No nos engañemos. Por Juan Cicconi

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Por Juan Cicconi

Para Adoración y Liberación

 

 

 

 

No nos engañemos                                        10 de noviembre de 2024

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Cuesta imaginar la enorme confusión que hay en el terreno religioso, después de que en la relación del hombre con Dios han quedado suprimidas todas y cada de las categorías del dominio religioso, se ha abusado de la religiosidad y de la idea de Dios. A Dios hoy no lo quieren suprimir del todo, a fin de tener importancia los hombres estando en oposición a Él, y para llegar a esto el mal tiene que formar parte de la natura humana, por ello afirman hoy la imposibilidad de creer, por eso la blasfemia es una provocación a Dios todos los días.

La obstinación de ordinario consiste en que uno desesperadamente quiera ser sí mismo, o que obstinadamente no quiera ser sí mismo, y la debilidad de la desesperación de un pecador es serlo de tal manera que no haya perdón alguno.

La medida cualitativa del yo humano siempre será Cristo, porque Dios nos dá testimonio hasta donde alcanza la enorme realidad de un yo al hacer que Cristo sea el fin y la medida del hombre. Por eso, cuanto más yo tanto más profundo será el pecado, y para poder importunar a Dios es necesario que uno mismo se haya situado muy lejos de Él.

Por eso lo decisivo es que el yo tenga la idea de Dios y obstinadamente no quiera lo que Dios quiere, porque la gravedad del pecado es el hecho de que este fuese contra Dios y lo terrible es pecar delante de Dios, esta es la razón para demostrar la eternidad de las penas del infierno.

Se peca cuando delante de Dios y desesperadamente no se quiere ser uno mismo, o cuando también y de una manera desesperada, delante de Dios, se quiere ser uno mismo. El pecado es una determinación del espíritu, pero es también una obstinación contra Dios.

Lo que suele acontecer en el mundo es que el hombre empieza pecando por fragilidad o debilidad, quizás aprenda la lección de que su único refugio esta en Dios, y busque ayuda en la fe, la otra posibilidad es que desespere por su propia debilidad, y busque justificar lo ocurrido y desesperado se vuelva a hundir todavía más bajo en el pecado.

Lo contrario del pecado no es la virtud, sino la fe.

La oposición cristiana entre pecado y fe transforma todos los conceptos éticos, porque reciben un relieve más profundo. El motivo radical de esa oposición no es otro que el cristianamente decisivo encerrado en esa expresión: “delante de Dios”, la cual representa la categoría conceptual decisiva de todo lo cristiano: el absurdo, la paradoja y el escándalo. Y el escándalo ampara al cristianismo contra toda especulación.

La gran verdad es que a muchos los domina la ignorancia, los ha lanzado de una manera alocada y vanidosa por los derroteros de una vida hinchada y estéril, viven en una ingenuidad demasiado estética, demasiado frívola, demasiado pecadora, por ello a sabiendas o no cometen injusticias, y solamente expresan con sus vidas que no han comprendido el bien que deben obrar.

El espectáculo es tan lamentable como ridículo ¿y quién lo podrá remediar?, cuando hayan comprendido que todo era una mentira, porque es infinitamente espantoso que alguien haya comprendido toda la verdad en torno a lo malvado y mediocre que existe en el mundo y después de haberlo comprendido no nos dé en la práctica ninguna muestra que lo ha comprendido, mezclando nuevamente todo con la misma maldad y mediocridad, sacando todas las ventajas que puede de ella y honrándola y honrándose, es decir reconociéndola.

Cuando vemos a estos sujetos tan dichosos, tan radiantes de alegría de que el mundo los honra y estima, nos preguntamos ¿cómo es posible que estos hombres despreciables sean tenidos por bienhechores?

 

Porque si un hombre no hace lo que es justo con ello demuestra que no ha comprendido, entonces no hace más que alejarse enormemente del camino recto, lo que demuestra que el pecado es ignorancia.

En la vida del espíritu no hay ningún reposo, sino que todo es actualidad, por tanto si un hombre no pone en práctica lo justo inmediatamente que lo ha reconocido, entonces lo primero que empieza a paralizarse es el conocimiento, entretanto el conocimiento se va oscureciendo todavía más la naturaleza inferior por su parte se va acrecentando, aquí es preciso que el bien se haga inmediatamente conocido porque las fuerzas inferiores del hombre aumentan su poderío en las dilaciones. Cuando el conocimiento se ha ido oscureciendo entonces ya pueden entenderse mutuamente mucho mejor el entendimiento y la voluntad hasta llegar a un perfecto acuerdo.

Es muy probable que una inmensa mayoría de los hombres vivan de esa manera tan mediocre y así pasan toda la vida en el oscurecimiento de sus conocimientos éticos y religiosos: conocer la verdad y obrar el bien; por ello obran lo que es injusto porque no han comprendido lo que es justo.

Por eso el cristianismo comienza declarando que el pecado no consiste en que el hombre no haya comprendido lo que es justo, sino en que no quiera comprenderlo ni quiera cumplirlo.

