ABERASTURI DIXIT (3): Dejar que la Iglesia sea la Iglesia
Jose Luis Aberasturi (diciembre de 2015)
“Hay que dejar que Dios sea Dios”. Así clamaba, a caballo entre los siglos XIII y XIV, el Maestro Erckhart -dominico, filósofo, teólogo y místico alemán-, desde su cátedra de Teología en París -la Universidad más prestigiosa de su época-, que ocupó durante varios periodos. Era el consejo de un verdadero sabio, humana y espiritualmente hablando.
“Tenemos que dejar” que Dios sea Dios, y que su Iglesia sea su Iglesia, si queremos reconducir esta situación por la que está atravesando desde hace ya más de 50 años. Y que la pone en un dilema de extrema gravedad: o “ser” o “no ser”.
Con san Juan Pablo II podríamos gritarle -como lo hizo él a toda Europa-: ¡Iglesia, “sé tu misma”, “recupera tus raíces”, “vuelve a ser tú misma”!
Que se ha perdido el norte, que es Cristo -su Palabra y su Vida- es algo tan evidente que no necesitaría ni comentario. Pero, para pisar sobre seguro, señalaremos algunos apuntes.
La descristianización del Occidente -del primer mundo- es ya casi, casi, un lugar común; pero no por eso deja de ser menos cierto.
Y esto es el fruto maduro, o la punta del iceberg, de lo que viene pasando en el seno de la misma Iglesia: caos doctrinal, disciplinar, teológico, sacramental y pastoral. Y ya no puede prolongarse mucho más, porque hasta generacionalmente no se le ve mucho recambio.
No entro al tema de la asistencia del Espíritu Santo -otro lugar común-, expediente al que acuden tantos para poder respirar; y me parece bien. Pero al Espíritu Santo, como a la gracia, hay que hacerle caso y querer ponerse a sus órdenes: cosa que, hoy por hoy, es exactamente lo contrario de lo que ocurre en amplios sectores de la misma Iglesia; y precisamente como seña de reafirmación y de posicionamiento claramente antieclesial y anticatólico.
Ser o no ser, decía. Porque la sal, en tantos sitios, ya se ha desvirtuado; “pero si la sal se desvirtúa, para nada sirve ya, más que para tirarla fuera y para que la pise la gente” (Mt 5, 13-16).
Un últimísimo ejemplo lo tenemos en lo que ha pasado en la Diocesis de Barcelona con el Cardenal Sistach. Y es extendible a bastantes diócesis españolas.
Ha estado más de 11 años al frente, incluyendo los 3 de propina. Acaba de ser sustituido. Y cuando los mismos afines a él -quizá los mismos que no le han debido dejar hacer otra cosa-, pretenden y hacen balance de su gestión, ¿qué señalan?Señalan tres o cuatro cosas; pero la que destacan en negritas, como el máximo logro del Sr. Cardenal escriben: “la promoción de Gaudí”.
Pero, ¿cómo es posible? ¿Ser Cardenal de la Iglesia Católica, estar más de once años al frente de una Diocesis, y su cuanta de resultados es… “promocionar a Gaudí?
Esta es la “iglesia” que quieren bastantes de los que están en la misma Iglesia; y cobrando de Ella, por cierto. Una iglesita pequeñita, calladita, sin señas de identidad, que no moleste, que haga traición a todos, empezando por Jesús; una iglesita sin pena ni gloria -don nadie-, sometida al mundo, especialmente al mundillo político -Pujol, para Sistach, es un ejemplo de honestidad: lo dijo unos días antes del recambio-, al mundillo mediático -ya le dirán ellos lo que tiene y no tiene que decir-, y al “mundillo” de la ideología de género y así: homosexualidad, vientres de alquiler, anticoncepción, y el mismo aborto admitidos por esta iglesita inane, enana, bobalicona, huérfana y adoptada por los mundanos, para que tenga un mendruguillo que echarse a la boca.
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