ABERASTURI: ¡Cornudos y apaleados! ¡Sí, los católicos!

 

 

 

 

 

 

Jose Luis Aberasturi

 

Estamos en vísperas de nuevas elecciones en España, como quien dice, que ni son “nuevas” -todo es más viejo que los godos, casposo total-, pues se repite y se mantiene compulsivamente el sistema; ni son “elecciones” pues todo se resuelve, y así está anunciado ya desde el primer día de la pre-campaña por los “cabezas de lista” -los mismos “cabezas de partido”-, en los cambalaches de “después”, dependiendo de cómo haya ido el “durante”, que es lo que se pretende testar para legitimar el sistema; el “antes” ya lo tenemos y se perpetúa: para esto se montan las “nuevas elecciones”, que no eligen nada, porque nada hay para elegir.

Que esa es otra: todos los partidos al uso están “clonados” por los mismos parámetros: los que dictan e imponen los del NOM. El penúltimo ejemplo lo han dado hace un par de días Casado y Rivera que en el nuevo estatuto de la comunidad de Murcia ya han dicho que van a meter, sí o sí, la ideología de género y demás martingalas LGTBI. ¿Qué cobrarán por todo esto nuestros políticos? ¡Inconfesable por su parte! De hecho, no lo confiesan ni cuando les han pillado con las manos en la masa, véase Rajoy.

Las elecciones también se montan para dar “legitimidad” a lo que ya no la tiene; por eso piden el voto, no por otra cosa, y ninguno pide la abstención: ni siquiera para los buenistas con pedigrí, que los hay, y a mansalva, se les escapa el asunto.
Y no la tiene -legitimidad- porque, como denunció hace ya bastantes años el santo papa Juan Pablo II, “cuando un gobierno legitima el aborto, se deslegitima automáticamente”. Y en eso están todos, y tan a gusto: ¡que les pone lo del aborto, y mucho más todo lo del “mundillo”! Lógico.

Los buenistas, que saben estas cosas pero les da como vértigo no votar -no se me alcanza el por qué; ya dicen muchos que votarán “tapándose la nariz”, o “por el mal menor”, o “por el bien posible”…: sofismas tan inmorales como lo que sostienen-; cosa que no se entiende ni haciendo un verdadero esfuerzo: si les exige tamaño sacrificio y tan descomunal sinsentido, y han de ir a votar “¡tapándose la nariz!”, etc., ya son ganas… de autoengañarse; y gratis total además.

 

 

 

 

 

 

 

 

Toda una legitimidad de ficción, pues ni la tiene ni la puede tener: como no puede tener carta de naturaleza en una sociedad la inmoralidad, la injusticia, el delito, la corrupción y demás. Pero los que viven exclusivamente de/en este mundillo corrompido y corruptor, se emplean a fondo para que la dignidad de la persona humana haya desaparecido del quehacer político y de sus actores: oír hablar tres minutos seguidos a Sánchez -caso de que se aguante tanto-, por ejemplo, es vomitivo. Pero de lo mismo participan Rivera y Casado y Abascal: cada uno a su nivel, que no son fotocopias. Iglesias y sus mantras son de la peor ralea: basta recordar lo que montó con sus amigos en Venezuela y de dónde está sacando el dinero a espuertas. Y el PSOE hace más de un siglo que supera a todos en muchos tramos por la izquierda.

Pero todo tiene una explicación: cuanto más de progre, o sea, cuanto más de “rojelio” convencido -o acomplejado y/o asimilado- se va por la vida política, más bajo se cae, y más bajeza se siembra alrededor. La progrez es lo que tiene. Y está a ello con nuestro dinero, y a tumba abierta.

Y ahora vamos a los políticos y a los católicos. Y, por supuesto, a la Iglesia.

Los políticos que hemos conocido en la democracia española desde los años setenta y tantos han pretendido significarse por estar cada vez más alejados de la Iglesia Católica: esta ha sido su seña de identidad más genuina, empezando ya con Suarez. Desde él, todo ha ido a peor en este terreno.

