Sin paños calientes… Explíquenme esto, por favor…
Vicente Montesinos

Es increíble todo lo que estamos teniendo que ver en relación al V centenario de la mal llamada reforma; que no es más que el cisma, blasfemia y herejía más grande de la historia de la Iglesia.
Hemos hablado mucho de ello. Yo mismo he publicado diversos artículos al respecto en Adoración y Liberación y en Infovaticana, sirviendo como ejemplo:
Mucho hemos hablado también sobre lo positivo del ecumenismo; pero de un ecumenismo sano; y no del que nos acecha en la actualidad. De un ecumenismo que sólo tenga como fin traer a la Iglesia verdadera y única fundada por Cristo a todos los separados. Todo encuentro con ellos que no tenga ese fin está fuera del Evangelio.
Hemos hablado y hablado… Sobre Lutero y su realidad tremenda y la del protestantismo sin el velo del buenismo imperante… Sobre que no hay nada que celebrar; sino todo lo contrario… Sobre lo increíble de todo esto…
Pero… ¿me puede explicar alguien como puede ser que la provocación, porque ya no me cabe otro calificativo, para el católico fiel y coherente, llegue al punto de que la Ciudad del Vaticano exhiba públicamente un sello conmemorativo de tal catástrofe para el cristianismo?
Vivo rodeado de amigos y hermanos seglares; y de muchos sacerdotes. Es dificílismo (aunque no imposible) que alguien, especialmente estos últimos, denuncie con valentía acciones que vienen de arriba, y que no están sometidas a obediencia debida ni dogma; sino que forman parte de los caminos pastorales y acciones públicas, de las que cualquier católico puede, o debería poder opinar. Es más; se debe. Porque la Iglesia hemos de mejorarla entre todos desde dentro. No callar. Una vez más. Por miedo. Por intereses. Por carrerismo. Por no salir en la foto.
Que la Iglesia Católica conmemore con un sello el peor momento de su historia y rinda homenaje a los mayores enemigos de Cristo y de su Iglesia; es, sencillamente, una barbaridad.
Rezo a Dios para que todo esto se reconduzca y no sigamos ofendiéndole.
Y este artículo, en cuanto lo acabe, se lo enviaré a todos mis hermanos. También a mis queridos padres sacerdotes. Porque yo no escondo nada. Al contrario. Si escribo, es para que se lea.
Pero como todo esto ya me lo conozco, ya les puedo adelantar, que una vez más:
La gran mayoría callará.
Unos cuantos me amonestarán diciéndome cosas como que “el asentimiento cordial a las decisiones de arriba es signo indiscutible de nuestra condición de católicos”. Para esos mismos, que no se que teología estudiaron, ni en que seminario (bueno, sí que lo sé…) ya soy demasiado incómodo.
Y alguno… Sólo alguno… fiel de verdad a Cristo, me dará su apoyo. Que no es que yo lo necesite, porque voy a seguir diciendo la verdad sobre la deriva que está tomando la Iglesia. Pero que me reconforta, no por mí, sino por pensar que aún hay pastores fieles a Jesucristo, las Sagradas Escrituras; el Magisterio, y la Tradición; sin condiciones ni miedos; ni intereses personales, ni oportunismos, ni correciones políticas.
Y si entre tanto me van cayendo, una vez más, estas esperadas reacciones; alguien puede explicarme sin cansinos paños calientes, la pesada broma del sellito, pues mejor que mejor. De corazón.
Rezando unidos, hermanos, con Cristo, la Virgen María, y la Santa Madre Iglesia.
Hasta el cielo no paramos.
Dios les bendiga.