La letra pequeña

Ángel Ortega
Adoración y Liberación
A lo largo de los siglos, la Historia se ha ido forjando a consecuencia de decisiones que nunca han salido a la luz.
Ha sido un imposible entender más allá de los meros formalismos. Toda la información que nos llega ha sido filtrada por tantos, que lo que recogemos es, como mínimo, del cuarto prensado.
¿Cuántas personas saben la realidad de la Batalla de Waterloo, el resultado real de las elecciones en Estados Unidos o lo que hacen los bancos con el dinero que reciben?
Ni siquiera sabemos de qué color son las hojas del libro de reclamaciones. Y, ante este maremágnum, siempre ganan los mismos esta amañada partida de ajedrez, ante un enroque imposible, no hay manera de ganar, el reloj está trucado, el personal sobornado y el árbitro nos quita tiempo a cada momento del lance buscando nuestra propia ruina.
¡Vaya panorama! Y todo, por no haber leído la letra pequeña “antes de firmar”. No hay que darle más vueltas, el que no se preocupa de sus asuntos carece de derechos y casi de libertades también.
Esto es lo que piensa el poder, lo que justifica sus decisiones y lo que ampara sus consecuencias. Maldita la hora en la que sentado frente a un papel, no nos dio por leerlo, y, encima, aguantando la sonrisa picarona del enemigo. ¡Qué humillación!
En todo lugar que se precie, se pueden encontrar estos vestigios de esclavitud y de usura y el mundo sigue erre que erre cayendo en la misma trampa del formalismo y la diplomacia, sin comprobar más allá de lo que leen sus ojos.
Por eso se inventó la letra pequeña; pedirle a la vista que nos haga comprender lo que llevan esas diminutas hormigas, es como pedirle a la vacuna del Covid que nos solucione la vida. Y, pasar por el aro de nuevo, es lo que el mundo va a volver a hacer. Si no lo haces, allá cuidados.
Pero una cosa sí es segura, de lo único que nos podemos fiar, sin miramientos, es de nuestra Santa Biblia porque, a Dios gracias, no tiene esa ridícula y abusiva letra pequeña que no sólo dificulta la visión de lo que supuestamente quiere decir, sino que altera completamente la comprensión del mensaje.
Esa disposición que se necesita para desechar aquello que no facilite su entendimiento, es la que todo católico tendría que pedir, por eso existen los dones, para hacer simple lo que el mundo tiene a bien complicar. Ver más allá de ésto es privilegio de los que buscan la santificación. Pidámosla al Señor, que todo lo ve, de donde emana el verdadero y único Amor hacia todo lo creado y en quien no se contempla la perversidad de la letra pequeña.