El verdadero bien
San Pablo, orador, escritor y evangelizador excepcional, es rotundo, llama a las cosas y a las personas por su nombre y tiene muy claros su obra y su ministerio en nombre del Señor, su roca y su fortaleza.

Ángel Ortega
Adoración y Liberación
San Pablo, orador, escritor y evangelizador excepcional, es rotundo, llama a las cosas y a las personas por su nombre y tiene muy claros su obra y su ministerio en nombre del Señor, su roca y su fortaleza.
Tito 1, 10-11. 14-16
Los falsos maestros.
Hay mucho insubordinado, charlatán y embaucador, sobre todo entre los de la circuncisión, a los cuales se debe tapar la boca, pues revuelven familias enteras, enseñando lo que no se debe, y todo para sacar dinero.
No presten atención a fábulas judías ni a preceptos de hombres que viven de espaldas a la verdad. Todo es limpio para los limpios; mas para los impuros y los incrédulos nada hay limpio, ya que su mente y su conciencia están manchadas. Confiesan que conocen a Dios, pero lo niegan con sus obras. Son detestables, rebeldes e incapaces de cualquier obra buena.
En éste texto extraído de su carta apostólica a Tito hay una frase absolutamente acertada porque sus pocas palabras definen el concepto de verdadero cristiano.
“Para los impuros y los incrédulos nada hay limpio, ya que su mente y su conciencia están manchadas”.
Fijaos en la rotundidad del mensaje, todo aquel que no cree, no esta limpio de corazón ni de pensamiento. Ésta es una verdad como un templo, una realidad que vivimos a diario.
La persona que hace el bien y no cree, lo hace porque Dios lo creó a su imagen y semejanza, es decir, ese bien que ha hecho es una señal de Dios para que se convierta.
Toda ayuda del incrédulo es una ayuda celestial al que la da, que no tiene mérito alguno, al igual que el creyente; en ambos casos no sale del corazón sino del espíritu que Dios colocó en nosotros en nuestra concepción.
La frase “era muy bueno”, que se suele utilizar en el mortuorio, contradice a la de Jesús, “si vosotros que sois malos”, porque la maldad proviene de la esencia misma del hombre en su naturaleza carnal, en todos los casos, y la bondad, de la misma esencia de Dios, su Santo y Bendito Espíritu, en todos los casos también.
El que ve en el hombre bondad, si no ve también a Jesús, no tiene mirada limpia y en vano le otorga a aquel esa etiqueta.
Hasta que el ser humano no se dé cuenta de esta diferencia, que marca también aquella entre lo mortal y lo eterno, no verá con los ojos del Amor de Dios, sino con los de la debilidad del hombre.
Hasta que la sociedad no se convierta en manantial Cristocéntrico, seguiremos viendo falsedad, egoísmo y soberbia como los verdaderos pilares de la misma.
Enséñanos a hacer el bien en Tu nombre, Señor, y convierte el mundo en lugar santo y bendito, en tu celeste trono de poder.