ABERASTURI: Vida católica: o es “EN CRISTO”, o NO ES.

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Padre Aberasturi

 

 

 

 

 

 

Nuestra vida -hablo para católicos que quieran serlo de veras, coherentemente-, o es DE/EN Jesucristo o, simplemente, NO ES, real y espiritualmente hablando. Y esto, como es lógico, sin miedo a las consecuencias, al qué dirán, a los propios errores de conciencia y la propia pequeñez personal, o sin miedo a ir contracorriente y enfrentarnos con la cultureta dominante que viene pegando fuerte: vamos, que te descuidas y te noquea en un minuto sin saber por dónde te ha venido la torta.
Lo digo porque es llamativísimo el “corte” que hay en tantos católicos -así se definen y, por tanto, así quieren que se les considere- que les parece perfectamente compaginable esa definición con un comportamiento que choca de frente precisamente con esa concreta definición.

Para que se entienda bien lo que pretendo determinar, voy a poner un ejemplo. El sacerdote, al decir la Santa Misa, por ejemplo, le “presta” a Cristo toda su persona, desde lo más material: su voz, sus manos, hasta lo más espiritual: su intención, su devoción, su alma. No es extraño, pues que, tal como lo define la propia Santa Iglesia Católica, llegue a afirmar que actúa “in Persona Christi”: esta es la auténtica “identidad” y/o la “esencia” del sacerdote y del sacerdocio católico.

De ahí que, al sacerdote, por encima de cualquier otra consideración, le compete ser, vivir y comportarse, siempre y en todo, como sacerdote; es decir: de tal manera que todo su actuar sea ese exactamente: “in Persona Christi”. Sin buscar ningún otro referente para su vida; menos aún buscarlo en el mundo que no le va a aportar nada positivo, excepto el ser su “lugar de encuentro” con Jesús y su lugar para ser sacerdote y solo sacerdote.

De modo análogo, pero próximo -el fiel católico, por obra y gracia del Bautismo, tiene “alma sacerdotal”-, todo católico en su actuar, debería tener presente esta dimensión de su vocación cristiana -de hijo de Dios en su Iglesia, llamado por gracia a vivir como tal, es decir, a “imitar a Cristo”- al pretender hacer algo, o después de haberlo hecho: preguntarse, con sinceridad y radicalidad -con la radicalidad católica que se llama SANTIDAD-, si lo que he hecho, o voy a hacer, es coherente con mi participación en la vida de Cristo, con mi ser y actuar “in Persona Christi”.

Dicho de otro modo: si lo que he pensado o pienso, si lo que deseo hacer, si concederme esto o lo otro, si renunciar a esto o a lo de más allá… es conforme a Jesucristo. Si lo es: ¡adelante sin miedo! Esta es la Vida Católica y en Católico: ¡esta es “mi” VOCACIÓN! Si no lo es: ¡vade retro! No lo puedo hacer, y tengo que aprender a decirme que NO; porque no tengo derecho a hacerlo: podría materialmente dejarme llevar, ceder y hacerlo… pero NO DEBO, porque sería, o es, PECADO. Tal cual.
Pero todo esto no solo en teoría, sino EN LA PRÁCTICA. Por ejemplo: a la hora de ver una peli; o tomarme un roncito más; de leer tal o cual asunto; o concederme unas confianzas con otra persona que, dada mi condición de casado, por ejemplo, podría dar pie a otras intimidades, incompatibles con mi condición; a la hora de cobrar por un servicio prestado; a la hora de trabajar o de descansar; a la hora de votar o no votar; a la hora de rezar, de confesarme, de ir a Misa… o dejar todo eso de lado; a la hora de enjuiciar negativa e injustamente a otra persona; etc.