La enseñanza cristiana nos dice abiertamente que un hombre comete la injusticia a pesar de haber comprendido muy bien lo que es justo, por eso la enseñanza cristiana es un constante acoso para el hombre, y esto tan fácil de comprender siempre es un escándalo para  los hombres.

Ante la ignorancia de cada individuio de poder responder a la pregunta ¿cómo comenzó el pecado?, solo es posible por la revelación divina, porque esclarece que cosa es el pecado y cuán profundas son sus raíces, por ello el cristianismo entero estriba en que sea creído y no precisamente comprendido, porque ante el cristianismo no queda otra alternativa que creer o escandalizarse, porque todo lo cristiano existe para la fe, vigilando con todo empeño que no se borre la profunda diferencia cualitativa entre Dios y el hombre, y confundiendo todo como sucede en la época actual: vivir sin Dios y sin fe.

Esto nos indica con toda claridad que la desesperación no viene de fuera, viene de dentro.

El pecado es una posición que parece totalmente imposible que se logre eliminar, sin embargo el cristianismo, mediante la doctrina de la redención, pretende nada menos que eliminar todo el pecado, de suerte que sea eliminado completamente.

La vida humana se ha hundido de una manera muy lamentable en la mediocridad, una vida tan falta de espiritualidad que merece que “se la vomite” haciendo imposible aplicarle el cristianismo, y de toda esa situación el hombre es culpable, pues no nace desprovisto de espiritualidad.

La desgracia no está precisamente en el hecho de que ya no se hable de lo cristiano, no la desgracia es que ya no se produce en los hombres ninguna impresión de lo sagrado o lo sublime. Si un creyente dijera estar enamorado de la religión cristiana es seguro que sería tenido por loco, o que le digan algo peor: este sujeto no ha conocido nunca lo que es el amor; por ello la inmensa mayoría de los que habitan en la cristiandad llevan una vida tan poco espiritual.

La permanencia en el pecado es el nuevo pecado, por eso cualquier pecado del que uno no se haya arrepentido constituye un nuevo pecado. Por lo general los hombres solamente tienen conciencia de sí mismos en algunos momentos y en la ocasiones muy decisivas, pero en lo cotidiano esa conciencia no aparece para nada. Pero la eternidad reclama del hombre que permanezca siendo lo que es, es decir que sea consciente en cuanto a espíritu y que tenga fe. En cambio el pecador está tan entregado a la fuerza del pecado, tan natural se le ha hecho, que el pecado se le ha convertido en su segunda naturaleza, por eso permanecer en el pecado es demoníaco.

 

 

El pecado se intensifica en una nueva conciencia porque no quiere saber nada con el bien, ni ser tan débil para detenerse escuchando otra voz; no lo único que quiere es oirse a sí mismo, encerrarse a solas consigo mismo, formar una sólida cárcel interior para sentirse a buen recaudo. Así endurecido no tiene más remedio que considerar que todo lo que se llama arrepentimiento y todo lo que se llama gracia, no solamente es algo vacío e insignificante, sino que es su peor enemigo contra el cuál luchara con todas sus fuerzas.

Por ello la fuerza del pecado y la desesperación del pecado es la ruptura con el bien y la ruptura con el arrepentimiento, lo cual lleva a hundirse cada vez más profundamente; y el progreso en lo demoníaco sigue, por eso todo se irá agravando, hoy una elite satanista controla el poder mundial.

Lo cierto es que hoy en el mundo por motivo de una enorme confusión solo se están ocupando en la frivolidad y la irreflexión, confusión acerca de lo que uno mismo es y lo que significa, ya sea por motivo de una hipocresía camuflada o por una ingeniosa sofística que toda desesperación lleva consigo, y lo terrible, por la propia desesperación, es inclinarse ante los demás creyendo ser algo bueno. Y esto no es más que mixtificación, porque su pena, su preocupación y su desesperación no es mas que egoísmo. Y aunque los asesores espirituales den enormes dosis de consuelos solo contribuyen a que se agrave la enfermedad, porque: ¿quién sostiene que se tiene un yo precisamente delante de Dios?

 

Bibliografía consultada: La enfermedad mortal – S. Kierkegaard (1813-1855)

 

Nota:

El tiempo de la disolución ha llegado, los hombres no soportan la sana doctrina, han apartado el oído de la verdad, se han vuelto amadores de sí mismos, de los placeres, del dinero mas que de Dios, soberbios, maldicientes, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, traidores, adoradores de demonios. Más el que camina delante de Dios y de Cristo Jesús, el cuál juzgará a vivos y muertos, tanto en su segunda aparición como en su segunda venida, preciso es que se sostenga en la fe frente a los padecimientos y persecuciones, de tal manera que pueda afirmar con el Apóstol:

“He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he guardado la fe.”

II Timoteo 4- 7

“No nos engañemos, Dios no se deja burlar, pues lo que el hombre sembrare eso cosechará, pues si alguien piensa que es algo, él mismo se engaña, siendo como es nada.”

Gálatas 6, 3-7

 

 

 

 

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