Durante la Segunda Guerra Mundial, los soldados de aviación angloamericanos que se encontraban en la zona de Bari para llevar a cabo misiones fueron testigos de un acontecimiento sensacional.
Cada vez que tenían que llevar a cabo acciones militares cerca de San Giovanni Rotondo, veían a un fraile en el cielo que les prohibía lanzar bombas allí.
Foggia y casi todos los centros de Puglia fueron bombardeados varias veces, pero ni siquiera una bomba cayó sobre San Giovanni Rotondo.
Y como el episodio se repitió, el comandante general decidió intervenir en persona. Tomó el mando de un escuadrón de bombarderos para destruir un depósito de material de guerra alemán que había sido reportado en San Giovanni Rotondo.
Cuando el escuadrón regresó, el general, angustiado, dijo que, habiendo llegado cerca del objetivo, él y sus pilotos habían visto a un fraile elevarse en el cielo con las manos levantadas. Las bombas habían caído solas, cayendo en el bosque, y los aviones habían hecho un giro en U, sin ninguna intervención de los pilotos.
Todos se preguntaban quién era el fraile a quien los aviones habían obedecido misteriosamente. Alguien le dijo al comandante que en San Giovanni Rotondo vivía un fraile con estigmas, considerado por todos un santo y que tal vez podría ser el secuestrador.
Entonces, después de la guerra, el general fue al convento de los Capuchinos.
Cruzando el umbral de la sacristía, se encontró frente a varios frailes, entre los cuales reconoció inmediatamente al que había detenido sus aviones.
El Padre Pío vino a su encuentro y, poniendo su mano sobre su hombro, le dijo: “Así que tú eres el que nos quería a todos fuera”. El general se arrodilló ante él.
Los dos se hicieron amigos. El general, que era protestante, se convirtió al catolicismo, y con él muchos soldados.
En la foto, el Padre Pío y los pilotos protestantes norteamericanos que se convirtieron al catolicismo después de ver al Santo volando junto a sus aviones.
