La eliminación del latín. Por Dr. Jaime Alberto Solivan de Acosta
Una prueba más e indiscutible de que Prevost y sus secuaces no pertenecen a la verdadera Iglesia Católica, fundada por Cristo hace dos mil años.
La eliminación del latín

Dr. Jaime Alberto Solivan de Acosta
Adoración y Liberación
«La eliminación del latín»
La eliminación del latín en el Vaticano es una prueba más e indiscutible de que Prevost y sus secuaces no pertenecen a la verdadera Iglesia Católica, fundada por Cristo hace dos mil años. Estos lobos, vestidos de cordero, solo buscan destruir a la Iglesia por todos los medios. Ahora, enfilan nuevamente los cañones contra la Madre Iglesia, atacando su idioma, porque saben que la lengua es un rasgo distintivo de un pueblo, de una nación o colectividad, en este caso, del pueblo católico. Es un ataque frontal a su identidad.
Con esta alteración maliciosa, la secta prevostiana comete un tipo de matricidio. Deja huérfanas a las lenguas romances, como el catalán, el español, el francés, el gallego, el italiano, el occitano, el portugués, el rumano y el sardo, lenguas que derivan del latín vulgar; que incluso, en nuestros días, consultan a la lengua madre para la formación de nuevas palabras, y que se hablan en regiones que forman parte de lo que se denominaba la cristiandad.
El seudopapa Prevost sabe muy bien que su amo, Satanás, odia el latín a muerte. Por ello, lo hace. También sabe que el latín es un idioma muy preciso en el uso de las palabras. No se presta para ambigüedades. La Iglesia Católica, sabia y consciente de las imperfecciones o deficiencias de sus hijas —las lenguas neolatinas—, siempre ha escrito los documentos importantes en latín y luego los ha traducido a las otras lenguas.
Conviene destacar, igualmente, que este hereje de origen estadounidense sabe que, en algunas ocasiones, algunos pontífices, como San Juan Pablo II, han leído traducciones que contienen errores doctrinales, por lo que se ha ordenado el recogido inmediato de dichas traducciones para revisarlas, corregirlas y volverlas a publicar. Ahora se escribirán los escritos en italiano y se traducirán a los otros idiomas, lo que provocará que haya errores de toda índole para aumentar la confusión. Si el latín desaparece, ningún libro vendrá con el «Nihil obstat» ni el «Imprimatur», expresiones latinas que certifican que un libro está libre de objeciones doctrinales o morales, y que puede publicarse.
Ya oigo decir a esta recua de bandidos y enemigos de Cristo y de la Virgen María: «¡Viva la Pepa! (‘!Viva la confusión!’)». ¡Viva la mediocridad!, propia de Satán. Ya los veo publicando malas traducciones, y a los traductores decentes diciendo el refrán italiano: «Traduttore, traditore».
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