Y es en esta COHERENCIA dentro de la vida práctica, de la vida real del católico -sea seglar, sacerdote o religioso; miembro de la Jerarquía o no; hombre o mujer; de toda condición humana y social-, donde uno se juega su ser o no ser en/de Cristo: donde uno se juega su personal vocación -llamada personal de Cristo- para ser SANTO y ser APÓSTOL: para ser sal, luz y levadura “que hace fermentar toda la masa”.

Este modo de vivir, plenamente consciente de mi referencia al Señor en todas las facetas de mi vida -no se puede ser católico en Misa y abortista al votar en las elecciones, o coleccionar señoras como si fueran vitolas de puro, o pasearme y subvencionar el orgullo arcoíris…-, es la esencia de la vida en la Iglesia, del vivir “en Católico”, de nuestro ser “Cristo”, “el mismo Cristo” entre nuestros hermanos los hombres, como nos enseña san Pablo.

¿Que no lo hemos hecho así hasta ahora? Pues ya toca. ¿Y, por dónde empiezo? Por una buena Confesión, preparada con cuidado y, sobre todo, con ganas de “volver a empezar”, que es una de las buenísimas cosas de estar en la Iglesia: cada Confesión nos pone “a cero” respecto a la carga de nuestros pecados, nos devuelve la confianza en Jesús, nos “pone las pilas” dándonos nuevos bríos para recomenzar, nos hace más humildes… y nos confirma en la Fe, en la Esperanza y en la Caridad, sin las que no podemos estar unidos a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Y luego? A seguir así, puestas ya las bases, conociéndonos mejor, palpando el Amor incondicional que Dios nos tiene, y conociendo ya el camino verdadero que lleva a Dios porque “mete” en Dios.

Y lo que no es esto, es “marear la perdiz”, perder el tiempo, enturbiar la conciencia y el alma, ser infelices, enredar la propia vida y la de los demás, y jugarnos la Vida Eterna.

Pues vamos a ser valientes, vamos a dejar de engañarnos y no pretender que ser hijo de Dios no tiene por qué comunicar con la vida real -con mi vida real y concreta-, refiriendo todo lo mío a Jesús, que debe ser el criterio y el por qué de mí vida; y dejarnos de una vez por todas de que con ir a Misa, echar alguna limosnilla y confesar una vez al año ya está todo hecho: y Dios tan contento…

 

 

 

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3 comentarios
  1. Carlos María Bacaicoa Hualde says

    D. José Luis, esa referencia que hace Ud. al ron, espero que no sea trasladable al Oporto.😌😌😌

    1. Adoración y Liberación says

      Je je je

  2. H. R. Pacios says

    P. J. L. Aberasturi, un par de preguntas si puede responderlas y cuando pueda (no tenga prisa. Es más, si puede consulte con otros sacerdotes y obispos para responderla si puede, repito):

    1- El Señor nos enseña acerca de un pecado que no será perdonado, el pecado contra el Espíritu Santo. Si no recuerdo mal (no tengo ahora a mano los Evangelios), lo enseñó tras ser acusado por los fariseos de hacer las obras de Caridad que hacía y sus milagros “en nombre del demonio”. ¿Cual es el pecado contra el Espíritu Santo que no será perdonado?

    2- El Señor explica la parábola del trigo y la cizaña a sus apóstoles, identificando el trigo con los hijos de Dios y la cizaña con los hijos de perdición. ¿La cizaña nace o se hace?, es decir, es verdad que Dios entregó su vida en la Cruz por la salvación de los hombres (todos sin excepción, incluso los ateos, herejes, blasfemos, etc., que pueden salvarse convirtiéndose) siempre que se enmenden y arrepientan de sus pecados y hagan penitencia por ellos. Lamentablemente muchos rechazan la salvación que Dios les ofrece y se condenan ellos mismos al infierno (y en ello pesa mucho la soberbia y la vanidad). Pero, los que son cizaña, ¿lo son por haberse hecho ellos a sí mismos así al rechazar a Dios y seguir al demonio, o son ya del demonio de nacimiento, como si fueran demonios encarnados?

    Gracias, un saludo.

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