¿EL TRIUNFO DE LA COSMOVISIÓN PAGANA EN LA NUEVA IGLESIA BERGOGLIANA? (3). Por Alex Holgado.

Una visión crítica de los retiros de impacto de Emaús (III)

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Álex Holgado

Adoración y Liberación

 

 

 

 

 

Como señalábamos en el anterior capítulo, sería un error circunscribir las afinidades entre distintas realidades espirituales tan solo a la figurativa de sus símbolos, como si de un simple juego estético se tratara. La elección de un emblema -y la remisión a la simbología concreta que este conlleva- tiene que ver con un concepto esencial de la fe y su enfoque. Refleja una identidad.

Y el error de la permanente dispensa, de restarle importancia a la forma y a sus significados, solo conduce a la colaboración con los hijos de las tinieblas –más astutos que los hijos de la luz e incesantes en sus maquinaciones- y a la desustanciación de lo propio. No seamos tontos útiles.

Ciertamente, existen diferentes interpretaciones de los mismos símbolos, pero conviene precisar que no tienen por qué ser excluyentes entre sí y que, en el movedizo terreno de lo sobrenatural, son muy frecuentes los fenómenos de narrativas dobles –una oficial, para una mayoría profana, y otra oculta, para una élite de escogidos- dentro de los propios grupos iniciáticos.

Por ello, los legos pueden escandalizarse y sentirse atacados cuando se les desvelan estas conexiones soterradas que ellos desconocen, pero los hechos son los que son y es el conjunto de estos indicios lo que acaba recomponiendo el puzle de una realidad que no por incómoda deja de serlo. No vamos a mirar para otro lado.

En el caso que nos ocupa, los retiros de Emaús y su movimiento (aunque nieguen su constitución de facto como tal, se reúnen con periodicidad tras el retiro y forman grupo aparte en las parroquias), hemos podido demostrar que sus emblemas están directamente vinculados al rosacrucismo y a la masonería y que aplican una forma de secretismo de estilo iniciático (“lo que se dice en Emaús, se queda en Emaús”, recoge su manual), el cual resulta fundamental para su eficacia y podría estar representado por la simbología esotérica de la rosa (confidencialidad “sub rosa”).

A pesar de tratarse de la iglesia anticrística bergogliana, algún experto debería matizar con argumentos lo que aquí se está poniendo de manifiesto y elucidar el carácter católico de Emaús, o bien tomar cartas en el asunto los obispos y corregir lo que haga falta en este extraño tipo de retiros, o prohibirlos directamente por el bien de las almas implicadas, pues, insistimos, no se trata de una mera cuestión ornamental.

Y es que en próximos capítulos analizaremos algunas características muy sospechosas del contenido de los retiros emausísticos, conceptualmente asociadas a ese marco figurativo digamos heterodoxo, y cuyas implicaciones son de profundo calado espiritual.

Pero ahora vamos a continuar profundizando en el intrigante asunto de los símbolos para que quede claro que la rosa en la cruz no es un simple logotipo o marca aleatoria. Hay, como decimos, más, mucho más, detrás.

Empecemos con la explicación que brinda el propio movimiento.

Aunque no existe una institución oficial, sí se repiten idénticos patrones en la interpretación que sobre los símbolos de los retiros se ofrece en las distintas parroquias que los acogen. Y estas explicaciones derivan del texto del manual, que en esencia es el mismo en todo el mundo.

¿Y cuáles son esos patrones repetidos? Pues acordes al origen de los símbolos que hemos venido señalando. Básicamente, nos encontramos con analogías de corte naturalista y ecologista que remiten a una ecoteología muy ramplona (si es que puede existir una versión de esto auténticamente profunda), demasiado parecida al esoterismo rosacruz y masón y al panteísmo de la Nueva Era.

Estas analogías emausianas, aunque simples, apuntan a toda una cosmovisión ancestral de factura pagana, con una atropología asociada, por supuesto, que nada tiene que ver con la narrativa cristiana, aunque se salpimente de motivos cristianos. La ecoteología, ya sabemos, es uno de los gadgets identificativos de la trampa bergogliana.

Así, en el imaginario de Emaús (ver http://yosoyemaus.byethost13.com/simbolos_emaus.html?i=3 ) la rosa -que viene identificada como “el amor”, sin más, o como el alma, dependiendo del contexto- se vincula con la tierra, el agua, el fuego y el aire, es decir, con los cuatro elementos primordiales atávicos y cuya reverencia ha llegado hasta nuestros días por la vía del esoterismo y las más variopintas pseudofilosofías místicas orientalizantes de nuevo cuño.

La tierra, el agua, el fuego y el aire aparecen ligados a fundamentos cristianos como, respectivamente, la Palabra de Dios (con la figuración de la roca que nos sostiene y sin la cual nos desmoronamos), la Eucaristía (el alimento, “la única agua que de verdad nos quita la sed”), Dios (“la luz solar y resplandeciente”) y el Espíritu Santo (la oración, sin la cual “no alcanzaríamos la altura a la que estamos llamados”).

El revestimiento cristiano es indispensable, pero ahí están explicitados perfectamente los elementos primordiales, que son los que alimentan nuestra alma para poder amar y florecer. Cabe subrayar que los componentes básicos del cristianismo que supuestamente validan la fórmula pagana también están asimilados a su particular manera por el rosacrucismo o la Nueva Era. Emaús se apunta entusiasta al sincretismo.

