Benedicto XVI y los “1000 años”: resuelto el enigma final sobre la dimisión de Ratzinger. Por Andrea Cionci

"Por fin se ha resuelto una enigmática frase del Papa Benedicto que desvela COMPLETAMENTE el misterio en torno a su renuncia, borrando cualquier polémica. Increíble es la referencia histórica a la renuncia, en 1013, perfectamente mil años antes, del Papa Benedicto VIII. Realmente parece que el Gran Prelado y el Gran Monarca hayan llegado y desvelando definitivamente el asunto".

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Por Andrea Cionci

Para Adoración y Liberación

 

Traducción autorizada Maria Luisa Perez Gherlone

 

25 de enero de 2023

 

En este período de niebla y confusión, muchos esperaban una aclaración póstuma del Papa Benedicto XVI. No sabemos si llegará ni cuándo, pero no hace falta: él ya nos ha dejado todo lo necesario para salir de la pesadilla en la que se encuentra la Iglesia.

 

“Cristo no dijo toda la verdad, dio las claves de interpretación”, recordaba recientemente un historiador católico, y la última clave para entender definitivamente lo que hizo su Vicario la encontramos por fin hace unos días en “Últimas conversaciones”, el libro de entrevista de 2016 de Peter Seewald-Benedicto XVI, un texto “autorizado y aprobado por el papa emérito”, (según leemos en la Presentación, página 17).

 

Lo que ilustramos a continuación es que el Papa Ratzinger no abdicó, sino que, para defenderse de la presión, que se había vuelto intolerable, de la mafia de San Gallo que quería quitarlo del medio, dió una “renuncia”  especialísima, similar (pero especular) a la declarada EXACTAMENTE MIL AÑOS ANTES, en 1013, por un papa medieval, Benedicto VIII. Esta renuncia fue desarrollada por el Papa Ratzinger para colocarse canónicamente en “sede totalmente impedita” (can. 335) un estatus jurídico que hacía ilegítimo el cónclave de 2013 y por tanto a Francisco antipapa y cismático de la Iglesia Católica. Si esto se entiende, y se puede divulgar al mundo, los problemas están resueltos. Esperar que Bergoglio se quite del medio es una quimera, (acaba de declarar que no renunciará), pero la cuestión a asimilar es que nunca ha sido papa y no tiene nada por lo que renunciar. Sólo necesita verse abrumado por una verdad “gritada a los cuatro vientos”, en todo el mundo.

 

Demostración

 

Premisa: en los dos mil años de historia de la Iglesia, diez Papas han abdicado. El último abdicatario fue Gregorio XII en 1415.

 

 

 

Y esto es lo que está escrito en el libro “Últimas conversaciones”.

 

En la página 31, Seewald pregunta a Benedicto XVI: “¿Hubo un amargo conflicto interior al llegar a esta decisión de renunciar?”.

 

Benedicto XVI: “No es tan sencillo, por supuesto. Ningún Papa ha dimitido desde hace mil años, e incluso en el primer milenio fue una excepción.

 

En la página 231, el concepto se repite por segunda vez: “Benedicto XVI ES el 265º papa de la historia de la Iglesia católica. Elegido el 19 de abril de 2005, anunció su renuncia el 11 de febrero de 2013, que se hizo efectiva el “28 de febrero siguiente”.

 

(Mientras tanto: ¿cómo se puede escribir que “ES” el 265º papa todavía en 2016, tres años después de su renuncia?

 

Deberían haber escrito “fue”, de acuerdo con la narrativa bergogliana, n.d.r..).

 

Pero el texto continúa: “Es el primer Papa en mil años, y el único en plena posesión de sus poderes, que da este paso”.

 

Primera adquisición: Benedicto XVI nunca abdicó

 

Si en los últimos mil años, históricamente, han abdicado cuatro papas, el último de ellos en 1415, y el libro dice que Benedicto “es el primer papa DESPUÉS de mil años”  ha haber renunciado, las cuentas no cuadran. De hecho, si Benedicto XVI hubiera pensado que era un abdicatario, habría dicho “en los últimos 598 años ningún Papa ha renunciado” contando al último abdicatario antes que él, Gregorio XII, que renunció al papado en 1415. ¿Verdad?

