Homilía de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Padre Ricardo Ruiz
San Antonio de Padua, lo tuvo entre sus brazos. Santa Teresa se encuentra en una ocasión en las escaleras del claustro, con un hermoso niño al cual le pregunta quién es, este le respondió con la misma pregunta. Ella le dijo "yo soy Teresa de Jesús", y le vuelve a interrogar "¿y tu como te llamas?" Él responde: *«Yo me llamo Jesús de Teresa.»*

P. Ricardo Ruiz V.
Adoración y Liberación
Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
«Caído se le ha, a la aurora del seno un clavel, ¡qué hermoso que está el heno, pues ha caído en él!»
Este clásico de la época de oro de la literatura española, que algunos lo dan por anónimo y otros lo atribuyen a Góngora, nos hace reflexionar sobre el origen celestial de un niño que nos viene del cielo y que tiene un encanto especial, pues cae en el heno, en una pobreza entrañable y sencilla, al alcance de todos los que quieran imitarlo.
Llevamos tres domingos de Adviento escuchando la vida y misión de San Juan Bautista en la sencillez y pobreza del desierto. Y hoy que el Hijo de Dios se hace visible al mundo encarnado en un pequeño niño, quiere hacerlo dando ejemplo como el Bautista; también nace en un pesebre entre los animales y vive una vida también muy pobre:
*«El hijo del hombre, no tiene tan siquiera una piedra para reposar su cabeza.»*
San Mateo, VIII, 20.
¿Cuántos Santos que sí fueron fieles a su compromiso de pobreza y por ser fieles a ella, fueron perseguidos por los que viven en el lujo?
*«¡Oh bendita pobreza que nos lo quitas todo para llenarnos de virtudes!»*
San Francisco de Asis+
El Evangelio del nacimiento del Niño Jesús, nos habla de un suceso importante para toda la humanidad pero lleno de sencillez y pobreza.
Nace el Creador del universo, de la humanidad y fundador de la Iglesia. Nace en el apogeo del Imperio Romano, reinando el Emperador César Augusto, quien vivía en el palacio más grande y lujoso de la época. Mientras que el Niño Jesús nace en un establo entre los animales que le acompañaron como su corte real. Ni siquiera quiso nacer el palacio de Herodes, el cual tenía tan cerca y se lo merecía. Él podría haber arreglado nacer tan siquiera en una Posada, pero lo dispuso todo para que solo hubiese la opción de un establo y por cama un pesebre.
Todo esto no fue para hacer un simple escenario poético. Era y es necesario para darnos el mensaje de que no necesita del poder ni de las riquezas de este mundo para establecer su reinado.
Es por lo mismo que San Ambrosio nos comenta al pasaje Evangélico, explicando por qué Dios los escogió pobres e iletrados a los Apóstoles:
*«Por qué Nuestro Señor Jesucristo los escogió, pobres, ignorantes y débiles a sus primeros Apóstoles; Para que no se diga que su Iglesia triunfó gracias al poder de los príncipes, ni se diga que triunfó gracias al dinero de los ricos, ni tampoco gracias al saber de los cultos.»*
*«Mi reino no es de este mundo.»*
San Juan, XXVIII, 36.
Llega a este mundo como un indefenso y pequeño niño que depende del cuidado de la Virgen María y de San José, como un niño tan pequeño pero siendo al mismo tiempo aquel en el cual reposan los pilares del universo entero, ¿quién puede comprender este misterio?
Ese niño más tarde nos dirá que si no nos hacemos como niños, no entraremos en el reino de los cielos. Es decir, si no recuperamos la inocencia y la humildad de un niño, no podemos entrar en su reino: así como la Magdalena recuperó su virginidad e inocencia por medio de su oración y penitencia, en palabras de San Agustín, así nosotros también por medio de esos medios podemos y debemos recuperar la inocencia de la infancia.
Es una de las razones por las cuales se dejó ver en forma de niño por tantos Santos:
San Antonio de Padua, lo tuvo entre sus brazos. Santa Teresa se encuentra en una ocasión en las escaleras del claustro, con un hermoso niño al cual le pregunta quién es, este le respondió con la misma pregunta. Ella le dijo “yo soy Teresa de Jesús”, y le vuelve a interrogar “¿y tu como te llamas?” Él responde: *«Yo me llamo Jesús de Teresa.»*
Al Padre Pio también se lo llegó a ver con el Niño Jesús en sus brazos, por los pasillos del monasterio.
Lo que nos quiere dar a entender con su humanidad de niño, lo primero es claro, pero además, que debemos volver a la sencillez y a la inocencia, que no olvidemos que ese niño debe crecer sin perder la inocencia para ir un día a la cruz y cumplir con su misión de salvarnos.
Nosotros, a diferencia de ese Niño Divino, hemos nacido con el pecado; por lo que hemos de crecer purificándonos, viviendo la cruz, pequeña o grande en cada momento del día y así algún día, recuperaremos el estado original antes del pecado.
La Natividad del Niño Jesús tiene por lo tanto una finalidad más profunda que el de unas fiestas familiares de tan sólo comidas y cenas. Son la fiesta del Niño Jesús que nace en este mundo porque viene a para prepararnos y recordarnos que un día tendremos que salir de este mundo, que no es su reino, para que nos vayamos a unir con Él para siempre.
Navidad es la alegría de Dios con nosotros «Emanuel», pero también es el Varón de Dolores que habrá que seguir y acompañar un día para ganarnos el reino de los cielos.
Los pastores, sencillos hombres de campo, sin estudios ni teología, comprendieron y aceptaron el mensaje, pero lo más importante es que ADORARON AL NIÑO en un pesebre. ¿Qué habrán visto en ese Niño que el Evangelio nos narra que volvieron maravillados y llenos de gozo por las cosas que vieron y oyeron?»
En México hay una gran tradición llamada «las Posadas» para tiempos navideños. Muchos ignoran que fue san Juan de la Cruz quien legó esas costumbres, cuando en tiempos de navidad él organizaba varias posadas en el claustro del monasterio, él mismo portaba las andas con la Sagrada Familia, y se detenían en cada lugar preparado «pidiendo posada». Sus monjes no podían contener las lágrimas a ver con qué entusiasmo y piedad pedía morada para tan augusta familia:
*«Del Verbo Divino La Virgen en espera, Viene de camino… Si la dais posada.»*
Recordamos que el primer Belén o «Nacimiento» de la historia, lo construyó San Francisco de Asís en la Navidad del año 1223, cuando le pidió a su amigo y protector Messer Giovanni Vellita, que dispusiera todo en la cueva de un monte cercano, representando con figuras a los personajes del pesebre incluidos el asno y el buey. San Francisco tuvo una visión en ese lugar, viendo al niño dormido el cual se despertó y comenzó a acariciar al Santo.
San Pedro, Abad de Cluny siempre hizo saber su deseo de morir en Navidad. Precisamente después de la vigilia y del oficio de Navidad, dió un gran discurso sobre las profecías cumplidas en el Niño Jesús. Después se sintió enfermo y justo a las doce de la noche del 24 de diciembre, el Santo Abad expiró y pasó a la eternidad.
Una vez más, ese Niño, nos viene a recordar, que para salvarse es necesario Adorar.
Venite Adoremus Dominum!
Ave Maria +