No han tenido reparo alguno en haber convertido su quehacer partidista -desde los partidos o desde los gobiernos en cualquiera de sus niveles- en ir en contra, directamente, de los postulados de la Iglesia Católica, machacando a la misma Iglesia y los católicos directa y/o indirectamente; pero siempre, eso sí, con dinero público -o sea, también de los bolsillos de los católicos-, para denigrarlos, insultarlos, ofenderles, y negarles el pan y la sal. ¡Si hasta han pretendido que seamos los únicos ciudadanos señalados con “estrella” en la ropa -todo democráticamente nazicomunista-, sin derecho alguno a manifestarnos como lo que somos en la vida pública: como católicos! Lo que digo: ¡cornudos y apaleados, con barra libre y contra toda justicia!

Los católicos en España somos los únicos ciudadanos -de tercera regional, por supuesto- que no tenemos derecho ni a opinar; mucho menos a pretender que unos postulados, que están de principio a fin al servicio de la persona y de toda la sociedad y que no hacen sino traer bien, paz y felicidad a todos, estén perseguidos y proscritos. Insisto: ¡cornudos y apaleados!

Lo penúltimo lo ha puesto ayer mismo, negro sobre blanco, el portal MSN -por cierto, me voy a borrar inmediatamente de esa página, en cuanto acabe esto- con un artículo impresentable: amarillista, falso, mendaz, injusto, sesgado y demás, contra VOX, al que en sustancia MSN acusa de admitir todavía algún que otro postulado católico, alienándose -¡qué escándalo y qué inmoralidad!- nada menos que con Polonia y Hungría que, a estas alturas de la modernidad y la democracia, se están pasando de católicos; al contrario que el PP y C’s que ya hace años se han desmarcado de cualquier connotación de ese tufo intolerable. Tal cual, oigan. ¿Cuánto habrá cobrado MSN para meternos en nuestra propia casa tal panfleto? ¡Totalmente inconfesable! Pero ahí lo tienen puesto para todo el que lo quiera leer.

Naturalmente, con esta patulea beligerantemente irracional y abiertamente inmoral de políticos y prensa, así nos va. El empobrecimiento de la educación a todos los niveles; el montar los bolos para quedar enganchados a la droga, al sexo y al alcohol ya desde los doce años -son cifras oficiales-; el sustraer “legalmente” la patria potestad a los padres, pues no se les deja tener con sus hijos la última palabra en todo lo que hace referencia a su educación en libertad y a su responsabilidad como padres; la corrupción de las conciencias y de las constantes antropológicas de los niños desde críos y desde los poderes públicos; los índices de violencia metidos en el imaginario de los propios niños; la falta absoluta de valores, exceptuados los presupuestos del mundillo LGTBI, o así; la ruptura del ecosistema familiar; la mentalidad anti-matrimonio y antifamilia, antinatalista, abortista y eugenésica; etc., etc…, todo esto está muy bien sembrado, y “regado” profusamente con dinero público: de otra manera, no existiría nada de todo eso. O sea: ¡cornudos y apaleados como deporte institucional!

Por cierto, y para decirlo todo: las autoridades eclesiásticas españolas, casi en su total mayoría, encantados, oigan; casi diría que agradecidos por los cuernos y los palos. A lo que se ve y a lo que dicen me remito: están por “la pasión”… ¡en nosotros, claro! ¡Y nada de pretender devolver a España sus constantes católicas! Creo que les coge muy cansados; pero, a la vez, muy reconfortados porque “¡lo nuestro no es evangelizar!”. Y si eso es así tal cual, ¿qué pueden hacer la inmensa mayoría de ellos, pobrecicos?

Pero llegan las elecciones. Y entonces, van los políticos -y los jerarcas eclesiales, casi en su conjunto-, y quieren que vayamos a votar, obligatoriamente: porque si no, “no somos ciudadanos”, “no estamos integrados”, o “no tenemos derecho a decir luego nada”: bueno, ni antes.

