Santos Apóstoles Simón el Cananeo y Judas Tadeo

28 de octubre Columnas de la fe, amigos del Redentor y heraldos del Evangelio hasta el martirio.

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Santos Simón y Judas Tadeo – Apóstoles del celo y la esperanza


Vida de los Santos

San Simón el Cananeo —también llamado el Zelote por su ardor y celo por la Ley de Dios— fue uno de los Doce elegidos por Nuestro Señor Jesucristo. Antes de seguir al Maestro, pertenecía a aquel grupo de judíos fervorosos que esperaban con ansia la liberación de Israel. Al encontrar a Cristo, comprendió que la verdadera libertad no era política, sino espiritual, y se consagró a proclamar el Reino de los Cielos con un corazón encendido en amor divino.

San Judas Tadeo, “hermano de Santiago el Menor” y pariente de Jesús según la carne, es conocido por su humildad y su ardor en la caridad. Es autor de una de las Epístolas del Nuevo Testamento, en la que exhorta a los fieles a conservar la fe pura en tiempos de apostasía y engaño. Su nombre “Tadeo” significa “magnánimo”, y fue sin duda un apóstol de ánimo grande y corazón generoso.

Ambos, después de Pentecostés, predicaron el Evangelio en tierras lejanas. La tradición señala que San Simón evangelizó Egipto y Persia, donde se unió a San Judas para llevar la luz de Cristo a pueblos paganos. Su predicación fue acompañada de signos y milagros, y ambos sellaron con su sangre la fe que anunciaban, sufriendo el martirio en Suanir, en Persia.

Murieron juntos, como juntos habían caminado en la fe, y juntos son venerados por la Iglesia en este día. Su testimonio brilla como ejemplo de unidad apostólica y de amor hasta el sacrificio total.


Milagros y hechos extraordinarios

Entre los milagros atribuidos a San Judas Tadeo, resalta su poderosa intercesión en causas imposibles y desesperadas. Desde los primeros siglos, los fieles que acudían a él con confianza experimentaban auxilios notables: conversiones repentinas, curaciones inexplicables, reconciliaciones familiares y liberaciones espirituales.

De San Simón se narra que, al predicar en Persia, convirtió a numerosos idólatras al mostrar el poder de la cruz sobre los demonios y los falsos dioses. Su celo ardiente encendía corazones tibios y derribaba templos de error, estableciendo en su lugar altares al Dios verdadero.


Oraciones

Oración breve:
Señor Jesucristo, que elegiste a los santos apóstoles Simón y Judas para extender la fe verdadera, concédenos, por su intercesión, mantenernos firmes en tu amor y fieles a tu Iglesia. Amén.

Jaculatoria:
Santos Simón y Judas, apóstoles de Cristo, rogad por nosotros.

Oración extensa:
Oh gloriosos apóstoles de Nuestro Señor, santos Simón y Judas, que dejasteis todo por seguir al Divino Maestro, mirad desde el cielo a quienes hoy os invocamos con amor. Vosotros que con celo ardiente destruisteis los ídolos y plantasteis la cruz en tierras infieles, alcanzadnos la gracia de ser valientes testigos de la verdad en medio de un mundo que la rechaza.
San Judas, patrono de los casos imposibles, escuchad a los que sufren y mostrad vuestro poder ante Dios; San Simón, celoso defensor de la fe, inflamad nuestros corazones con santo fervor.
Haced que, unidos en la caridad, podamos un día compartir vuestra gloria en el Reino eterno del Cordero.
Amén.


Reflexión final

Los Santos Simón y Judas nos enseñan que la verdadera amistad con Cristo conduce inevitablemente a la cruz, pero también a la gloria. En un tiempo donde tantos abandonan la fe o la diluyen, su ejemplo nos exhorta a ser apóstoles intrépidos, firmes en la verdad revelada y ardientes en el amor sobrenatural.
Sigamos su camino, proclamando con la vida y la palabra: ¡Jesucristo es el Señor!


 

 


 

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