Cuando llegue el aviso… (Por Ángel Ortega)
Ahora, hermanos, hasta la Iglesia, la renovada en el hombre, os persigue y desalienta, tratando de separaros del Dios y Hombre verdadero. Las opciones que quedan no son las mejores, ni mucho menos, estáis entre la herejía y la excomunión del mundo, que no del cielo.

Ángel Ortega
Adoración y Liberación
El mundo se encuentra en estado latente. Se palpa en el ambiente que algo muy grande está por ocurrir.
Si, andando entre la gente, sentís que el mundo os niega sus favores, entonces comprenderéis que su rechazo es en favor de la acción salvífica de Dios.
Esas formas raras que pululan por doquier, se transforman en espíritus vacíos que tratan de manifestarse en vosotros para vuestra eterna condenación. Por eso acecha un sentimiento de exclusión que cada día que pasa se va enfureciendo hasta que reviente, que lo hará, muy pronto.
Y es que esa exclusión es necesaria porque el mismo Jesucristo fue excluido de la vida por sus acciones y vosotros también lo estáis siendo. Tan sólo hace falta una cosa, poner a Dios por encima del hombre. Sólo así el camino se llenará de piedras y la sangre del peregrino lo irá pintando de dolor. El que no sufre, no coge su cruz. Esto está muy claro.
Ahora, hermanos, hasta la Iglesia, la renovada en el hombre, os persigue y desalienta, tratando de separaros del Dios y Hombre verdadero. Las opciones que quedan no son las mejores, ni mucho menos, estáis entre la herejía y la excomunión del mundo, que no del cielo.
Negros nubarrones tapan el horizonte e intentan hacer lo mismo con lo que no se ve pero se siente, el Amor de Dios. Lo que no esconden son la duda y el desasosiego, que andan unidos a la fe como el trigo y la cizaña.
Todo esto ha de pasar porque el que quiera formar parte del grupo de elegidos, escrito desde el Origen en el Libro de la Vida, tiene que rubricar con su firma también su disposición.
Los santos Apóstoles, unidos con Jesús y repartidos con el Espíritu Santo en el Pentecostés para proclamar por separado el Evangelio por el mundo, dejaron la puerta de la Esperanza abierta para que, de nuevo, el Paráclito llene el espíritu del nuevo aventurero de Dios.
Así será el Aviso; primero, la Cruz en el Cielo, que recordará la Pasión que estáis llamados a padecer en su Santo y Bendito Nombre; segundo, los rayos de Misericordia atravesando los agujeros del martirio, que harán de Pentecostés para quien quiera recibirlos; tercero, la Divina Justicia, que será la fuente de Misericordia para el que quiera beber; y cuarto, decir sí a Jesús, sin miramientos, poniendo los talentos a su servicio y el corazón junto al suyo y al de su Santísima Madre, que es la de todos.
Queda poco tiempo, hay que prepararse como si hoy fuera el último día de vuestra vida, porque ese día y el del Aviso tendrán una bendita coincidencia, el encontraros cara a cara con el Salvador; en el primero, para intentar llegar al Cielo con su perdón; en el segundo, para intentar llegar al Mundo con su bendición. Pues que así sea.
Ángel Ortega