LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO, LOS MILAGROS EXISTEN… TESTIMONIO (1ª parte) (Por Victoria Castañeda)

Victoria Castañeda
Corresponsal AyL
Venezuela
Juan 11:3-4 Las hermanas le enviaron a decir: «Señor, el que tú amas está enfermo.» Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea por ella glorificado.»
Este testimonio aconteció en nuestro núcleo familiar en el transcurso de los años 2001-2002. Mi mamá, (R.I.P.), Ana Ofelia Alvarez de Castañeda vivió una serie de eventos: infartos, A.C.V., que desencadenaron en el deterioro progresivo de su salud hasta llegar a estar inutilizada, ya que solo el esfuerzo de cepillarse los dientes le producía dolor de mandíbula y subida descontrolada de la tensión arterial. Esto ameritó salir en varias oportunidades de emergencia al hospital, donde la controlaban con medicación intravenosa, hasta que la ingresaron para evaluar el estado de sus arterias y ver hasta donde estaba afectado su cerebro y su corazón. En julio 2001 la remiten a cardiología en el Hospital Clínico Universitario, hacen los exámenes pertinentes y deciden hacer cateterismo para saber hasta donde estaban obstruidas las dos arterias. El resultado y diagnóstico fue que sus arterias estaban obstruidas, una 80% y la otra 90%. Le colocaron una malla Stend y esperaron unos días para evaluar que tan efectiva resultó la intervención y a la semana le dan de alta. Aparentemente todo iba bien y el 12 de septiembre (día de su cumpleaños) se le suben las dos tensiones y le da angina con dolor en la mandíbula (se infartó) la malla con el balón se habían cerrado, ella sintió algo adentro. La ingresaron y dejaron en terapia intermedia y la sangre le salía por operaciones antiguas, por las encías, fue terrible verla así. Estaba en cama, no se podía mover, al menos esfuerzo comenzaba el color de angina en la mandíbula. Sólo con medicamentos por vía intravenosa logran mantenerla, pero todo se estaba complicando. Sólo pedíamos a Dios que no sufriera tanto, pero que se cumpliera Su Santa Voluntad. Recordando que los hospitales públicos estaban en crisis en esos momentos por falta de recursos, los cardiólogos envían a mamá a casa con tratamiento fuerte y con el riesgo de muerte.
El 02 de noviembre de 2001 la hospitalizaron, nuevos chequeos, exámenes y junta médica con cardiólogos y el jefe de cirugía cardiovascular Dr. Silva, (nunca olvidaré ese nombre), que decidieron operar a corazón abierto ya que no habían más alternativas y el médico encargado le anuncia a mamá la decisión tomada, le dice que no tiene más alternativa para intentar cambiar su situación y le pregunta si quiere hablar con sus familiares y ella le contestó que me preguntará a mi, yo la cuidaba, y yo contesté: Mamá es tu cuerpo y lo que tú decidas eso se hará. Ella le dijo al doctor está bien, operen. El nos explicó que la operación era de alto riesgo y dijo: si fuera mi mamá yo lo haría. Llegó el día de la operación, día 04 de diciembre de 2001, el enfermero sube a mamá en su cama al quirófano, me permitieron entrar con ella hasta una antesala y allí nos despedimos, mamá me bendijo y yo la bendije y le dije: Nos vemos tal vez en muchas horas y si Dios decide llevarte, por su Amor y su Gracia que nos salvemos, nos vemos en el Cielo.
Entró al quirófano a las 10:10 a.m., vi la hora en un reloj redondo de pared y esa imagen nunca se me borró de la mente. La preparación para esta cirugía fue antecedida de mucho sufrimiento físico y emocional, pero Dios estaba preparándolo todo para tocar muchos corazones, cirujanos, médicos, enfermeras, enfermeros, personal de limpieza, personal del área de quirófanos, de U.C.I., pacientes y acompañantes de los pacientes hospitalizados.
El doctor Silva decidió el mismo operar con sus ayudantes, que eran estudiantes residentes a punto de graduarse, eso nos fue comunicado a la familia. La operación duraría, según las estimaciones de los cirujanos, de seis a ocho horas. Pasaron muchas horas y a las 6:30 p.m. la Dra. Graciela Lamura, (R.I.P.), sale del quirófano y a través de una enfermera solicita la presencia de un familiar de la Sra. Ana Alvarez. Un familiar mío le comunica a la enfermera que es con su hija que puede hablar y que en ese momento yo no estaba allí, pero me buscarían inmediatamente. Yo me encontraba en la habitación asignada a mamá, con mi hermana Liliana (única hermana), mi prima hermana Angela, la paciente que compartía la habitación con mamá y la abuelita de esta joven de 19 años que le iban a colocar una válvula y estaba esperando turno en los quirófanos por la cantidad de pacientes en espera de operaciones del corazón. Estábamos orando y recuerdo que en un momento tuve una visión, vi a nuestro Señor Jesucristo a mi lado y frente a nosotros una piedra grande y Jesús dijo: ¡Lázaro ven fuera! Y el muerto salió ligados los brazos y las piernas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «desatadlo y dejadlo ir.» Jn 11:43-44. Inmediatamente, vi una cama de quirófano (no vi nada más) y en ella estaba mamá como muerta, pálida y nuestro Señor dijo: Ofelia (a mamá todos la llamaban por su segundo nombre y así la llamó nuestro Señor) levántate y anda, ella se levantó y sus mejillas estaban coloradas, volvió a la vida. Nuestro Señor juntos mis manos y las de mamá y colocó las de El sobre las nuestras y me la entregó, en ese momento la visión desapareció. Seguimos orando y cuando terminamos yo les dije a las presentes, mamá no va a morir, nuestro Señor le va a dar otra oportunidad. Ellas dudaron, lo que hacían era llorar, pero yo tenía que contar lo que viví para que quedara de testimonio. Nos encontrábamos en el piso 3, y subimos al piso 6 donde están los quirófanos y la U.C.I. Me dijeron: “el médico cirujano quiere hablar contigo”, toco a la puerta y entré a una antesala, me senté y espere un rato. Cuando se presentó el cirujano me impresionó ver que era una mujer, ya que el que estaba en cartelera para esa cirugía era el Dr. Silva. La doctora Lamura se presentó y comenzó preguntándome si éramos cristianos y le respondí que católicos practicantes. Le expliqué que yo era hija de Ana Alvarez y que era quien la cuidaba y le pedí el favor que me hablara claro y con la verdad. Me dijo la situación de tu mamá es grave y me pidió que bajara a planta baja y que por favor rezara delante de la imagen del Nazareno de San Pablo que se encuentra allí (se venera a Jesús con la Cruz a cuestas desde la época de la colonia en la Iglesia de Santa Teresa en Caracas) y le pidiera que nos ayuden en estos momentos tan difíciles a tu mamá, a los residentes y a mi. Obedecí, sin hacer más preguntas, y oré ante la imagen del Nazareno.
