ABERASTURI: Ni SÍ ni NO sino todo lo contrario.

 

 

 

Jose Luis Aberasturi

(6 de enero de 2019)

 

Es lo que tiene el mucho hablar: que uno no se acuerda de todo lo que ha dicho, y acaba diciendo más pronto que tarde, además de muchas tonterías y/o superficialidades, lo contrario de lo que ya había declarado anteriormente. Y, como es lógico, la confusión está servida. Por no calificar la cosa de otra manera más fuerte.

De esta forma, el hablar del susodicho se convierte, fácil y necesariamente, en cháchara, facundia, labia, garrulería, parloteo, locuacidad…, términos -todos ellos como sinónimos, en la RAE-, que solo denuncian la propia incontinencia verbal, primero, y manifiestan luego una superfluidad de libro. Bueno: de Enciclopedia o, ya que estamos, de Wikipedia.

Y lo siento de corazón por ser la persona que es.

Me refiero a casi lo último -de momento, hasta este mismo momento en que escribo- que ha dicho: “Vemos tantas veces a gente que va a la Iglesia todos los días, y luego vive odiando a los otros y hablando mal de otros: son un escándalo. Mejor que no vaya a la Iglesia, que vivan como ya lo hacen: como ateos”.

Como andanada no está nada mal, la verdad. Otra cosa es que tal “andanada” case bien con el oficio eclesial -Supremo Pastor, Vicecristo en la tierra- del que así habla. Cosa a la que, por otro lado, nos tiene (muy mal)acostumbrados: prácticamente desde el día en que llegó.
El problema no está sólo en lo que dice -que ya lo genera-, ni a quién se dirige -con lo que lo agrava, en mi opinión-, sino en que dice exactamente lo contrario a otras situaciones de miembros de la Iglesia que hacen cosas mucho peores o, como mínimo, más fácilmente evaluables. Por no preguntarle -inútilmente, ya lo sabemos- que a cuántos conoce en esa situación: “gente que va a la Iglesia todos los días y luego vive odiando a los otros y hablando mal de otros”. ¿Conoce realmente a alguno en esa situación? ¿Podría darnos algún nombre como ejemplo ilustrativo de lo que denuncia? Para que aprendiésemos los demás.

Pero a lo que iba. Hace ya un tiempo -no tan lejano que no nos acordemos-, nos hablaba de que la Eucaristía, por ejemplo, no es para los “puros”, los “limpios”, los “perfectos”, los “santos”, sino para los pecadores… EN la Iglesia y DE la Iglesia. Se ve que no se refería a los más arriba citados: es más, a estos les dice -y no como consejo pastoral, sino como “ordeno y mando”, descalificando absolutamente su actuar- “que no vayan a la Iglesia”, y “que vivan como lo que son: como ateos”. O sea: el pecador con este tipo de pecados se convierte en “ateo latae sententiae”: nueva modalidad de pena canónica, inexistente hasta ahora, y tan de nuevo cuño que aún está calentita.

¡Pero si hasta a los excomulgados se les puede levantar la pena de excomunión, si están arrepentidos o en peligro de muerte, por ejemplo, y ser así admitidos nuevamente a los Sacramentos!

Para más “inri” -ya que estamos en la Iglesia-, ha animado públicamente a que se permita la Sagrada Comunión -sin pasar previamente por la preceptiva Confesión: para mayor “confusión” del personal, empezando por sus propios obispos-, a los “católicos” divorciados y arrejuntados en nueva coyunda. Que de estos los hay más que a montones; y ya digo que su situación es muy fácilmente reconocible por todos, porque muchos hacen alarde público de ello y, por tanto, no es ningún secreto de conciencia; mientras que lo de “odiar” no sé cómo se evalúa desde fuera, sinceramente.

También públicamente ha dicho que dijo expresamente por teléfono a una señora en esta situación -divorciada, etc- que fuese a comulgar sin ningún problema: que tenía todo su permiso. A la vez que, a otra señora, protestante, casada legítimamente con católico, que le preguntó públicamente si podía comulgar cuando acompañaba a Misa a su marido, le contestó que NO, luego que SÍ, y más tarde, hacia el final, que hiciese lo que quisiese (más o menos).
O ha recibido, en el mismísimo Vaticano, a una pareja homosexs con todo cariño.

Pero, a los que “van a la Iglesia todos los días” y “odian” y “hablan mal” de otros: ¡fuera! ¡Que ni aparezcan por la Iglesia! ¡Que qué se han creído que es la Iglesia! ¡Qué desfachatez, por no decir qué inmoralidad! No tienen derecho, a pesar de ser católicos, ni a confesarse y volver a empezar, ni a comulgar para fortalecerse en su lucha moral. ¡Nada! ¡Ni pisar! ¡Que ni se les ocurra! ¡A la calle, que lo digo yo, y punto!

Se va perfilando el “nuevo paradigma” en la Iglesia, antes solo Católica. Tan “nuevo” que puede cambiar cada día según el humor o el talante del jerarca de turno, o por dónde le venga el viento.

Por cierto, que Jesús desprestigió a cualquier miembro de su Iglesia que se moviese al son y dirección del viento de turno: lo del “complejo de veleta”, que es un complejo muy poco noble y muy poco digno de una persona que se precie, y no tiene sitio en la Iglesia. Lo hizo con la alabanza pública sobre Juan Bautista: ¿A quién salisteis a ver en el desierto? ¿A una caña sacudida por el viento? (…) El que tenga oídos, que oiga.

Pues vamos a tener oídos. Y también voz. Y cómo no: corazón. Y vamos a descansar en la Palabra de Dios -Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré- de todos estos “nuevos” vientos que, además de ser más viejos que la tana y más casposos que Nabucodonosor y demás familiares, no son de Cristo: no lo pueden ser, porque Cristo no se contradice: Él es la Verdad.

 

 

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