El asesinato de Laura Luelmo

Vicente Montesinos

 

Lamento profundísimamente la muerte, vilmente asesinada, de Laura Luelmo, una mujer joven que ilusionada acababa de comenzar su tarea docente.

Como ser humano me entristezco profundamente por un hecho tan atroz.

Como católico me entristezco profundamente por este pecado tan horrendo que ha segado la vida de un muchacha inocente en la flor de la vida.

Y como católico hago lo que mejor puedo hacer: rezo incesantemente por el eterno descanso de Laura; por el consuelo de sus afligidos familiares y amigos, y para que la justicia humana caiga con todo su peso sobre su asesino. Dejo la divina en manos de Dios.

Evidentemente, la maldad del asesino de Laura es profundamente detestable.

Pero dicho esto, también lamento la inmediata (y sostenida) acción de los (y las) mercaderes del odio, que ya están aquí, para aprovecharse del dolor ajeno en beneficio de sus espurias intenciones.

Se inventaron una supuesta “lucha de clases” para vivir del odio y la confrontación; y lo siguen haciendo.

Y ahora se han inventado una supuesta “lucha de sexos”, que, con los mismos objetivos, presenta al hombre, por el hecho de serlo, como un depredador del que hay que huir, al que hay que humillar, al que hay que despreciar y al que hay que machacar.

 

 

 

 

La zafiedad de quienes además han estirado la mentira de la “ideología de género” para meter en el saco de la “violencia de género” este crimen, es execrable. Porque nada tiene que ver.

Aquí ha muerto una mujer inocente, a manos de un salvaje (sea hombre o mujer)

Asesino que es el único culpable. No sigan confundiendo más al personal y agitando los avisperos.

Porque si junto al asesino hay algún culpable más, no somos “los hombres”.

El asesinato de  Laura Luelmo ha puesto otra vez de manifiesto la irresponsabilidad de los gobernantes de España en su siniestro conjunto. Bernardo Montoya es un ex presidiario con antecedentes por delitos sexuales y asesinato, y con el baile de los permisos penitenciarios. La joven había alertado a su novio y otras personas sobre el detenido. El asesinato de Laura prueba una vez más que el sistema no tiene voluntad alguna de salvar a víctimas inocentes de sus potenciales asesinos. Y sí de culpar a los hombres, por el hecho de serlo, de ser delincuentes.

Todo un sinsentido. Todo un despropósito. Toda una vergüenza. De sociedad, de instituciones, de país.

Cuando se vive de espaldas a Dios, no se puede esperar más.

Laura, R.I.P

 

 

 

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