 

Esto significa, sin lugar a dudas, que la palabra “renuncia” para el papa Ratzinger no equivale a “abdicación”, es decir, a una renuncia a “ser”  papa. 

Por lo tanto,

 

EL PAPA BENEDICTO XVI NUNCA CONSIDERÓ 

SER  ABDICATARIO 

 

En su Declaratio, por lo tanto, debe excluirse absolutamente cualquier uso indiferente o descuidado de munus y ministerium, o incluso una mínima intención de renunciar al papado, que, por otra parte, NUNCA PODRÍA SER DIFERIDO por 17 días, ya que tanto la abdicación como la elección del papa son actos puros y, por derecho divino, antes  del derecho canónico, deben tener validez simultánea desde el momento que se declara.  Estas frases de “Últimas conversaciones” aclaran definitivamente cualquier discusión.

 

Además, todo tiene sentido: como sabemos, el objeto de la futura renuncia de Benedicto -sólo anunciada, (“declaro que renuncio”) y nunca confirmada jurídicamente – era el ministerium, el ejercicio práctico del poder, “HACER” el papa, y no a SER papa. Benedicto se limita a “declarar que hará” una retirada, un paso atrás, (Rücktritt) del ministerium. Él no produce directamente esta retirada con la Declaratio: simplemente la anuncia.

 

Esta declaración PROFÉTICA se realizará puntualmente, pero no gracias a él: los cardenales tergiversarán la Declaratio, confundiéndola con una abdicación, y convocarán un CÓNCLAVE ILEGÍTIMO, porque el papa ni ha muerto ni ha abdicado. De este modo, Benedicto XVI entrará en una “sede totalmente impedita”, una situación canónica en la que el papa sigue siendo papa, pero, estando prisionero, se le impide de facto (y no de iure) gobernar, es decir, se le priva por la fuerza del ministerium, aunque conserva el munus. (La sede impedida es el único caso en el que el ministerium está separado del munus). Por eso, como escribe Seewald, la renuncia “se hace efectiva el 28 de febrero siguiente”. La expropiación del ministerium, por tanto, se produjo de facto, no por voluntad directa de Benedicto XVI, sino provocada por el inicio de la sede totalmente impedida.

 

La Declaratio de Benedicto XVI es simplemente PROVISIONAL, no una renuncia voluntaria. Es como decir: “Renunciaré a utilizar mi casa para las vacaciones porque, pensando que la he abandonado, la ocuparán unos matones”. Es una renuncia sufrida y aceptada con mansedumbre de sacrificio, como Cristo encarcelado y puesto en la cruz.

 

Por eso el papa Benedicto, aunque llamaba a Bergoglio “papa Francisco”, como el patriarca de cualquier otra iglesia cismática, repitió durante nueve años “el papa ES uno solo”, sin explicar nunca cuál:  era él mismo. Al igual que explicó que “la respuesta para los que no creen se encuentra en el Libro de Jeremías”, donde el profeta dice: “Yo soy impedido”. Por eso declaró en “Ein Leben”, un libro-entrevista de Peter Seewald, (Garzanti 2020): “la situación de Celestino V no puede invocarse EN NINGÚN CASO como mi precedente”: él no era abdicatorio como Celestino. No es casualidad que Benedicto conservara su sotana blanca, su nombre pontificio y su bendición apostólica, viviera en el Vaticano, exactamente igual que un papa en sede impedida, y se autodenominara “emérito”, el que “merece, el que tiene derecho” a ser papa, para distinguirse del antipapa. Como confirmación definitiva, basta pensar en la escritura insertada en su ataúd en la que no se menciona la abdicación/renuncia al papado. Y así decenas y decenas de otras declaraciones más o menos patentes que venimos analizando desde hace dos años y medio, recogiéndolas en el bestseller de investigación “Código Ratzinger”(Byoblu 2022).