La operación duró 10 horas por todos los inconvenientes que Dios permitió que se presentaran en el quirófano, le colocaron un Balón o Globo de Contrapulsación Aórtica, es un dispositivo mecánico que ayuda al corazón a bombear sangre. Es un tubo largo y delgado llamado catéter que tiene un globo en el extremo. El globo se infla y se desinfla al mismo ritmo que el corazón. La sacaron y pasaron a la U.C.I. La doctora Graciela Lamura (R.I.P.) habló conmigo al día siguiente y me dijo nuestro Señor nos escuchó porque tu mamá murió en el quirófano, yo me desesperé, lloré y perdí el control por un momento y dejé en manos de los residentes que la revivieran, tu mamá no reaccionaba y se tardó en volver. Al ser la única mujer en el equipo de cirujanos cardiovasculares, eramos solo cinco, cuatro hombres con el jefe Dr. Silva, tenía muchos problemas con el, me cuenta ella. El Dr. Silva decidió a última hora darle este caso complicado a la Dra. Lamura y le dijo: esa mujer no va a sobrevivir a esta operación, tu la vas a operar y así se terminará tu carrera aquí en el hospital. El Dr. Silva no contaba con lo que iba a hacer nuestro Señor Jesucristo. Los residentes ayudantes de la Dra. Lamura, (R.I.P.), le dieron los auxilios de resucitación, el corazón no respondía, hasta que por fin el monitor indicó que por fin volvió a latir pero muy lento, terminaron la operación, que quedó inconclusa al no poder hacer los puentes tres Bypass que necesitaban reconstruir. Las venas estaban tan delgadas que no pudieron injertar lo que sacaron de sus venas de la pierna derecha para la reconstrucción y poder hacer los puentes (aquí el primer milagro, que está documentado en la historia médica). La Dra. Lamura (R.I.P.) me dijo sigue orando, está muy delicada, las próximas 72 horas son cruciales, si su corazón no comienza a latir por si mismo debo amputar la pierna izquierda (allí colocaron el Balón en la arteria al nivel de la ingle) ya que no está recibiendo sangre y se va a gangrenar. Yo siempre le respondía confiemos en nuestro Señor y cúmplase la Santa Voluntad de Dios. Todos orábamos, familiares, amigos, el Padre Dos Santos que nunca nos abandonó, en ese momento era el Párroco de la Capilla y del Hospital. Nunca dejaré de darle gracias a Jesús, María y José por el, nos acompañó en todo el proceso y nos asistió como Sacerdote.
A las 48 horas comenzaron a reducir el porcentaje de bombeo del Balón y para la Gloria de Dios se dieron cuenta que el corazón comenzó a latir por si mismo y fueron reduciendo la dependencia del Balón y en menos de 72 horas lo quitaron y ya su corazón latía por si mismo, no tuvieron que amputarle la pierna. La Dra. Lamura (R.I.P.) lloraba y me decía sigan orando porque esto no lo estamos haciendo nosotros, es nuestro Señor quien la está sacando poco a poco de esta gravedad. Estaba grave, en estado crítico, pero ya había una pequeña esperanza. Era muy doloroso ver a mamá así intubada y con mangueras por todos lados, aparatos, fue impresionante. Me permitían pasar a la U.C.I. por pocos minutos, yo le hablaba y el monitor comenzaba a sonar, ella se alteraba y el enfermero le decía Ana tranquilízate tu hija te está hablando, está aquí a tu lado. Se le salían las lágrimas y se quedaba tranquila. Todos los días le contaba como estábamos todos, le daba los mensajes que le enviaban de apoyo, abrazos, besos y le decía que estábamos orando para que Dios, María Santísima y San José hicieran el milagro de su recuperación.
Mamá, poco a poco fue saliendo de la gravedad y llegó el día que la pasaron a terapia intermedia, donde por los efectos de estar tanto tiempo sedada no coordinaba lo que decía, alucinaba, tenía la lengua pesada, se le dificultaba hablar y hablaba incoherencias. Después la pasaron a su habitación. Comenzó a recuperarse lentamente, era partir de cero: no sabía como agarrar las cosas, no podía comer sola, tenía miedo para levantarse de la cama, antes de la operación pesaba 90 kilos y bajó hasta 66 kilos. Fue recuperando las fuerzas con el apoyo de los fisioterapeutas, cuando se pudo parar de la cama la teníamos que ayudar apoyándose en dos personas, hasta que pudo caminar sola. Estuvimos en el hospital desde el 02-11-2001 hasta el 04-02-2002 que por fin, para la Gloria de Dios, volvimos a casa.