¡El Padrenuestro de Santa Mechtilde por las almas del Purgatorio! (PDF Descargable)
Esto sucedió en Suiza, en Einsiedeln, lugar de peregrinación mariana;
era invierno, un día de la semana, y la iglesia estaba casi vacía;
Aloisia rezaba con sus padres.
Mirando hacia el altar principal, advirtió la presencia de una religiosa muy mayor, vestida con un hábito muy antiguo, de una época lejana.
Se dirigió hacia ella, y la religiosa le entregó un pliego de oraciones que introdujo mecánicamente en su bolsillo.
Se produjo entonces algo sorprendente: la puerta de entrada se abrió de repente, y Aloisia vio entrar a una inmensa muchedumbre de peregrinos,
todos pobremente vestidos, que caminaban con pasos silenciosos, como fantasmas: un río de peregrinos de una longitud casi interminable entraba en la iglesia;
había un sacerdote que les indicaba el camino.
La campesina se preguntaba con extrañeza cómo iba a caber esa enorme muchedumbre en la iglesia.
A continuación, se giró un corto instante para encender un cirio y, cuando volvió a mirar hacia atrás, la iglesia estaba de nuevo tan vacía como al principio.
Llena de asombro, preguntó a sus padres dónde se había ido toda esa gente.
Pero ninguno de los que la acompañaban había observado el desfile de peregrinos ni visto a la religiosa.
Sin entender lo que sucedía, buscó en su bolsillo el pliego que le había entregado la religiosa;
este pliego que tenía entre sus manos le demostraba claramente que en modo alguno había soñado.
Contenía una oración que el Señor Jesucristo había enseñado antaño a Santa Mechtilde, en una de sus apariciones.
Era el Padrenuestro de Santa Mechtilde por las almas del purgatorio.
Cada vez que Santa Mechtilde recitaba esta oración, veía a legiones de almas del purgatorio subir al cielo.
Padre nuestro que estás en el cielo
Te ruego, oh Padre Celestial, que perdones a las almas del purgatorio, pues ni te amaron ni te rindieron el honor que te es debido,
a ti, su Señor y Padre, que por pura gracia las adoptaste como hijos.
Al contrario, a causa de sus pecados, te arrojaron de su corazón donde tú, sin embargo, querías habitar siempre.
En reparación de estas faltas, te ofrezco el amor y la veneración que tu Hijo encarnado te manifestó a lo largo de su vida terrestre
y te ofrezco todos los actos de penitencia y reparación que cumplió, y por los cuales borró y expió los pecados de los hombres.
Amén.
Santificado sea tu nombre
Te suplico, oh Padre buenísimo, que perdones a las almas del purgatorio,
pues no siempre honraron dignamente tu Santo Nombre sino que a menudo lo pronunciaron en vano y se hicieron indignas del nombre de cristiano por su vida de pecado.
En reparación de estas faltas, te ofrezco todo el honor que tu Hijo bienamado rindió a tu Nombre con sus palabras y sus actos a lo largo de su vida terrestre.
Amén.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
Te ruego, oh Padre buenísimo, que perdones a las almas del purgatorio,
pues no siempre sometieron su voluntad a la tuya, ni intentaron cumplir tu voluntad en todo, sino que incluso vivieron y actuaron haciendo solo su voluntad.
En reparación de su desobediencia, te ofrezco la perfecta conformidad del corazón lleno de amor de tu divino Hijo con tu santa voluntad
y la más profunda de las sumisiones que te demostró obedeciéndote hasta su muerte en la cruz.
Amén.
Danos hoy nuestro pan de cada día
Te ruego, oh Padre buenísimo, que perdones a las almas del purgatorio,
pues no siempre recibieron el Santísimo Sacramento de la Eucaristía con suficiente anhelo,
sino que lo hicieron a menudo sin recogimiento ni amor, incluso indignamente, y hasta omitieron hacerlo.
En reparación de todas estas faltas, te ofrezco la eminente santidad y el gran recogimiento de Nuestro Señor Jesucristo, tu divino Hijo,
y el ardiente amor con el que nos hizo este incomparable don.
Amén.
Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
Te ruego, oh Padre buenísimo, que perdones a las almas del purgatorio todas las faltas de las que se hicieron culpables sucumbiendo a los siete pecados capitales,
y también por no haber querido perdonar a sus enemigos.
En reparación de todos estos pecados, te ofrezco la oración llena de amor que tu divino Hijo te dirigió a favor de sus enemigos cuando estaba en la cruz.
Amén.
No nos dejes caer en la tentación
Te ruego, oh Padre buenísimo, que perdones a las almas del purgatorio, pues a menudo no resistieron las tentaciones ni las pasiones
sino que siguieron al enemigo de todo bien y se abandonaron a las concupiscencias de la carne.
En reparación de todos estos múltiples pecados de los que son culpables, te ofrezco la gloriosa victoria que nuestro Señor Jesucristo obtuvo sobre el mundo,
así como su santísima vida, su trabajo, sus penas, su sufrimiento y su muerte crudelísimos.
Amén.
Y líbranos del mal
Y de todos los castigos, en virtud de los méritos de tu Hijo bienamado,
y condúcenos, así como a las almas del purgatorio, a tu Reino de Gloria Eterna que se identifica contigo.
Amén.
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El Manuscrito del Purgatorio (Descarga en PDF). Por Sor María de la Cruz
Oración a las 5 llagas de Cristo por las almas del Purgatorio
¡IMPORTANTE! ¡OFRECIMIENTO DE MISAS!

Querido hermano, comenzamos el mes de noviembre, un momento en el que tradicionalmente recordamos a los seres queridos que ya no están con nosotros.
Aunque su recuerdo nos acompaña todo el año, la festividad de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos nos brindan momentos especiales para tenerlos en nuestros pensamientos y oraciones.
Queremos recordarte que tienes la posibilidad de pedir que sacerdotes fieles y tradicionales ofrezcan una misa en memoria de un familiar, amigo o incluso por una intención personal que quieras presentar.
QUIERO OFRECER UNA MISA
Hermano, la Eucaristía es el regalo más valioso que puedes ofrecer a los demás. Además de ser es el sacrificio sagrado y perpetuo de Cristo en el altar, renovado para la salvación de las almas y la glorificación de Dios; es el más alto gesto de amor y recuerdo, y también un acto de verdadera esperanza.
Ofrecer Misas a través de Genus Dei también es una forma de ayudar al trabajo de los sacerdotes y al sostenimiento de sus comunidades y apostolados que sustentan.
OFRECE UNA MISA AHORA
“Si conociéramos el valor de la Santa Misa, nos moriríamos de alegría. La Eucaristía es el amor que sobrepasa todos los amores en el Cielo y en la Tierra.” (Santo Cura de Ars)
Gracias por colaborar con nosotros.