Incluso algún imbécil o gilipollas -que abundan más que los gorriones en El Retiro-, de dentro o de fuera de la Iglesia Católica, nos recuerda aquello -tan desconocido para los que lo traen a colación- de: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Por supuesto que pretenden con ella taparnos la boca al resto; y se quedan no solo agotados por el esfuerzo intelectual -esfuerzo que antes nunca habían intentado-, sino también por tener clara conciencia -podrida, eso sí, aunque ellos mismos no lo reconozcan- del deber cumplido; pero las dos cosas juntas les ha dejado exhaustos, y no dan para nada más.

Modestamente, voy a explicar lo que ha significado esa frase genuinamente -ayer y hoy- para los católicos, hasta hace cuatro días como quien dice. Y me remito a la época de las persecuciones, por ejemplo, del siglo III; lo recojo, por lo pedagógico del ejemplo.
En todo el Imperio Romano no había nadie, excepto los cristianos, que cumpliesen sus deberes como ciudadanos tan “en conciencia” como ellos. Pero cuando pretendieron obligarles POR LEY, o sea, “legalmente”, a que “ofrezcan incienso a los dioses del Imperio y al propio César” como signo externo de acatar la religión oficial y oficialista “bajo pena de muerte”, ¡SE NIEGAN rotundamente, y se cierran en banda!: no pueden, “en conciencia”, hacer tal cosa, porque no pueden renegar de su Fe, ni de su Dios, ni de su Iglesia. Y mueren: son martirizados de mil crueles maneras. Por si alguien se piensa que los católicos somos tan melifluos como los políticos y demás yerbas silvestres.

¿Por tanto, ”en conciencia católica”, significa ir obligatoriamente a votar -sí o sí- cuando todos los partidos y los gobiernos se han empecinado orgullosa e injustamente en ECHARNOS de la vida civil, política y social, en taparnos la boca, y tildarnos y tratarnos como apestados? ¿Votar “en conciencia católica” significa renunciar precisamente a la conciencia católica para asumir y apoyar unos postulados contrarios a ella y levantados contra ella? ¿Acaso alguno pretende -desde la propia Iglesia y desde la propia conciencia- que, moralmente, es irrelevante el hecho del voto “en conciencia católica” respecto a lo que propugnan los partidos y los candidatos: absolutamente inmoral tanto para un católico como para el que no lo es?

Por tanto, ¿votar “en conciencia católica” es exactamente aparcar la “conciencia católica” para ir contra ella? ¿No es más “católico” -la única opción realmente CATOLICA- que, si no puedo votar “en conciencia” debo dejarlo para cuando pueda? ¿Por qué tengo que votar en esas condiciones? ¿Ya se ha olvidado que actuar contra la propia conciencia se llama -se llamaba así en la Iglesia hasta hace muy poco- PECADO?

Por cierto, una maldad por mi parte: ¿si los católicos pudiésemos votar la elección de obispos, la ordenación de sacerdotes, la provisión de párrocos y de otros cargos eclesiales múltiples y varios, estarían gobernándonos -y echándonos a perder, dejándonos en manos de mercenarios- los mismos que están? En la Primitiva Iglesia se hacia así: por aclamación, y aprobación posterior de los obispos reinantes. Y salieron unos santazos de mucho cuidado. Alguno salió rana, pero duró muy poco: los demás no estaban para perder el tiempo con esas tonterías, ¡y los excomulgaban! Tal cual.

¡Conmigo que no cuenten! ¡Hay que ser católicos por delante y por encima de todo este montaje! Si quieren que vote, que me dejen libertad para ser como soy: católico. ¿Hay que respetar a un miembro del “mundillo” y no hay que respetar a un católico, y precisamente por serlo? ¿Tan poco respeto nos tenemos los católicos? No me extraña entonces que nos traten a patadas: a los que están conformes con el sistema y a los que no, y queremos manifestarlo también.

¿“Masoca? ¡No, gracias!”.

 

 

 

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