Por otro lado, las libérrimas correspondencias de los principios primordiales de la naturaleza con sublimaciones trascendentes, en realidad, pueden ser infinitas, tantas como pseudoreligiones pueda haber, y lo que hace Emaús en su caso es renovar esta oculta relación armónica de antigua raigambre herética entre el panteísmo y el cristianismo, entre la naturaleza y el hombre.

En ese antiguo “conocimiento” se enseña que el ser humano solo puede mantenerse sano si guarda el equilibrio alquímico entre sus cuatro componentes. No te seques, no te nubles, no te agites, no te apagues… ¡Son las mismas advertencias de Emaús! Toda existencia ocurre a través de la complementariedad de cada elemento que, en conjunto, trabajan para lograr una armonía sanadora.

Con los cuatro elementos primordiales –codificados, como decimos, en términos cristianos- desarrollamos capacidades esenciales internas a través del reconocimiento de la funcionalidad de cada uno de ellos dentro de nosotros –ahí asoma, además, el enfoque utilitarista de la religión, que es verdadera en cuanto me sirve para mi bien personal- para luego proyectarlos afuera, en el sistema general o cosmos. Es esencial que sepamos entender y usar la alquimia de estos elementos para llevar una vida en plenitud.

Y esto, como insistimos, es justo lo que viene promoviendo el rosacrucismo, cuya ascesis o entrenamiento para alcanzar la iluminación se orienta al cultivo de las cuatro partes del ser: la emocional (representada por el aire), la vital (el agua), la física (la tierra) y el deseo (el fuego) para integrarlas en la quintaesencia, que sería el éter, es decir, el bienestar o paz interior, mediante la oración y la meditación.

No pierdan de vista esta quintaesencia o paz interior, pues es la razón de ser de los retiros de Emaús, el objetivo final a conseguir por el “caminante” en esta sociedad herida.

Este tipo de ascesis, de búsqueda del bienestar mediante la armonía con el cosmos o naturaleza, forma parte asimismo del mindfulness y otras disciplinas más o menos espirituales englobadas en lo que se denomina Nueva Era o New Age, ahora en auge debido a la insatisfacción generalizada por causa de la amputación social de la trascendencia.

Desarrollaremos este punto y sus mecánicas o dinámicas derivadas en los retiros de Emaús en las sucesivas entregas de la serie, si Dios nos lo permite.

Pero, ¿por qué un apostolado se desmarca de la tradición católica y se incrusta en corrientes esotéricas y gnósticas adoptando sus cosmovisiones pseudomísticas? ¿Lo promueve la demolición que viene aplicando desde dentro el anticrístico Bergoglio?

Porque, ante la evidencia, los responsables del movimiento y los obispos que autorizan estos retiros en sus diócesis deberían hacer el ejercicio de responder al menos a la primera pregunta.

Presuponiendo ausencia de dolo, lo que es mucho suponer a estas alturas, tendrían que saber que la creatividad al margen de la tradición y la doctrina no suele inventar nada original, sino todo lo contrario: cae en las herejías de siempre expresadas en los axiomas del siglo. Y que el mundo moderno, conceptual y antropológicamente, está más cerca del rosacrucismo-masonería-protestantismo-nuevaera que del catolicismo, pues ya no se pretende encontrar la verdad trascendental sino, como máximo, arañar un lenitivo para vivir lo más confortable posible en este mundo.

Porque el mundo hoy tiene como ideales la armonía, el bienestar, la paz, el equilibrio, la plenitud, la fraternidad, el amor humanos. El mundo hoy rechaza el sacrificio, la doctrina, la abnegación, la culpa, la redención y el amor divinos. Y el hombre hoy, tan herido en el alma, prefiere los sucedáneos remedios opcionales que se ha dado a sí mismo que la verdad revelada por Dios, que es obligatoria.

De hecho, más arriba hemos dado una pincelada a propósito de “el amor” tal como lo maneja Emaús: lejos de provenir de Dios, de ser Dios, brota del interior del hombre y hay que estimularlo; para los emausistas, es esa rosa inmanente que hay que saber cultivar y que el Espíritu Santo (léase el sol o el agua o la herramienta que quieran) hace florecer. Todo ser humano lleva en su interior el tesoro, la energía, el numen que puede hacerle alcanzar la plenitud. Puro inmanentismo.

Y eso, además, indistintamente de si está bautizado o no, de si inhabita en él la Trinidad, pues las disquisiciones doctrinales no tienen sentido en estas místicas experienciales, donde lo que actúa es el hombre y la técnica de la psicoespiritualidad, la más insidiosa herejía de nuestro tiempo, no la Gracia.

Y esta es, en nuestra opinión, la clave del pírrico éxito de este apostolado: su propuesta de sanación por medio de este “amor” o terapia psicoespiritual iluminadora. La misma que ofrece el rosacrucismo o la Nueva Era y que trataremos en los siguientes capítulos, cuando abordemos propiamente los contenidos de la simbología y su praxis.

Que el Espíritu Santo, el de verdad, no el prefabricado por nuestra necesidad, nos ilumine en la tarea.

 

 

Acceso a los  Capítulos anteriores:

 

  • Capítulo 1:

 

¿RETIROS ESPIRITUALES O MERCADOTECNIA DEL ESPÍRITU? Por Alex Holgado.

 

  • Capítulo 2:

 

¿SIMBOLOGÍA ROSACRUZ EN UN APOSTOLADO CATÓLICO? (2). Por Alex Holgado.

 

 

 

 

 

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