 

Segunda adquisición: la analogía perfecta con la “renuncia” de Benedicto VIII en 1013

 

Y aquí el discurso se vuelve aún más interesante. En “Últimas conversaciones”, como usted ha leído, se hace referencia a un papa de mil años antes que renunció de forma similar a la de Benedicto XVI, pero no exactamente igual, con una diferencia que hace a Ratzinger único en la historia: “Es el primer papa en mil años, y el ÚNICO en plena posesión de sus poderes, a dar este paso”.

 

Ya en 2021 comprendimos que el otro yo de Benedicto XVI del primer milenio tenía que ser el papa Benedicto VIII, Teofilacto de los Condes de Tusculum.

 

Sin embargo, aclarando un malentendido que se ha transmitido en las fuentes historiográficas, gracias a la colaboración del profesor de historia y religión Luca Brunoni, podemos entender en qué sentido la renuncia de Benedicto XVI es similar -pero no igual- a la de Benedicto VIII, justificando de forma “matemática” las afirmaciones de “Últimas conversaciones”.

 

Ya desde principios del siglo V, hasta la promulgación del Privilegium Othonis, los papas eran elegidos primero por los romanos (clero, notables, pueblo), pero luego eran los distintos emperadores quienes los confirmaban otorgándoles la “consagración”, la autorización definitiva para ejercer el poder práctico. Hablamos, por tanto, en esencia, de una concesión imperial del ministerium, la posibilidad canónica de “hacer el  papa”. (El Privilegium Othonis caducará en 1059 y, a partir de entonces, serán los cardenales quiénes eligirán al papa y a otorgarles canónicamente poderes).

 

En 1012, Teofilacto, de la poderosa familia Tusculum, fue elegido papa con el nombre de Benedicto VIII, pero inmediatamente entró en conflicto con un contendiente, Gregorio VI, patrocinado por la familia Crescenzi.

 

Ahora bien, mientras Benedicto VIII había conquistado Letrán y había tomado “abusivamente” el ministerium, consagrándose él mismo y comenzando a gobernar sin la debida confirmación “imperial”, en respuesta Gregorio VI se dirigía a Alemania a Enrique II, el entonces rey de Alemania e Italia y futuro emperador, para hacer valer sus derechos y exigir el reconocimiento canónico.

 

Entonces, Benedicto VIII, en 1013, EXACTAMENTE MIL AÑOS ANTES DE LA DECLARACIÓN DE RENUNCIA DE BENEDICTO XVI, dándose cuenta de que no tenía los papeles en regla, de que había tomado “abusivamente” el ministerium, escrive a Enrique II para anunciar su propia retirada, o paso atrás, (Rücktritt en alemán, palabra utilizada para la renuncia de Ratzinger) y declaró que no tenía el consentimiento de Enrique para gobernar, de ahí la falta de ministerium canónico: renuncia así a su propio ministerium obtenido de forma independiente, poniéndolo de nuevo en manos del Soberano Enrique II, convencido también por ciertas concesiones eclesiásticas que se le habían prometido, eligió a Benedicto VIII, que llegó a ser un gran papa. Gregorio VI quedó de estuco y fue declarado antipapa, desapareciendo de la historia.

 

Esta es la clave que une a Benedicto VIII y XVI: una DECLARACIÓN DE RENUNCIA AL MINISTERIUM.

 

Pero, ¿qué convierte a Benedicto XVI en “el único Papa en plena posesión de sus facultades para dar este paso”?

 

La diferencia es ésta: Benedicto VIII declara al emperador una renuncia al ministerium ilegítimamente ya adquirido, mientras que Benedicto XVI declara a los cardenales una futura renuncia al ministerium que legítimamente posee. Pasado vs  futuro, ilegitimidad vs legitimidad.

 

Así pues, Benedicto XVI ha sido, de hecho, el primer Papa de la historia que ha presentado esta renuncia tan peculiar al ministerium estando “en plena posesión de sus poderes”.

 

La referencia PERFECTA a los últimos mil años y a Benedicto VIII es la clave para entender no sólo cómo Ratzinger nunca haya abdicado, sino cómo la sede totalmente impedida fue inducida por él mismo: sólo así podía anular a sus enemigos, dándoles tiempo para manifestar sus objetivos anticristianos. Sobre este tema, véase el teólogo romano Tychonius, muy querido por Ratzinger, sobre el “Gran Discessio

 

Un genial plan de defensa contra la mafia de San Gallo que le presionaba para abdicar. De hecho, Bergoglio hoy no es el papa legítimo, todo lo que ha hecho es nulo y deberá ser borrado de la historia.

