Un hecho significativo, un mensaje, una advertencia…
La semana pasada me pasó algo que creo que tiene oculto un mensaje, sobre todo este mensaje va para aquellos de nosotros que hemos sido fieles a esa llamada a prepararnos para la tormenta que se avecina.
Cruzar la tormenta
Por el Ingeniero Pedro Peñas.
El jueves pasado tuve una experiencia, junto con mi hija mayor, de las que estás seguro de que ha ocurrido por algo y para algo. Es difícil exprimir todo lo que debería aprender o advertir de esta experiencia, pero ahí va para quien le valga.
Salimos de Madrid sobre las 16:00 horas y como era de esperar por el día en particular, ya desde el primer kilómetro de la A3 había tráfico lento y retenciones continuas. Esto tiene una cura fácil, paciencia y poco a poco se avanza.
Ya a partir del km 100 era evidente que nos acercábamos a una tormenta, no obstante las tormentas en carretera son algo que se da, a lo mejor no frecuentemente pero no es extraño.
Sobre el kilómetro 150 empezó a llover con cierta intensidad, esto ya era suficientemente malo para desesperación, ya que si antes íbamos a una media de 60 km/h en autopista por el tráfico lento, ahora bajábamos a 40 km/h. Pero bueno, lo importante era avanzar y con esa actitud seguimos el camino.
En lo que sigue hasta el km 179 la situación solo empeoraba… lluvia más intensa, se incrementaba el viento y los rayos que se veían caer a lo lejos cada vez estaban más cerca.
A partir del km 179 tomamos la autovía que nos lleva a Murcia la A31 (en ese momento), y lo que no era previsible, se hizo realidad. La tormenta aumentó a unos niveles que uno no podía creer.
Ya no era la intensa lluvia y el viento que ya por ellos mismos ya negaban la visión de la carretera y que solo dejaban pasar alguna luz roja de los coches más cercanos al nuestro.
Sino que se unió el granizo y los rayos que caían extremadamente cerca de los coches ya que se notaba el suelo vibrar con cada explosión.
En este momento y por una razón más que evidente, los coches empezaron a pararse en el arcén y los más avispados se colocaron debajo de los pocos puentes de cambio de sentido que había en esta autovía.
Sin embargo, me pasó algo, que ya había sentido otras veces, y era una aversión a la idea de pararme y esperar a que pasara la tormenta. Así que decidí seguir hacia adelante con el coche. Obviamente la conducción era llevada a cabo por mi Ángel de la guarda, u otros preferirán llamarlo conducción por intuición. Pero era obvio que si hubiera habido algo delante del coche yo no lo hubiera visto y no hace falta mucha imaginación para saber las consecuencias.
El caso es que continué, lentamente eso si, pero seguí adelante. Se hizo pesado, porque la tormenta no amainaba y tendría que seguir con esa tormenta unos 30 km más, pocos kilómetros antes de llegar a la Roda, la tormenta cesó y salimos a cielo sereno.
Pero el contraste fue obvio, no había nadie en la carretera, estábamos solos…(todos o prácticamente todos se habían quedado dentro de la tormenta) pasaron varios kilómetros hasta que otra autopista se unía a la nuestra para que empezáramos a ver coches otra vez.
Tras meditar en esto yo lo tomé como una advertencia.
El camino que llevamos nos lleva a una tormenta de dimensiones no conocidas para nosotros, y en esa situación hay que avanzar a ciegas, a ciegas en los que los ojos pueden ver, pero no en lo que el espíritu puede ver, sentir, etc.
Las personas que llevan tiempo avanzando en este mundo siguiendo la visión de lo que veía su espíritu en lugar de lo que veían sus ojos, esas personas podrán avanzar y salir de la tormenta que se avecina.
Esta experiencia ya me ha pasado en otra ocasión en condiciones climáticas diferentes, pero igual de extremas. Pero en aquella ocasión yo iba solo, por tanto, era obvio al analizar la situación, que yo estaba siendo advertido de que iba a pasar por una situación en la que tendría que avanzar solo.
En este caso, yo iba acompañado, por tanto, entiendo que la advertencia viene con la connotación de que esta vez estaré acompañado o tendré que guiar también a mi familia. Y por que lo siento así, esta advertencia no iba dirigida a mí solo, sino a todos los que se han preparado para esta tormenta que siempre estuvo ahí a lo lejos, pero nadie quería ver.
Hay otra reflexión que yo entiendo, y es la figura de mi hija y como se comportó. Si bien ella estaba muerta de miedo y ella misma reconoció que a las primeras de cambio quería pararse y buscar refugio, Ella no habló, callaba. Con esto, entiendo que aquellos que tengan la suerte de encontrar en su camino a alguien que pueda avanzar a través de esta tormenta, si le sigue sin molestar y con la suficiente confianza en esa persona… también logrará salir de esta tormenta.
LA ORACIÓN DE ABANDONO DE DON DOLINDO: NO QUIERO ANGUSTIARME, DIOS MÍO: ¡CONFÍO EN TI!
