ABERASTURI: ¿Católicos -y catolicismo- a la carta? Sorry: pero no puede ser.

 

 

 

 

Jose Luis Aberasturi

4 de enero de 2019

 

Es cierto que, desde hace muchos años -tras el CV II-, desde la misma Iglesia Católica se ha podido dar, y se ha dado, esta impresión: que “lo católico” es como el chicle, o que tiene una urdimbre de “elastene” que le da esa capacidad de estirarse y de amoldarse –“elasticidad” se llama esa cualidad- que lo hace tan fácil, tan asequible, tan personal…, que se hace todo para cada uno y, por tanto, se hace y se queda en nada. Con las honrosísimas excepciones de los pontificados de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI que, claramente, intentaron poner coto a semejante locura.

Pero, si hasta san Juan Pablo II en la Iglesia aún se guardaron bastantes apariencias -aunque la procesión iba por dentro: ¡vaya si iba!-, tras Benedicto XVI lo que eran pequeñas fisuras “por las que se colaba el humo de satanás”-, se convirtieron en auténticos desplomes, que han reverdecido -a más de engrandecerlas- tales locuras. Hoy la Iglesia “está de psiquiatra”, y de “tratamiento de caballo”, como se dice coloquialmente. Y no hay más que leer lo que se publica en revistas “católicas”, y no hay más que seguir -mejor de lejos, por prudencia- lo que dicen tantos y tantos jerarcas, que son los primeros que han promovido o consentido estas hecatombes: a mano -y a la vista- están, ellos y las consecuencias.

Con estos lodos, ¿qué se podía esperar de los laicos? Los laicos han comido y bebido lo que se les ha dado: y se han envenenado. De hecho, cada uno -muchos de ellos-, sin haber leído el Catecismo, o sin haber leído la Escritura ni ningún Documento pontificio -nunca citan nada de lo que ahí nos ha dado, en su Iglesia, el Señor Jesús-, se sienten con derecho no ya a opinar, sino a descalificar a quien se les ponga por delante, sin más argumento que “porque sí”, “porque lo digo yo”, o “porque insulto más y más fuerte”. Las “razones” que aportan no van más allá, ni tienen la más mínima cercanía a un aparente raciocinio.

¿Resultados? Los hay, y muy graves.

El primero y, por desgracia, el más doloroso, la descristianización de naciones enteras. Hace un par de semanas un prelado -alemán, creo-, de doctrina intachable afirmaba que, desgraciadamente y a corto plazo, se iban a tener que cerrar muchas iglesias: la Iglesia, a día de hoy no da más de sí.

El cierre de tantísimas casas religiosas, conventos y demás, es el paralelo –ad intra de la misma Iglesia- de lo que acabamos de decir. Por otro lado, es lo lógico y lo imparable.

Pero ahora quería referirme, más en concreto y más en pequeño, al desbarajuste que, a nivel doctrinal y a nivel personal, se ve en tantísima gente.

Para unos “católicos”, el aborto es un tema menor, o que puede esperar, o que “no se puede imponer desde la Iglesia en una sociedad plural”: que ya hay que ser “taradico” para, siendo católico, admitir esto cuando quieren que significar que un católico, socialmente, no tiene más opción que “oír y callar”, como en el cuento; un ateo puede imponer el aborto y la esterilización, pero un católico no tiene derecho ni a decir lo contrario, con las razones -de peso- que tiene para oponerse a ello; y no solo por católico, sino simplemente como persona.

Para otros, se puede ser “católico” confeso, y militar en el socialismo materialista y ateo, con todo lo que eso lleva y trae consigo. O ser marxista, “a fuer de católico”. O masón. O divorciarse y volverse a arrejuntar por sus pistolas, o cambiarse el sexo, o esterilizarse, o usar métodos anticonceptivos a granel, o abrazar la ideología de género, o enchufarse unos buenos cigotos porque no iba a poder tener hijos, o renunciar a la Fe -al menos ponerla en sordina- ante las “circunstancias actuales”, o ver pornografía, o comprar un vientre en venta… y así hasta el infinito.

Y, además, defender todo esto con furia: con la furia del “converso”, solo que al revés: al converso a la nada, y menos a la “nada católica”.

En Jesús, las cosas son muy distintas: “el que crea se salvará, el que no crea se condenará”. Ni medio matiz, ni media excepción.

“El que pueda entender, que entienda”. También esto es de Jesús. Y está en su Evangelio, por cierto.

 

 

 

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