¡Jesucristo ha resucitado!
¡Su amor fue más fuerte que la muerte!
El Señor ha resucitado…
“En verdad es justo y necesario aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón, a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo” (Pregón Pascual).
La Iglesia canta de alegría… recibe el perdón estremecida; los pobres saltan de contentos, se sientan a la mesa… se ponen de pie. El Señor cumple su Promesa. La salvación se hace vida infinita, abundante.
Hoy es día de fiesta. Dios, en su infinita bondad, ha restaurado la suerte de los humillados y despojados: Jesús, el Señor crucificado, vive glorioso para siempre. Los pobres se ponen de pie, los perseguidos encuentran la paz; los pecadores reciben el consuelo y el perdón.
Aquí descansa la certeza de nuestra esperanza. Porque hemos muerto con Cristo en el Bautismo, con él participamos ya de la Vida plena que se nos ofrece como don: vida en abundancia, vida de justicia y amor auténtico, libre, eficaz.
Jesús, el Señor, es el lucero que no tiene ocaso, el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo. Él es quien se ofrece continuamente por nosotros e intercede por todos. Él es quien, volviendo del abismo, brilla sereno para el linaje humano. ¡Feliz culpa que mereció tal Redentor!
Su victoria alcanza todos los rincones de la tierra… el pecado, la violencia, el odio y la muerte no tienen la última palabra.
Dejemos que el gozo pascual nos inunde, transforme nuestras vidas
y se expanda en signos y gestos de amor.