..!” Entonces retando a Dios por si era verdad que existía, abrió el grifo de su celda gritando: “¡sí es verdad que eres Dios y que existes, haz que de mi grifo salga vino y no agua!” Dando un gran sorbo al líquido que salía del grifo, constató que era sólo agua, y furioso exclamó: “¡todo mentira, todas estas historias de agua y milagros en la Biblia… todo mentira!”

Entonces empezó a chillar desesperado mirando hacia el cielo y gritando: “¡si es verdad que eres Dios, si es verdad que existes, entonces demuéstramelo, si tienes ese poder ven aquí a visitarme, ven y hablemos cara a cara a las tres de la mañana cuando nadie nos oye, entonces creeré que sí existes, demuéstramelo!”

Pasaron muchos días, varias semanas y meses. André daba vueltas alrededor de su celda desesperado y ya se había olvidado de aquellas historias de la Biblia y de aquel arranque de furia que había tenido contra un Dios que para él era sólo un ser imaginario que no existía.

Una noche como cualquier otra, André se retiró a dormir. Y a media noche escuchó una voz que le decía, “André, André”.

Se levantó enfurecido y empezó a dar patadas a la puerta de la celda increpando al carcelero para que lo dejase dormir. Se volvió acostar y más tarde volvió a escuchar la misma voz que le llamaba por su nombre.

De nuevo empezó a golpear violentamente la puerta y le exigió al carcelero que lo dejase tranquilo porque quería dormirse.

El carcelero esta vez vino a verlo y por la pequeña ventanilla le aclaró que él en ningún momento le había llamado, ni le estaba molestando, que eran sus alucinaciones o alguna una treta más que él estaba preparando para fugarse…

André le pregunta la hora, y el carcelero le responde: “son las tres de la mañana”. Entonces sintió una gran impresión porque recordó que él había pedido a Dios hacía muchos días, una cita a las tres de la mañana… Se volvió a su cama y al cabo de un momento volvió a escuchar la misma voz que le llamaba: “André, André, soy Yo, aquí estoy, tenemos una cita”.

Entonces André se levantó y mirando hacia la puerta vio a un hombre vestido de blanco, el cual le mostró sus manos y sus pies que llevaban unas llagas con sangre, y mirándole le dijo: “André, esto lo he sufrido por tí y tú también me lo has hecho. Son para salvarte”.

André sintió en ese momento, por la primera vez en su vida, que comprendía la maldad del pecado, se sintió culpable por primera vez, pero lo más impresionante es que, ¡¡¡al mismo tiempo que sentía un gran dolor por sus crímenes, se sentía también perdonado por ese hombre de blanco!!! Cayó al suelo de rodillas, empezó a llorar y gritar pidiendo perdón.

Los alaridos se escuchaban por todos los pasillos de la prisión. Varios carceleros acudieron corriendo, todos se esperaban un suceso más de violencia con ese preso tan peligroso.

Abrieron la celda y encontraron a André de rodillas, llorando y pidiendo perdón, les decía a los carceleros que les prometía que ya no les volvería a insultar ni a escupirles a la cara. Llamaron inmediatamente al director de la prisión ya que nunca había sucedido algo parecido con semejante hombre.

Una vez presente, el director lo miraba azorado, estupefacto; Andrés estaba en el suelo pidiendo perdón y llorando. Se dio cuenta que no era una treta más para planear una fuga y que a André, verdaderamente, algo extraordinario lo acababa de cambiar. Se dirigió a los carceleros y guardas diciéndoles: “hoy y por primera vez en muchos años, podré dormir tranquilo.”

Y no se equivocó, André desde aquel día fue un hombre tranquilo y un preso ejemplar. Se le permitió contar públicamente a todos los presos cuál había sido su experiencia en aquella noche. Muchos impactados se convertían y cambiaban de vida; la prisión se transformó enormemente.

En pocos años por conducta ejemplar André fue indultado y liberado. Comenzó a dar conferencias en varias prisiones de Francia donde el impacto de sus palabras seguía convirtiendo a muchos presos o cambiando a mejor sus vidas. Estos sucesos eran tan fuera de lo común qué André fue invitado a viajar y dar conferencias en varias prisiones de los Estados Unidos de América.

Observamos aquí, tres realidades utilizadas por la Providencia para la progresiva conversión de André:

1- Si no hubiese visto un sacerdote con sotana en la calle, nunca se habría interesado en preguntar por “ese hombre”.

2- Lo que un sacerdote de verdad y con auténtica vocación, reza en el silencio y en la discreción por la conversión de nuestras almas y a menudo no lo sabemos… fruto de ello, fue el caso de este criminal convertido en apóstol.

3- Las bodas de Caná hicieron un milagro 2000 años después, cuando André pidió el milagro de que el agua se convirtiese en vino y también, posteriormente, le hizo pedir “una cita con Dios”.

El Evangelio de hoy nos hace resaltar especialmente dos realidades para nuestro ejemplo: el poder de la Virgen María en las bodas de Caná y, por lo tanto, el poder que tiene para interceder por nosotros, como lo fue por la conversión de la madre judía del P. Cohen, justo en el momento de su agonía.

Y el milagro del agua convertida en vino se repite aún, pero en diversas maneras.

¿Quieres obtener un favor especial y necesario para ti en una grave necesidad de un pariente o amigo ? Escucha a María y a lo que dijo en la bodas de Caná a los hombres señalando a su Hijo: “¡Haced lo que Él os diga!” Si no guardo sus mandamientos ni su caridad ni su humildad, no estaré haciendo lo que Él me dijo…

Estos dos relatos bíblicos de este domingo, nos muestran sencillamente que la palabra de Dios en el Evangelio sigue viva y que sigue haciendo milagros en las vidas de los hombres a través de los siglos, porque está aún viva y nunca pasará de moda, porque es la palabra eterna de Dios:

“El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán.” San Mateo, XXIV, 35.                                                                  Ave María +                                                                                                                                                                                     

 

 

 


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