¡Salid del armario, por favor!

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Vicente Montesinos

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Callar, callar, callar…

Esconder, esconder, esconder…

Tapar, tapar, tapar…

No se cansan de pedirme: calla, esconde, tapa…

¡No escandalizar!

¿Pero acaso no es más escándalo el silencio?

¿Pero que queréis esconder y para qué? ¿Pero acaso hay misión más importante para un católico fiel que la de salvar su alma y ayudar a salvar la de los demás; siempre de la mano de Jesucristo; y con la mirada puesta en las Sagradas Escrituras, el Ministerio Petrino, el Magisterio Bimilenario, la Tradición y la Sana Doctrina?

¿Pero qué queréis conservar? ¿De que os van a servir vuestras carreras, puestos y cargos el día del Juicio Final?

 

¿Pero qué queréis conservar? ¿De que os van a servir vuestras carreras, puestos y cargos el día del Juicio Final?

 

¿Por qué, aunque sea por una sola vez en vuestra diaria oración ante el Santísimo, no os atrevéis a valorar, delante de Nuestro Señor Todopoderoso, todas las cosas que, humildemente, os estamos diciendo?

Al callar nos convertiríamos en “perros mudos”. Y si el miedo es el de perder privilegios…, ¿algún privilegio mayor que el del Cielo?

¡Salid del armario, por favor! ¡Por el bien de todas las almas! ¡Os necesitamos a todos!

No olvidéis que si el Pastor llega a volverse lobo; el deber esencial de la manada es defenderse a sí misma.

Sin duda alguna, y como dijera Dom Prosper Guéranguer, Abad de Solesmes, lo usual es que la doctrina descienda de los obispos a los fieles; y aquellos sujetos a la Fe, no deberán juzgar a sus superiores. Pero en el tesoro de la Revelación hay doctrinas esenciales que todos los cristianos, por el mero hecho de serlo, están obligados a conocer y defender.

Evidentemente, los pastores están guardando silencio, por unas u otras razones, en estas circunstancias en que la fe peligra.

Por lo que, en estos tiempos, los verdaderos Hijos de la Iglesia son los que actúan y caminan a la luz de su Bautismo.

Y no las almas cobardes que bajo el falso pretexto de sumisión a los poderes existentes, retrasan su oposición al enemigo, con la esperanza de recibir instrucciones que no son necesarias ni deseables.

Por Jesucristo; por la Fe; por la Santa Madre Iglesia, y por las almas… ¡Por favor, salid del armario!

¡Y porque hasta el cielo no paramos; que Dios os bendiga!

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