¿Envidia yo a ese, de qué? Por F. L. Mirones
Recuerden que la envidia no es por lo que uno tiene, sino por lo que uno es.

Por Fernando López Mirones

Recuerden que la envidia no es por lo que uno tiene, sino por lo que uno es.
Lo que da más envidia es la felicidad, no necesariamente ligada a dinero o posesiones materiales.
Cuando a alguien se le dice que tiene envidia a otro, enseguida responde: ¿envidia yo a ese, de qué? y continúa con una serie de insultos al agraciado.
Esta respuesta es típica del envidioso, que no sabe que lo es. Esto es importante, porque necesita buscar o inventar motivos para justificar su fobia hacia alguien, y eso le hace difamar.
El envidioso dedica una energía descomunal a atacar al envidiado, incluso su vida entera.
Pero no puede evitar seguirlo, espiar lo que hace, buscando alimentar el monstruo insaciable que tiene en su alma; porque en el fondo esa envidia nace de una profunda admiración mal digerida. Sin la humildad necesaria para admirar, el mediocre prefiere odiar.
Espera un error, un detalle, que alguien le de pie, para saltar al cuello de su odiado.
Son capaces de perseguir a alguien desde el colegio o la universidad y recordarlo perfectamente.
Los envidiosos sufren mucho, tienen una vida terrible, tortuosa, porque su psique no está en paz nunca.
No quieren admitir que se definen con el punto de referencia de sus envidiados.
Da igual lo que el envidiado haga. Si lo trata bien, si lo perdona, si no tiene en cuenta sus infamias, solo consigue que el envidioso empeore ¡encima es buena gente el cabronazo!
Cuanto más brilla una persona, y no me refiero a fama ni dinero, más envidiosos acumula. Podríamos usar un envidiómetro para medir la excelencia con precisión.
Los envidiosos son leales, fieles, incansables, odian todo el tiempo, sin descanso.
Con las redes sociales el envidioso sufre aún más, porque tiene acceso constante a su envidiado y a las personas que le dicen cosas bonitas, y le hierve la sangre, colapsa.
Busca algo con lo que atacar, no puede permitir que lo adulen ¿acaso no ven lo odioso que es?
¿Por qué les cae bien?
La envidia es un sentimiento humano al que todos estamos expuestos, al que hay que combatir de forma activa casi cada día. Aparece de forma espontánea, es una tentación del mal, por eso de nosotros depende apagarlo o alimentarlo.
Quienes eligen alimentarlo se condenan a sí mismos a una vida horrible, además cuanto más sufre más daño hacen, o lo intentan. Al llegar a viejos se les ve en la cara, tienen cara de envidiosos, es un rictus especial, ancianos grises, muy distintos a los luminosos, que son los más.
Años de envidia los pudren por dentro.
Por eso, apreciados aulladores, hagamos un examen de conciencia a ver si estamos envidiando a alguien y no nos damos cuenta. No desaparece sola la envidia, hay que trabajarla en nuestro interior con humildad y con la ayuda De Dios. Si no lo hacemos, si lo dejamos fluir por defecto, si nos creemos buenas personas sin necesidad de preocuparnos, estamos llenos de cookies envidiosas sin limpiar.
Creerse bueno y serlo son cosas distintas. Hasta las mejores personas de la historia hacían examen de conciencia cada semana y se decían pecadores.
Si no trabajas la envidia, puede que el envidioso seas tú.
Un aullido.
PÁSATE POR LA TIENDA AYL
PINCHANDO EN LA IMAGEN