 

Después de todo, ¿podría imaginarse un Papa menos impedido que Benedicto XVI, que vivía en el Vaticano, en un monasterio de clausura, desprovisto de todo poder práctico, con una sotana blanca, un nombre pontificio, una bendición apostólica, mientras un antipapa gobernaba en su lugar?

 

Como verán en el diagrama de la parte inferior, las experiencias de “renuncia” de Benedicto VIII en el I milenio y de Benedicto XVI en el II milenio son similares, pero especulares, invertidas. “El secreto está en el espejo”, por citar una conocida aparición mariana.

 

Estos dos personajes del pasado, Benedicto VIII y Enrique II, que reviven y regresan en el mensaje-clave del Papa Ratzinger, harían pensar en aquel “Gran Prelado” y “Gran Monarca” previstos por místicos y beatos,  también por una serie de notables coincidencias. En efecto, la “llegada” desde el pasado de estas dos figuras, aunque medievales, resuelve inequívocamente la Magna Quaestio entre los dos papas.

 

Más allá del genio humano

 

También se podría parar aquí, pero si se quiere profundizar, también está la extraordinaria concomitancia temporal entre la HORA XX (“hora vigésima” dice Benedicto, la hora vigésima, hasta ahora traducida erróneamente como las “20.00”) mencionada en la Declaratio en la que la sede ede romana permanece vacía, y las 13:30 del 1 de marzo cuando la Sede queda totalmente impedida debido a la circulación del boletín sobre la convocatoria del cónclave ilegítimo. A partir de entonces ya no sería más el “pontífice sumo”, (como dijo invirtiendo el título papal) es decir, el pontífice en grado sumo, sino que estaría en un segundo plano, impedido. De hecho, según el horario papal pre napoleónico, el “Nuevo Día” comenzaba después del Ave María de las 17.30 con la parte nocturna, razón por la cual Benedicto saludó a todos a las 17.45 diciendo “buenas noches”: comenzaba lo que para él era “Un día especial que no era como los anteriores”…

 

¿Difícil?

 

Además, no se puede esperar que sea   fácil-fácil un sistema para defender  la Iglesia de la agresión de potencias fuertes internacionales unidas a una lobby de cardenales golpistas y, al mismo tiempo, decir siempre la verdad. Le invitamos a leer y releer varias veces este documento y los artículos enlazados, y a profundizar en el resto en el “Código Ratzinger” (ed. Byoblu, 2022).

 

Mientras que para los creyentes la intervención del Espíritu Santo será muy clara y obvia, los laicos no pueden dejar de notar que están en presencia de algo absolutamente nunca visto, de un genialidad de origen sobrehumano, sea lo que sea, que parece haber entretejido la historia durante milenios. Como si una Lógica oculta que siempre ha impregnado la vida humana hubiera creado un encaje perfecto entre miles de elementos documentales, testimoniales, canónicos, históricos, teológicos, proféticos, incluso histórico-artísticos.

 

Llegados a este punto, sólo es cuestión de valor y buena voluntad. Todo se ha aclarado, o al menos hay una abundancia absoluta para resolver la situación y salvar a la Iglesia. Sólo hay que decidir si divulgar urbi et orbi la verdadera naturaleza de la renuncia de Benedicto XVI, y abrumar a Bergoglio con la verdad, o si dejar que todo se esfume en nada, tal vez con la fola tradicional-sedevacantista de “Ratzinger modernista y embrollón, autor del monstrum jurídico del papado emérito” y marcar así el fin de la Iglesia canónica visible.

 

El cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI debía haberse convocado ya para el 20 de enero. La gran batalla será por un próximo cónclave puro y válido, compuesto sólo por cardenales de nombramiento anterior a 2013. De lo contrario, con un cónclave formado por cardenales inválidos de nombramiento antipapal, será elegido otro antipapa, carente del munus y de la asistencia del Espíritu Santo. Y la pesadilla volverá a empezar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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