Por Andrea Cionci
Para Adoración y Liberación
Traducción autorizada R. P.
Nada de lo que forma parte de la tradición de la Iglesia es casual. Incluso en los rituales más antiguos y aparentemente anacrónicos, siempre hay una motivación que sigue siendo válida hoy en día.
Del mismo modo, nada de lo que hace el antipapa Francisco para demoler la tradición de la Iglesia es casual: siempre hay una motivación, ya sea de orden espiritual, en el sentido de derribar la doctrina o la devoción en un sentido gnóstico, o de orden práctico-estratégico.
Hemos visto cómo en el último libro escrito con su vaticanista Javier Martínez Brocal, (ya colaborador activo en ingenuas estratagemas propagandísticas como la tienda de discos) Bergoglio ataca a los cardenales italianos y al arzobispo Gaenswein intentando desacreditarlos ante la opinión pública.
Ellos lo saben todo sobre la Sede impedida, y una palabra suya basta para hacer saltar la banca.
La operación de Bergoglio, sin embargo, resultó ser un boomerang, ya que incluso a la prensa mainstream no le gustó la bravuconada contra el apacible Monseñor ex secretario del papa BenedictoXVI, que obviamente no puede replicar de la misma manera a su superior. Tampoco gustó esta revelación de la dinámica del cónclave de 2005, ya que, incluso admitiendo al Papa como “legibus solutus”, los cardenales están ciertamente obligados al secreto y no pueden responder a Francisco.
Luego está el aluvión de cadenas de televisión generalistas que siguen impulsando compulsivamente o bien la narrativa legitimista, o bien un ridículo y postizo debate sobre los “dos papas”, según el cual o bien sólo Francisco fue papa o bien ambos papas lo eran. La tercera solución, que el Papa sólo fue Benedicto, porque estaba impidido, se evita quirúrgicamente o se tacha de “complotismo”.
Pero una de las cosas más interesantes ha escapado al escrutinio de las personas con información privilegiada. He aquí lo que Bergoglio escribió en El Sucesor: “Dispuse ser velado y enterrado con dignidad, como cualquier otro cristiano, y no con un cuerpo expuesto sobre almohadas durante días. En mi opinión, el ritual actual es demasiado recargado.Que sólo haya un velatorio, y CON EL PAPA YA DENTRO DEL ATAÚD, como ocurre en todas las familias. Hablé con el maestro de ceremonias y eliminamos esto y muchas otras cosas. Estoy revisando el ritual para que los Papas sean enterrados como cualquier hijo de la Iglesia”.
Nadie ha preguntado por qué, pero la respuesta es definitivamente previsible y va mucho más allá de las fáciles justificaciones pauperístico-demagógicas de esperadas.
¿Cómo es posible que el Papa muerto haya estado siempre expuesto a la devoción de los fieles aunque, a veces, esta exposición haya sido desagradable y embarazosa debido a los procesos naturales de descomposición del cuerpo?
El objetivo de esta operación ha sido siempre la máxima claridad y transparencia, hacer ver a todo el mundo que ‘vere papa mortuus est’, es decir, que el papa estaba realmente muerto y no había sido secuestrado, encarcelado, que no había escapado o quién sabe qué más. Precisamente porque el munus petrino sólo puede ser concedido por Dios a un nuevo papa si el anterior está regularmente abdicado o ESTÁ MUERTO. (De hecho, sabemos que Bergoglio no es el papa porque fue elegido con Benedicto no abdicado, sino impedido).
El clero y los fieles podrían así cerciorarse de la muerte del Pontífice y, de este modo, no habría dudas sobre la legitimidad del próximo cónclave.
Con la medida de Bergoglio, al menos en sus intenciones, esta claridad y transparencia ya no existirán.
Considerando también que las fotos del Papa fallecido antes de su exposición pública de ninguna manera podrán ser difundidas, los fieles no tendrán NINGUNA CERTEZA de que Francisco haya pasado VERDADERAMENTE “a otra vida”.
Y entonces, ¿quién de entre el público podrá garantizar que el cuerpo de Jorge Mario Bergoglio está realmente en ese ataúd y que está realmente muerto? O, en caso de muerte real, ¿quién podrá garantizar que su cuerpo está realmente enterrado en Santa Maria Maggiore, donde también se encuentra su amado icono de la Salus Publica Populi Romani? Las tumbas de los papas no pueden abrirse salvo en casos muy raros. Ya hemos visto cómo este antiguo icono mariano, originalmente llamado Regina coeli, fue resemantizado por los jesuitas gnósticos en el siglo XIX bajo el nombre de la antigua diosa Salus, representada, según la iconografía típica de la Gran Madre, como una mujer alimentando a una serpiente.
Pero, ¿y si hubiera habido un cambio de planes, quizá fruto de una negociación con algunos cardenales contrarios, incluso en esta última voluntad?
Pero lo que es objetivo es que, a pesar de que la preparación del cuerpo del Papa se lleva a cabo con la intervención de varios designados, objetivamente, la exhibición de un ataúd cerrado al público ofrece la posibilidad de simulación y engaño. ¿Complotismo? En absoluto. De un hombre que durante ocho años consiguió hacerse pasar por el verdadero papa, y que incluso puede que nunca haya sido un clérigo válido ya que, como bien explica el libro de don Fernando Cornet -nunca desmentido por la Iglesia- “¿Habemus antipapam?”, nunca se pudo encontrar su certificado de diaconado, simular su propia muerte sería un juego de niños.
Hay muchas posibilidades para una enésima simulación: una fuga, contratada o no con facciones opuestas, o un entierro en otro lugar que no sea S. Maria Maggiore, o quién sabe qué otro golpe de teatro. Además, esto no es nada nuevo: todos ustedes han visto las ambigüedades y sospechas generadas por el apresurado funeral de Bin Laden, arrojado al mar sin foto del cadáver, y todos ustedes son testigos de estas extrañas maniobras que implican a la realeza británica. Reyes enfermos, duquesas enviadas misteriosamente de vacaciones, princesas que desaparecen, etc. ¿Os parece normal?
No hay que descartar ninguna hipótesis: el engaño que hemos vivido en los últimos diez años es tan surrealista que ya nada nos puede sorprender.
Y, repetimos, objetivamente el cuerpo del papa, o del antipapa, encerrado en una caja no permitirá a los fieles verificar la verdadera muerte del papa.
