En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.
El evangelio de hoy es de una belleza sublime. Cristo quiere que permanezcamos unidos a él, pues para eso ha venido a este mundo; y nos da la receta: igual que Él ha permanecido en el amor de su padre, hemos de hacer nosotros con Él.
Para ello, Él se pone de ejemplo, y nos ama primero. Yo os he amado. Y nos ha amado hasta el extremo.
Con todo y con eso, me llama la atención profundamente la última frase del Evangelio de hoy. El amor de Jesús no es un amor caprichoso. Si nos ama, y nos ama hasta las últimas consecuencias; y nos pide que hagamos lo mismo con Él, únicamente es para que consigamos la felicidad que todo un Dios ha venido a traernos, enamorado de su criatura de barro. Por eso acaba diciendo la palabra de Dios en el día de hoy: “… y vuestro gozo sea colmado”
Reconozcamos la felicidad que todo un Dios ha venido a traernos. Reconozcamos pues que sólo en Cristo encontraremos el gozo permanente, independiente de las circunstancias personales y ambientales que nos rodean; y dejémonos en las manos de Dios, que es todo nuestro descanso.
En este mes de mayo, a María le pedimos que nos asista en esta intención.
Vicente Montesinos
