A Dios rogando y con el mazo dando. Por Juan Manuel de Prada
Si se quiere solucionar un problema político se deben emplear medios políticos adecuados, sobre los que luego podrá actuar la gracia.

Juan Manuel de Prada
(Fuente ABC)

¿Y por qué molesta tanto que la gente rece en público a todos los que creen y tiemblan?
Porque rezar significa «hablar con Dios y pedirle toda clase de bienes»; y quienes creen y tiemblan (incluido el periodismo farlopero que apacienta a la derecha) prefieren que los hombres hablen con quienes pueden traerles toda clase de males.
Por eso unos prohíben rezar (la facción gubernativa) y otros se pitorrean de quienes rezan (el periodismo farlopero).
Pero burlarse del coloquio con Dios, en el que el hombre emplea todas las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad), a las que suma el fervoroso anhelo, es tanto como burlarse de la condición humana, que siempre en las circunstancias difíciles, cuando se siente desfallecer, impetra la ayuda de Quien es más fuerte que él.
Rezar, en privado y en público, ayuda a que el cielo nos conceda una gracia; pero no podemos pretender que la gracia subsane lo que nuestra naturaleza ha abandonado.
Si se quiere solucionar un problema político se deben emplear medios políticos adecuados, sobre los que luego podrá actuar la gracia (sobre todo si se la invoca mediante la oración).
Pero permanecer encadenados a todos los males que nos han conducido hasta aquí, haciendo profesión de fe constitucionalista y pensando que los archipámpanos de Bruselas nos van a ayudar, es del género tonto, por mucho que añadamos al guiso la pimienta del rezo; y, además, Dios escupe esas oraciones, como escupe la del botarate que no sabe lo que es un endecasílabo y le pide inspiración para escribir un soneto.
Quien desee rezar con eficacia debe recordar el refrán que reza así: «A Dios rogando y con el mazo dando».


