FRANCO, ESE HOMBRE. Por Vicente Montesinos

En defensa de un legado incomprendido: Franco y la verdadera libertad

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FRANCO ESE HOMBRE. En estos tiempos convulsos y oscuros, es imperativo detenernos a reflexionar sobre lo que realmente significa una dictadura y lo que, bajo la falsa apariencia de democracia, se ha convertido en un yugo mucho más opresivo para el pueblo español.

Se ha enseñado a los españoles a vilipendiar a Francisco Franco, tildándolo de dictador, sin embargo, la dictadura real la vivimos hoy, disfrazada de partitocracia, en la que no hay más libertad que la de obedecer a las élites que manejan el poder en la sombra, a las grandes corporaciones y a los intereses foráneos que han secuestrado nuestra soberanía.

Bajo el régimen de Franco, España vivió una era de estabilidad y crecimiento económico sin precedentes. Franco, a menudo descrito con ligereza y mala fe como un dictador, fue en realidad un líder que comprendió la esencia de lo que significa gobernar para un pueblo, no para los intereses de unos pocos. Su mandato protegió a España de caer en manos de la anarquía, el comunismo, y la masonería internacional; erigiendo un escudo que preservó los valores de la civilización occidental y cristiana. Estos valores, hoy atacados y desmantelados desde todos los frentes, tenían su base en la tradición, la familia, la fe y la defensa incondicional de la patria.

Franco logró un desarrollo económico impresionante que sacó a España de la miseria de posguerra y la llevó a convertirse en la novena potencia industrial del mundo en los años sesenta. Su política económica se basó en la promoción de la industria nacional, y en la creación de un sistema que permitió el surgimiento de una clase media fuerte y pujante. La calidad de vida de los españoles aumentó de manera significativa: vivienda asequible, educación y sanidad garantizadas, un nivel de seguridad ciudadana que hoy parece una utopía, y un estado del bienestar de verdad,  que aseguraba el futuro de todos los españoles.

La vida de Franco, austera y entregada al servicio de España, contrasta agudamente con la corrupción y el derroche que caracteriza a los líderes políticos de hoy. No existían los impuestos asfixiantes que hoy aplastan al ciudadano medio; la vida era sencilla, pero digna, y el esfuerzo se veía recompensado. No había lugar para la delincuencia rampante que hoy aterroriza a las ciudades españolas; la ley y el orden eran valores inquebrantables, y la tranquilidad de la vida cotidiana era un bien común que todos disfrutaban.

La defensa de los valores tradicionales no era un capricho, sino un acto consciente de resistencia contra la degeneración moral que asola a Occidente. Bajo la dirección de Franco, la religión católica era el alma misma de la nación, la brújula moral que guiaba todas las decisiones y políticas. España era una nación unida bajo la Cruz, la Fe, y el Imperio de la ley, un baluarte contra la marea destructiva del relativismo moral que hoy todo lo consume.

Es cierto que Franco gobernó con mano firme, pero su objetivo no fue otro que salvaguardar la unidad y la grandeza de España. ¿Es mejor el caos, la anarquía, la corrupción y la degradación que vivimos hoy? ¿Es preferible una falsa libertad que esclaviza al ciudadano al dictado del mercado, la ideología y los intereses supranacionales?

Franco no fue un dictador en el sentido tiránico que se le atribuye; fue un líder que supo poner a su pueblo por encima de las tentaciones del poder personal. Fue un hombre austero, de pocas palabras, pero de hechos contundentes, que supo construir un país próspero y seguro.

Franco ha sido objeto de vilipendio por aquellos que buscan borrar su legado, pero la historia, ese juez implacable, termina poniendo a cada uno en su lugar.

Frente a las mentiras de hoy, frente a la opresión vestida de democracia, recordemos la España de Franco: una España libre, fuerte y orgullosa de sí misma. Sí; una, grande y libre.

Franco nos dejó una lección que aún resuena: solo hay verdadera libertad bajo un orden justo y una moral que se asiente en la fe y la tradición.

España, en su grandeza, merece recordar quién la defendió cuando todo se derrumbaba.

Que nunca olvidemos esta lección.

 

Vicente Montesinos

Director de Adoración y Liberación

 

 

 

 

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