San José María Escrivá de Balaguer y su importancia hoy. 

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San Josemaria en una famosa fotografía dirigiéndose a los fieles

La importancia del mensaje, el carisma y las aportaciones de San José María Escrivá de Balaguer para nuestra santa madre Iglesia son indudables e innegables. Y lo siguen siendo en el día de hoy. 

Por supuesto, quedan patentes en el Opus Dei, y todo lo que ha significado para la Iglesia española y universal en el último siglo, aportando una fuerza en la fidelidad al Evangelio que ha sido vital en muchos momentos de la historia de nuestra iglesia.

Pero la trascendencia del mensaje de San Josemaria va más allá de la importante labor que el Opus Dei desarrolla en el mundo.

Pero la trascendencia del mensaje de San Josemaria va más allá de la importante labor que el Opus Dei desarrolla en el mundo.

Hoy existen ideas que pareciera que toda la vida han sido trabajadas; pero que sin la aportación de San Josemaria no formarían parte del bagaje y del acervo pastoral de la Iglesia Catolica; y de ahí la evidente llamada que nuestro Señor ha realizado al fundador del Opus Dei para explorar y profundizar en ese carisma. 

Me refiero a la visión de una Iglesia que se abre al mundo, llevando su misión redentora a todos los ámbitos de la sociedad. Una misión redentora llevada adelante desde la vida ordinaria de todos y cada uno de los bautizados en Cristo, que a través de su trabajo y de su actuación cotidiana, pretenden renovar el mundo a imagen y semejanza de Nuestro Señor. 

San Josemaria, muy joven, allá por el año 1928, se encuentra con el arraigo en nuestra fe de que la salvación está guardada para aquel que se retira del mundo, reza y contempla todo el día, sin contacto con la sociedad, y sin por tanto mancha alguna. De esta forma, quienes no son clérigos, monjes, o eremitas, pasarán por el purgatorio, para limpiar sus máculas que el contacto con el mundo les produjo.

Pero Escrivá guiado por el espíritu Santo, luchará por el valiente mensaje de manifestar que todos los cristianos sin excepción están llamados a la santidad, y a la máxima intimidad con Cristo, que deben alcanzar en la oración y la contemplación diarias, en medio de sus trabajos, tareas y labores cotidianas, y entendiendo a la perfeccion aquel “en el mundo pero sin ser del mundo”. 

Pero Escrivá guiado por el espíritu Santo, luchará por el valiente mensaje de manifestar que todos los cristianos sin excepción están llamados a la santidad, y a la máxima intimidad con Cristo

En el trabajo, en el matrimonio, en la familia, en la sociedad, en la política, en la empresa, en el taller, en el barrio… A Dios se le encuentra en todas partes, y en todos y cada uno de esos lugares y momentos hemos de ser testigos fieles de su amor para los demás.

Es en la perspectiva de este cambiante considerar de la misión del fiel cristiano, donde entendemos las incomprensiones y rechazos a las que tuvo que enfrentarse San José María; y que, en muchas ocasiones ha tenido que sufrir también su obra. Y es que San José María sufrió porque se le vió demasiado moderno,  y su obra porque se le ha tachado, injustamente, de demasiado conservadora.  Todo un conjunto de injustas descalificaciones mundanas, apartadas de la relevante misión que para el Santo y su obra tenía reservada Nuestro Señor. 

San Josemaria junto a su primer sucesor, el Beato Álvaro del Portillo

Nos encontramos por tanto, ante un redescubrimiento de la vida ordinaria, perfectamente reflejado en estas palabras de Escrivá de Balaguer en 1967: “el mundo no es malo, porque ha salido de las manos de Dios, porque es criatura suya, porque Yaveh lo miró y vio que era bueno. Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo, con nuestros pecados y nuestras infidelidades. No lo dudéis, hijos míos: cualquier modo de evasión de las honestas realidades diarias es para vosotros, hombres y mujeres del mundo, cosa opuesta a la voluntad de Dios. Por el contrario, debéis comprender ahora –con una nueva claridad- que Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir”. 

Ya no se trata por lo tanto simplemente de salvarse de un mundo que ha caído en el pecado, sino de descubrir en ese mundo lo santo, lo bueno y lo divino. E importante en ese descubrimiento será el trabajo, querido por Dios para el hombre, y que colabora por tanto en la redención  y la santificación de la criatura humana, como parte del plan salvífico de Dios. 

Ello nos lleva a una consecuencia revolucionaria: la salvación del hombre y la salvación del mundo van unidas. La santificación del mundo, por medio del trabajo, está entrelazada con la santificación de la persona. Así, la participación en las cosas del mundo, especialmente por medio del trabajo, no deben verse como un obstáculo para la unión con Dios, sino precisamente como un medio para llegar a dicha unión y santidad. 

La asunción de este mensaje, la práctica diaria del mismo, la vida en oración perpetua, en cada minuto y en cada hora de estudio, de trabajo, de apostolado en la vida cotidiana; es un mensaje que ha enaltecido la fe y acercado cientos de miles de almas a Dios, en un carisma que Dios ha regalado a su Iglesia, y que en San Josemaria ha tenido su máximo exponente.

San José María sigue siendo hoy un modelo y referente para todos aquellos que deseamos santificarnos en la vida diaria, y llevar a todos los rincones del mundo y a cada aspecto de la sociedad lo mejor que tenemos: nuestra fe, nuestro compromiso, y nuestra fidelidad a Dios Todopoderoso, en su hijo Jesucristo, y en la unidad del Espíritu Santo.

Gracias, Dios mío, por haber estado tan grande con nosotros.
                                        Vicente Montesinos

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