II. De la crisis del culto litúrgico, y de cómo todo el ataque enemigo tiene por fin acabar con la Santa Misa.

 

 

 

 

Vicente Montesinos

 

En medio de toda la penalidad y la tribulación que estamos viviendo en la Iglesia actualmente, encontramos un elemento fundamental presente: una crisis del culto litúrgico.

Quizá la crisis más importante desde la del siglo XVI, que arrebató a la santa Iglesia católica millones de almas, vastas regiones completas, países en su totalidad; y que en el fondo fue una crisis del culto litúrgico.

Sí. Evidentemente la situación actual está provocada por la entrega de la Iglesia rendida al mundo, por el relativismo, el liberalismo, el modernismo, y el progresismo que envuelven a nuestros pastores desde el Segundo Concilio Vaticano, y la renuncia y el ataque a la sana doctrina y a la santa tradición de nuestra Santa Madre iglesia. Todo eso es indudable. ¿Pero, qué es eso si no una crisis total del culto litúrgico?

Creo que los enemigos de la Iglesia, desde adentro y desde afuera, vienen trazando un plan, detallista, pormenorizado, elaborado…. Y creo que al final de dicho ataque, y en el centro del mismo está el culto. Por qué… ¿Acaso, en la única crisis que en gravedad se asemeja a la actual en nuestra historia, no es cierto que si los protestantes se separaron de la Iglesia fue principalmente por lo que personas como Lutero fijaron desde un primer momento? Es decir: “si queremos destruir la Iglesia hemos de destruir la Santa misa“. Esta fue la consigna del hasta hace poco, el hereje más grande de la historia, Lutero.

El heresiarca se había dado cuenta de que si conseguía poner las manos en la Santa Misa, si conseguía reducir el sacrificio de la misa a una pura comida, a una conmemoración, a un simple recuerdo, a un encuentro de la comunidad cristiana, o incluso a un memorial de la Pasión de Cristo, habría conseguido debilitar lo más sagrado que hay en la Iglesia y en el mundo. Habría conseguido atacar lo más santo que nos ha legado Nuestro Señor. Habría arremetido contra lo realmente sacrosanto; y entonces, y solo entonces, él conseguiría destruir la Iglesia.

Y no destruyó la Iglesia, porque la Iglesias es de Cristo, y nadie podrá vencerla, pero por desgracia arrebató a la Iglesia Católica naciones enteras, sabiendo muy bien a dónde tenía que apuntar.

 

 

 

 

 

Pues bien, hoy, 500 años después, estamos en una crisis de una envergadura que desde entonces no habíamos vivido. Una crisis sin precedentes en los últimos cinco siglos.

Una crisis que, una vez más, y no tengo ninguna duda, provocada por una acción enmascarada y sujeta en toda la progresía, el libertinaje, la acomodación al mundo, el acompañamiento a todo tipo de conductas, el relativismo, el subjetivismo, el personalismo, el inmanentismo, el marxismo, y todos sus hijos modernos, como son la ideología de género, la educación Sexual integral, el lobby LGTBI, el consumismo desaforado, etc., etc.…; no deja de perseguir un mismo fin, que es acabar con la Iglesia Católica; para lo cual, no dejará de intentar, nuevamente, acabar con la Santa Misa.

En ello estamos desde 1962 (con raíces antes); y con rabia desaforada desde 2013; y nos acercamos, cada día más deprisa, y por los senderos que día a día nos van preparando, a ese ataque final.

La Iglesia está en crisis, hermanos. Nada les descubro.

Pero no duden que esa crisis, provocada por los enemigos de Cristo, dentro y afuera;  tiene y tendrá como principal objetivo el culto litúrgico. La Santa Misa. Que es un sacrificio. Y que es Presencia Real. Justamente las dos cosas que nos han ido poco a poco queriendo arrebatar, y contras las que pronto arremeterán desde fuera del armario.

Preparados para desde la Remanencia Fiel para defender lo más Sagrado que tenemos. En ellos estamos, como en lo contrario están los enemigos de Cristo. Pero más deberemos estar, a medida que los ataques de Satán y sus muchachos sean más feroces.

 

 

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