LOS BENDITOS DEL FIN DE LOS TIEMPOS. Por Alex Holgado.
Los benditos del fin de los tiempos
Álex Holgado
Adoración y Liberación

Las Sagradas Escrituras reservan la condición de “benditos” o “bienaventurados” a aquellos elegidos que darán testimonio de fe y pureza en el fin de los tiempos. Son los que se mantendrán intachables, santos, en la gran tribulación que a tantos y con gran facilidad arrastrará a la perdición.
No nos corresponde saber ni el día ni la hora, no afirmamos aquí que la convulsión que nos envuelve sea demostración inequívoca de ese final de los tiempos, pero sí que es como mínimo históricamente apocalíptica, de la misma manera que fueron prefiguración la persecución de Diocleciano o la Revolución Francesa, por poner dos ejemplos de un fenómeno cíclico en el devenir de la Humanidad. Y con una pizca de sensibilidad espiritual resulta fácil creer que hay en este perturbado presente sus benditos, igual que en su día hubo mártires o sacerdotes refractarios.
Pero, ¿cómo identificarlos de entre el común de las gentes? La Biblia señala que lavan sus ropas en el padecimiento y permanecen rectos, manteniéndose alerta y juiciosos, sin dormir -como por el contrario hacen sus contemporáneos, que se entregan a la molicie general-, preparados y firmes para dar testimonio de la verdad, cueste lo que cueste.
Tendrán que ser personas distintas, distinguibles, significativas, que manejen palabras y conceptos inusuales, desechados por anacrónicos por la masa voluble, atea y materialista, que se mueve en otra magnitud de onda. Esos benditos mostrarán, a quien sepa mirar, una actitud vigorosa frente a la flojera ordinaria, ejercitarán una perseverancia insidiosa para la indolencia común, transmitirán una convicción que será agresividad e incluso violencia para una sociedad líquida y en disolución.
No responderán los benditos a esa imagen azucarada, pseudomística e irenista que se nos ha construido en décadas de cristianismo acomplejado y progresista. No. En absoluto. Su mera existencia ya supone un desafío a la mentalidad decadente que nos domina, así que, necesariamente, su profesión de fe resuena como un trueno en el silencio acomodaticio de la corrección política y el pensamiento monolítico. Y son los etiquetados de enemigos, los conspiradores, los insolidarios, los egocéntricos, los desinformadores, los fraudulentos, los fascistas, los psicóticos…
Frente a la industria del activismo y la potencia de engaño de las ideologías; frente a la manipulación de masas de la política; frente a la persuasión idolátrica de la industria del entretenimiento; frente a la sacrílega divinización del sanitarismo y el cientificismo; frente, en definitiva, al abuso del poder y su tiranía de la mentira, se alza la verdad del ser humano como criatura con vocación divina. Y ahí está el bendito.
Y ahí está el bendito y tiene nombre y apellidos: P.Alessandro Minutella, Cristina Martín Jiménez, Vicente Montesinos, Fernando López-Mirones, Antonini de Jiménez, Gonzalo Rodríguez García, Juan Manuel de Prada, Diego Fusaro, Isaac Moreno Gallo, P.Custodio Ballester…
Los benditos son pepitas de un metal noble y antiguo que uno solo puede encontrar lejos del foco mediático, allí donde lo oficial no repara nunca, donde en ausencia del totalitarismo de lo público puede brotar lo auténtico. Donde se yergue la persona. En el samizdat se alzan estas personas únicas, singulares, elevadas por el genio individual, inspiradoras, libres y, precisamente por ello, perseguidas.
No se amoldan a la corriente de la apostasía o del nihilismo contemporáneo, sino que las remontan y tienen el brío necesario para no ser arrastrados y marcar una senda segura, con pasos firmes, sólidos, audaces. Una senda segura aunque incómoda, solo practicable porque ellos tienen esa luz que les ha sido dada y que no se apaga. Porque, como escribe la recia santa, la verdad padece pero no perece.
Uno los escucha y cobra fuerza, no únicamente ánimos; viéndolos ya percibe una singularidad arrolladora. Pero vislumbrarlos se hace complicado entre la maraña de mundanidad que se multiplica para anegar lo bello. “No puede ser posible”, “es una locura”, “asistimos a una anomalía”: el mundo confunde, disloca, inunda, tapa, ciega.
El furor que el mundo desata contra ellos resulta descomunal, aparentemente exagerado. Pero no lo es en absoluto, pues nadie mejor que los dueños del mundo sabe del poder del antídoto que puede aniquilarlos: una sola gota, una pequeña llama, disipa las más cerradas tinieblas. De ella vivimos los vivos y el nuevo orden mundial nos quiere muertos.
El oído de las gentes, totalmente obstruido, no logra ni siquiera detectar que existe el mensaje, y mucho menos la pureza de este. Les parece un desvarío. La verdad resulta siempre ininteligible para el poseído, un escándalo. No así para el alma que busca a tientas el tesoro escondido y prácticamente olvidado, para quien tiene hambre y sed de justicia.
Estas personas elegidas deben conocer el desprecio del establishment, la crueldad del anatema de la academia, la furia desencadenada del mainstream e incluso el odio de los suyos, la noche oscura del alma. Deben pasar la dura prueba, padecer reprobación, escarnio, vituperación, censura, condena. Pero la prueba no es sino el fuego que purifica el oro. Y refulgen espléndidos en la paramera.
Son los asideros en la mala mar. Son los indetenibles. Son los de vuelo alto. Son los de la libertad en la verdad. No son los del Perogrullo. No son los de las digestiones fáciles. No son los correctos, ni tampoco los tolerantes o los demócratas. Son los del primer linaje, los de la estirpe de los héroes y los profetas, los traicionados y apedreados y luego cantados y venerados.
Con ellos, con los benditos, vas a experimentar el vértigo de la vida verdaderamente vivida. No vas a pasar inadvertido, ni te vas a librar del señalamiento y de los tribunales humanos. En su compañía vas a conocer la persecución, vas a conocer la guerra y vas a verte combatir la paz. Amistarás extraños y te repudiarán los próximos. Se burlarán de ti los nuevos falsos pontífices y verás sentarse a los inicuos en las cátedras entre el aplauso de las gentes.
Mas se te dará con ellos el entendimiento y penetrarás en lo insondable. Y nada te faltará y todo te bastará en la verdad.
Porque ellos, los benditos, traen consigo la descarnada lógica apocalíptica. Los benditos tienen la promesa de la resurrección y la recompensa de entrar por las puertas de la ciudad celeste y comer del fruto del árbol de la vida. Los benditos son nuestra humilde esperanza en cumplimiento antes de la plenitud; su presencia, un testimonio del cielo en la tierra.
Otra serie del mismo autor:
- Capítulo 1:
- Capítulo 2:
- Capítulo 3:
- Capítulo 4:
- Capítulo 5:
- Capítulo 6:
EL PARQUE TEMÁTICO DE EMAÚS INCLUYE VER Y ABRAZAR A JESUCRISTO (6). Por Alex Holgado.
- Capítulo 7:
- Capítulo 8:
¿EMAÚS NOS SANA DEL DESEO DE NO NACER QUE TUVIMOS EN EL ÚTERO MATERNO? (8). Por Alex Holgado.
- Capítulo 9:
EL PSICODRAMA DE LA PARED O CUANDO LOS EMAÚSES JUEGAN A SER DIOS (10). Por Alex Holgado.

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