La elección definitiva (Por Ángel Ortega)
Si el futuro de la Humanidad está en manos de estas personas instruidas por Dios para la gran batalla del fin del actual cautiverio, la victoria está asegurada.

Ángel Ortega
Adoración y Liberación
Si por Amor fueron hechas todas las cosas, la acción salvífica sobre el Mundo también lo estuvo.
Si Dios convirtió el calendario eterno en secuencia de tiempo medible, fue simple y llanamente con el propósito de que el hombre ocupara su lugar.
El paso de caduco a eterno sólo Dios sabe cómo lo hizo, porque para Él no hay nada imposible (Lucas 1, 37). Lo que sí sabemos es que Jesús realizó los dos caminos, transformó su eternidad en humanidad naciendo de María y volvió con el Padre, que cambió su cuerpo lacerado en Cuerpo y Espíritu glorioso y eterno.
Y con el hombre habitando la Tierra, en el milagro de la vida extraída de la nada, el Señor Dios le dio este mandato: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir». (Génesis 2, 16-17)
¿Cuál es ese fruto del árbol al que el hombre no debe tener acceso?
La prohibición siempre ha existido porque es el mandato que controla la libertad del creado. Y es necesaria porque si las cosas se bautizan con el tiempo de un reloj, aparece siempre la solución del que será reo, hacer o deshacer, pecar o no pecar.
Por eso el hombre también debe ser bautizado con ese tiempo, el mismo que provocó que echara a andar el reloj justo al coger el fruto del árbol prohibido. En ese momento, el bautismo en el pecado obligó a la carne débil del hombre a recibir otro que le ayudara a limpiarse esa mancha recién adquirida.
Todo hacía indicar que el pecado y la muerte habían aparecido unidos para la desgracia del hombre y que iban a someterlo hasta la Cruz, camino salvífico y resurrección eterna del que la sostiene y acepta como suya.
Hasta que la ignorancia y la limitación de la obra humana desatendieron una vez más la premisa del Creador, provocaron la separación de la rama y del fruto del mismo bendito árbol y también, de nuevo, comenzaron a escribir el mismo mensaje de Juan en su Apocalipsis.
A pesar de que “el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió” (Génesis 2, 21) no se pudo evitar el mal de él y de todos, y todos son todos, porque a partir de ahí cambió la Tierra de dueño.
Ahora en nuestro tiempo, todo hace indicar que ese libro que se está volviendo a escribir, está en los capítulos más importantes de la Historia del Mundo, el mal se ha revelado como la solución al bien, qué paradoja, y sólo aquellos que se han dejado convencer por el designio de Dios, mantienen la esperanza en la victoria del Señor.
Sólo “lo consiguieron los elegidos, los demás se endurecieron, según está escrito: Dios les dio un espíritu de embotamiento, ojos para no ver y oídos para no oír hasta el día de hoy”. (Romanos 11, 7-8)
Dios Eterno y Maravilloso Creador, no dejó nada a la suerte, incluso sabía que la moneda que se iba a lanzar al aire, le iba a otorgar la suerte de ser apóstol a Matias.
Sólo Él sabe porqué dijo estas palabras de futuro, que se unen al renglón que ahora Juan, por segunda vez, está escribiendo en su maravilloso libro de la Revelación y que el Eterno nos confirma: “me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante Baal. Así, pues, también en la actualidad ha quedado un resto, elegido por gracia”. (Romanos 11, 4-5).
Si el futuro de la Humanidad está en manos de estas personas instruidas por Dios para la gran batalla del fin del actual cautiverio, la victoria está asegurada. Cada uno de nosotros tiene ante sí el mismo árbol, el que cobija al pecado. La decisión es unilateral y definitiva. La ley del Mundo está a punto de redactarse. La Virgen tiende su mano. ¿Y tú?